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Cannabis medicinal: entre la espera y la acción

Las posibilidades que puede ofrecer el cannabis como una terapia complementaria a las formas tradicionales de tratamiento a diversas afecciones han generado un debate con muchos matices. Leyes, personas con sufrimiento, grupos sociales movilizados y un sector del campo científico ofrecen sus perspectivas en relación a una temática que se planta con fuerza.

 

El uso del cannabis para fines medicinales ha generado un debate público que se expresa en diversos ámbitos sociales con diferentes lógicas. El campo científico se encuentra dividido al respecto. La Sociedad Argentina de Neurología Infantil (SANI) y la Liga Argentina Contra la Epilepsia (LACE), como así también muchos profesionales de la salud, prefieren tomar el asunto con cautela hasta que los países con regulaciones para el análisis de los impactos del uso del cannabis avancen en sus investigaciones. Sostienen que los estudios realizados hasta el momento son insuficientes y que la evidencia recogida es poco clara. El 23 de marzo de 2016, la Administración Nacional de medicamentos, alimentos y tecnología médica (ANMAT) hizo público un comunicado  donde se hace mención a la posición del  gobierno frente al narcotráfico para luego ofrecer otros matices que reconocen la particularidad, en ciertos casos, del uso de derivados del cannabis para fines medicinales. Por otra parte, en la Universidad de La Plata existen médicos, neurólogos y especialistas en epilepsias refractarias, entre otros, que se encuentran movilizados desde hace años para lograr la aprobación de una ley que regule los estudios del uso del cannabis medicinal como una terapia complementaria a la terapéutica convencional. Este movimiento se encuentra referenciado en la demanda surgida en parte de la población que ha encontrado en el cannabis una respuesta a determinadas afecciones que la medicina hegemónica no podía solucionar. Se reconoce, en el uso medicinal del cannabis, una terapia complementaria para paliar efectos indeseables en los tratamientos convencionales.

Marcelo Sarlingo, especialista en Antropología Médica, caracteriza este fenómeno como “pluralismo médico” en el que conviven diversas estrategias medicinales ante las afecciones y dolencias que aquejan a las personas. “Si miramos la sociedad industrial y el tipo de medicina que se hace, vemos que hay una producción industrial de medicamentos organizada sobre la base del conocimiento científico. Éste tiene un mecanismo de sistematización de datos con respecto a la investigación y experimentación. Dicho modelo hace que después se produzcan productos medicinales y una forma de medicina que intenta ser masiva y que dio lugar a la biomedicina. Por debajo hay otras medicinas que están articuladas y a veces no”, contextualiza Sarlingo. ¿Qué es lo que genera que por debajo de la medicina hegemónica se formen procesos alternativos medicinales? “El pluralismo medico es muy común en el contexto de nuestra sociedad porque a veces la biomedicina es cara, ineficaz, tenés que pagar por todo y en muchas ocasiones no da respuestas. Hay muchas enfermedades con patologías que no están debidamente clasificadas y además los pacientes no responden de la misma forma a los medicamentos industriales. Al cannabis medicinal hay que leerlo en el contexto siempre complejo de estas relaciones entre la medicina dominante y el fenómeno del pluralismo medico”, explica Sarlingo. “Hay medicinas populares que tienen que ver con los saberes locales: tienen una racionalidad, responden a una lógica pero lo que no tienen son los sistemas de comprobación y de sistematización que tiene la experiencia científica”, profundiza.

El giro que ha tenido la discusión sobre el cannabis se enmarca en un contexto donde se ponen en tensión diversos significados asociados a lo legal/ilegal/legítimo, en un marco de relaciones dominantes por parte de un tipo de medicina, la industrial, y la emergencia de medicinas alternativas que buscan solucionar dolores. En este sentido, se recuperan tres testimonios que intentan dar cuenta de cómo es el proceso de aquellas personas en las cuales sus acciones pueden encuadrarse en la dimensión del pluralismo médico y las instancias en que disputan los sentidos de legitimidad de sus prácticas, fundadas no sólo en la experiencia sino también sostenidas por las investigaciones internacionales en países donde ya existe una ley que regula los estudios y los tratamientos terapéuticos.

La búsqueda de Nacho

“Hace un par de años compré la revista THC. Mi vieja se había enterado que fumaba y decidí informarme para que ella entendiera de qué se trataba. Ahí encontré mucha información científica/medicinal. Cada vez que encontraba algo interesante lo compartía con ella aunque mucha bola no me daba y obviamente estaba muy en desacuerdo con que yo fume marihuana”, describe Nacho, un joven que hasta ese momento era un cultivador recreativo. Al enterarse que su madre tenía cáncer sintió que podía hacer algo. “Al tiempo ella empezó con los tratamientos tradicionales de rayos y quimios, el cual fue muy positivo. Acompañado también por un fruto medicinal de Perú llamado Graviola/Guanábana que a mi viejo le habían dicho que era bueno para el cáncer”. Ese momento fue el disparador para que Nacho pudiera focalizar su búsqueda. “Empecé a buscar información sobre la marihuana y sus usos terapéuticos. Y encontré una gran cantidad de información. Un amigo me habló del aceite ‘Rick Simpson’ y me basé en eso. Encontré muchos testimonios. Mientras tanto le iba contando a mi vieja lo que estaba haciendo y fue muy progresivo en todo sentido: que lo vaya aceptando y entendiendo”, explica. “Hoy se siente bien. Mucho tiene que ver con la fe y con que estoy implicado como hijo pero también la realidad es que le calmaron mucho los dolores. Descansa muy bien. En los momentos que no tomó el aceite estaba muy ansiosa, alterada, lograba dormirse a la madrugada y a las seis ya estaba despierta”, detalla Nacho acerca del tratamiento complementario con el aceite que logró extraer de la planta.

La legitimidad social y científica

La búsqueda en la extracción de la dosis justa de ese aceite fue el hilo que lo llevó a contactar a Gastón Barreto, doctor en Química e investigador de la Facultad de Ingeniería de la UNICEN quien además integra el grupo de Cannabis Medicinal Argentina (CAMEDA). “Me llamó y me dijo: ‘tengo a mi vieja enferma oncológica. Quiero obtener extractos cannabicos para dárselos’. No me vino a preguntar si era factible, me dijo ‘sé que sos químico y te agradecería si me ayudas a leer el procedimiento de extracción para no llevar adelante ningún paso que pueda ser nocivo. De lo contrario, te agradezco’”, cuenta Barreto. La reflexión que inmediatamente se le generó a Gastón fue que la causa era totalmente legítima. En ningún instante dudó si estaba bien o no, toda su reflexión estuvo puesta en apoyar dicha causa y en reconocer que tenía herramientas para ayudar. “Me llamó sin dudas, lo iba a hacer de todos modos. Estaba en mí decir ‘disminuimos riesgos’. Mi análisis fue ese”, afirma Barreto quien luego del primer encuentro con el cultivador empezó a involucrarse activamente. Fue así que llegó al primer seminario organizado por CAMEDA. Ana María Nicora es la presidenta de la organización. Su hija padece de epilepsia refractaria debido a una secuela por una meningoencefalitis herpética que sufrió en su niñez. Hoy la joven tiene 26 años y Ana María siente que “volvió a la vida”. La acompañó en un sinfín de tratamientos que consistían en combinaciones de antiepilépticos. También probó con una dieta cetogénica. Consideraron la alternativa terapéutica quirúrgica que podían hacerle en Estados Unidos pero la descartaron por las pocas chances de que resultara positiva. “Hay terapias que han fracasado, fracasa la herramienta terapéutica y lo que se genera son necesidades insatisfechas”, reflexiona Nicora. El documental sobre el caso de Charlotte Figi, una niña que padecía el Síndrome de Draver que le generaba alrededor de 300 ataques epilépticos semanales fue bisagra en su vida. Charlotte fue medicada con marihuana alta en cannabbidiol y los ataques de epilepsia le disminuyeron en un 99%. Desde ese entonces, Ana María comenzó un camino que actualmente le brinda muchas satisfacciones. No sólo porque la calidad de vida de su hija mejoró notablemente sino también por todas las personas que comenzaron a interesarse en las propiedades terapéuticas de la planta de marihuana, reflejado en la masividad de los seminarios. “Nos fuimos reuniendo, compartiendo información con la idea de llegar a otras personas, a otras familias más allá de las epilepsias. Personas con cáncer, Parkinson, con HIV, que son refractarios a los tratamientos convencionales. En realidad no es que los fuimos a buscar. Ellos se enteran, empiezan a buscar información y ahí llegan a CAMEDA”, detalla. La intención de los seminarios denominados “Educar, informar, aprender ” es generar una participación activa en la comunidad para lograr la creación de la ley.

Barreto considera que hubo un hecho crucial para que la discusión sobre la regulación del cannabis esté cobrando la dimensión que presenta en la actualidad. “A fines de los 90 se descubre el sistema cannabinoide en distintos tejidos y órganos del cuerpo humano. Nosotros segregamos nuestros propios cannabinoides. Hay una serie de receptores que se llaman CB1 y CB2 que están alojados en importantes lugares del sistema central nervioso periférico. Los endocannabinoides que segregamos se acoplan directamente a esos receptores  disparando distintos mecanismos vinculados a lugares del dolor, el apetito, el humor. Eso se descubre, está probado científicamente, no es una hipótesis”, explica. “Cuando hay un desbalance en el segregado de los endocannabinoides, quienes vienen a suplir la existencia de esos endocannabinoides que nosotros utilizamos son los fitocannabinoides que provienen del cannabis. Entonces la deficiencia o el mal funcionamiento del sistema puede suplirse por una adición externa de otras especias de fitocannabinoides que se parecen químicamente y actúan de la misma manera en nuestro sistema”, resume Barreto en relación al funcionamiento de dicho sistema.

La convicción de CAMEDA no sólo pasa por los testimonios de quienes han experimentado cambios reales en sus tratamientos con cannabis sino que además se apoyan en lo que la ciencia hasta ahora ha podido descubrir. “Sabemos que desde hace mucho se usó como medicina y hoy la ciencia nos está diciendo que hay evidencia científica”, reflexiona Nicora, y coincide con Barreto en la urgencia para la creación de una ley. “Hay que habilitar estudios para ver los impactos, que se dé el marco legal para poder estudiar. Desde muchos lados se aduce que hay resultados científicos fehacientes, es legítimo, los cambios en las patologías existen, pero desde la medicina dicen que hace falta más volumen de estudios clínicos, ¿Hay estudios clínicos? Si pero no alcanzan, hay que hacer más”, profundiza Gastón en relación a la urgencia que implica la creación de una ley que regule los espacios de cultivo para poder investigar.

El camino a desandar

En Argentina, lo vinculado al cannabis, desde su cultivo hasta el consumo, está penalizado. La órbita bajo la cual se inscribe la penalización y criminalización es la ley de drogas sancionada en 1989 que prevé penas de 4 a 15 años de prisión para quien cultive, produzca, comercialice o regale “estupefacientes”. Por eso, desde CAMEDA, consideran crucial seguir profundizando la causa, ya que por el hecho de encontrar un alivio y una solución en el tratamiento en base a extractos de cannabis se encuentran en una posición de dificultades legales. Actualmente se presentaron cinco proyectos de Ley en el Congreso Nacional. “Se están presentado a los distintos consejos deliberantes llevando la información de cannabis medicinal y pidiendo que se replique la resolución de General Lamadrid donde se solicita al Congreso Nacional que se haga una regulación. Ya lo ratificó Morón, lo replicó Villa Gesell, Comodoro Rivadavia y Olavarría lo hará en breve”, sostiene Nicora. En este entramado de instituciones y grupos que luchan por la causa, hay un factor fundamental que aún falta y en la que diversas instituciones se han manifestado a favor. “No es solamente Lamadrid que está agrupándose. Hay instituciones que avalan. Está la Universidad de La Plata, hay investigadores de Conicet, neurólogos que tienen un apoyo institucional importante. Ellos tienen el lugar establecido. Tienen el lugar para sembrar pero sin el marco regulatorio no pueden hacer nada”, explica Barreto. En la misma línea, Nicora sostiene que lo que falta es su aprobación. Están los datos científicos pero falta la aprobación en el Congreso para su regulación. “Al no tener decisión política, no quieren involucrarse. Pero mientras ellos se sigan demorando, nosotros vamos a seguir trabajando porque el dolor no puede esperar”, concluye.

Lo que destacan como relevante quienes han acudido al cannabis para fines medicinales es la urgencia en la regulación para poder profundizar en investigaciones, para así deconstruir el prejuicio histórico que recae sobre la planta y que ha demostrado tener soluciones cuando es utilizada como un paliativo, es decir, un complemento de las terapias convencionales. Esta causa pone nuevamente en discusión las formas de participación política ciudadana en relación al ejercicio de derechos básicos, humanos e indispensables como es el derecho a la  salud, en este caso, vinculada a generar una mejor calidad de vida. Disputar esos límites que históricamente se constituyen pero que muestran fisuras ofrecen signos para discutir otras formas de cumplimentar y hacer efectivos esos derechos./ AC-FACSO