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Especial 30 años de democracia. Darío Olmo, fundador del EAAF

“Ocultar cuerpos no garantiza una impunidad perpetua”

El antropólogo y miembro fundador del Equipo Argentino de Antropología Forense analiza los avances y cuentas pendientes de estos 30 años de democracia, cuenta las características de su trabajo y destaca el rol de la Facso en la reconstrucción de la memoria

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Olmo y una mirada desde la antropología sobre los 30 años
del retorno a la democracia. /Foto: AC-FACSO

La labor de Darío Olmo, junto a la del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), consiste en la exhumación de restos óseos inhumados en fosas comunes e individuales y el posterior análisis del material recuperado. En la búsqueda e identificación de desaparecidos argentinos y otras víctimas de violaciones a los Derechos Humanos ha recorrido distintos lugares como Latinoamérica, Centroamérica y parte de Asia y África. En los últimos años el EAAF ha encontrado restos en instalaciones militares y actualmente trabajan en lugares donde aún hay denuncias como en Mendoza, Tucumán, Santa Fe y Gran Buenos Aires. Un compromiso para con la Justicia y la Verdad, asumiendo el desafío de transformar la antropología forense en una herramienta útil para trabajar en el presente y pensar el futuro.

¿Cómo piensa que se ha trabajado en torno a los Derechos Humanos (DD.HH) durante estos 30 años de democracia?

En Argentina funcionarios públicos habían sido los criminales, se había desarrollado un plan de represión clandestina de gran alcance con consecuencias devastadoras. La sensibilidad sobre los DD.HH no estaba en la agenda hasta 1980 cuando Pérez Esquivel recibió el Premio Nobel de la Paz. El avance de estas ideas tuvo que ver con el retroceso de discursos políticos que compartían elementos de intolerancia y que habían conducido al abismo al cual caímos como comunidad en aquel entonces. El discurso y la apelación a la defensa de los DD.HH cubrió un vacío discursivo que era muy claro cuando se produjo la derrota en la guerra de Malvinas. Allí las Fuerzas Armadas dejan de ser válidas como actor político y tienen que retirarse del manejo público y en ese escenario no había demasiados discursos para ocupar ese espacio.

En ese contexto, ¿En qué radica el valor de la antropología forense?

Lo nuestro fue un afortunado accidente porque se encontraron una serie de variables que coincidieron en el tiempo. En nuestro país se reformuló la antropología forense tal como se conocía, definida a imagen y semejanza de la escuela norteamericana. Por nuestra conformación, inexperiencia y juventud pudimos desarrollar un modelo distinto. La sensibilidad frente a los familiares de las víctimas o de las personas con cuyos restos aparentemente estábamos tratando le dio un carácter muy distinguido en la forma de trabajar la antropología forense.

¿Cómo trabajan en las comunidades donde realizan las exhumaciones?

Tratamos de tener un panorama preliminar a las excavaciones para informarnos y conocer más el lugar. Buscamos, si los hubiera, a familiares de las víctimas, tratamos de aplicar los alcances y límites de nuestro trabajo, de nuestras premisas. Esta forma de trabajar ayuda a que esos grupos de afectados también puedan ser escuchados y su opinión tenga un lugar relevante. No en todas partes pasa, los escenarios son muy diversos, pero también en muchos lugares la sensibilidad y la situación de los familiares es muy similar a pesar de que sean distintos idiomas, religiones o continentes, el dolor se parece bastante.

¿Qué datos informan los cuerpos hallados?

Es una prueba, dan testimonio de aquello que se suponía, desde un lugar más sólido y consistente. Además recibe nuevamente la divinidad del sujeto histórico, ya no es algo que está oculto en un lugar, no es solo un resto material sino es un sujeto histórico que está siendo declarado. Es una forma de permitirles a los vivos encontrar su referencia, su genealogía, ratificarla, honrarla, es uno de los rasgos emblemáticos de nuestra especie, reconocer al muerto y tratar de establecer un vínculo con él, vínculo distinto al que se establece con los vivos. Al tratar con víctimas de violencia política en algunos casos podemos determinar las causas de muerte, identificamos lesiones, identidad, pero como tratamos con tejidos duros como huesos y dientes no siempre es posible.

¿Cómo fue la experiencia en Bolivia en el rescate de los restos del Che?

Como experiencia profesional fue bastante ingrata, fue una situación muy incómoda de trabajar porque había un enorme esnobismo y una especie de turismo alternativo alrededor del sitio. Había un estado de agitación muy grande en todo Valle Grande que hizo que tuviéramos que dormir en el sitio para garantizar la seguridad de los restos para que no hubiera incidentes.

En cuanto al trayecto del EAAF, ¿Cuáles cree que fueron los hitos de estos años de trabajo?

Para mí un hito fue la primera exhumación en la que participe, que fueron los restos de quien en vida fuera Laura Carlotto. Eso me permitió conocer a Clyde Snow (reconocido antropólogo forense estadounidense fundador del EAAF, asesor de la Conadep y testigo en el juicio a las Juntas.), a Estela de Carlotto y a los que después fueron mis compañeros. Para el Equipo fue un hito fundamental lo hecho en el cementerio de Avellaneda que fue un trabajo de 5 años en una serie de fosas comunes que organizó nuestra rutina durante ese tiempo y nos desafío a cosas mucho más ambiciosas. Fueron desafíos enormes y poder afrontarlos y salir airosos de ese trabajo nos fortaleció enormemente, nos consolidó hacia el interior y nos dio autoridad hacia afuera. El proyecto más ambicioso en el cual estamos inmersos es, por un lado, el Proyecto de Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Victimas que es una búsqueda de miles de muestras de sangre de familiares de desaparecidos, y por otro lado, los trabajos en la frontera entre México y EE.UU son de un alto nivel de complejidad.

Desde su participación en el Informe de la Memoria local ¿Qué particularidades puede destacar de Olavarría?

Junto a Azul son dos centros urbanos muy importantes para una región que está rodeada de sitios más ligados hacia la producción ganadera. Aquí se intentó hacer más complejo ese horizonte y hubo iniciativas de radicación industrial, por ejemplo. La aparición de la Facultad de Ciencias Sociales (FACSO) hace 25 años también ha concentrado personas con sensibilidad hacia estos temas y lo ha transformado en una usina generadora de conocimientos e inquietudes, un sitio sobre el cual trabajar sobre esto. La existencia del tipo de carreras que se dictan en la FACSO habla de gente que se interesa naturalmente por problematizar la sociedad, por tratar de entenderla o preverla y en cierta forma incidir en el futuro. La universidad es un actor nuevo muy interesante.

¿Detecta algún tipo de cambio en relación al vínculo entre esta disciplina con la ciudadanía? ¿Cree que hay un mayor conocimiento?

Si, se ha incorporado el saber de qué ocultar cuerpos es algo que garantice una impunidad perpetua. Hay un cambio muy grande, durante los ’80 este tipo de iniciativas eran recibidas con bastante hostilidad tanto en el medio forense como en el medio político, pero tuvo buena acogida a nivel de la justicia federal. El continuar con estas tareas y el hecho de que no tuviéramos “competencia” facilitó nuestra supervivencia.

¿Qué período histórico de nuestro país aun no ha podido ser incorporado al rescate de la antropología forense?

En Argentina el horizonte está definido y el trabajo es finito, en algún momento se va a poder terminar porque ya no habrá más cuerpos por exhumar. Esto es una perspectiva nueva, antes no sabíamos si este trabajo alguna vez se podría terminar y por lo menos para Argentina creo que eso va a ser posible. Situamos lo forense y le damos una profundidad temporal limitada. Tratamos de no incurrir, salvo excepciones, en la 'arqueología histórica', la aplicación de la antropología forense a restos que tengan más de 60 u 80 años de antigüedad.  Fue importante haber incorporado el recurso de la genética molecular que significó un cambio en la cantidad de identificaciones que se pueden establecer.

¿Qué conclusión tiene sobre estos 30 años de democracia? ¿Qué cambios o avances puede notar?

Uno de los más importantes es el hecho de que ya no están en nuestro horizonte imaginario ni conceptual las Fuerzas Armadas como un actor normal y natural de la resolución de lo político, que fue la forma en que nos socializamos como miembros de esta comunidad los que nacimos hace muchos años. No se han igualado en Latinoamérica las marcas logradas en Argentina, desde el Juicio a las Juntas al sentido común que compartimos diversas generaciones.  Hay también muchas cosas pendientes, como por ejemplo un mayor cuidado por las nuevas generaciones que están siendo muy poco cuidadas por nuestra comunidad, o reparar el déficit en la educación que tiene consecuencias graves y de largo alcance.


Darío Olmo

Es Licenciado en Ciencias Antropológicas, miembro fundador, presidente desde 1997 hasta 2003 e investigador del Equipo Argentino de Antropología Forense. Como integrante del Equipo efectuó investigaciones en Argentina, Uruguay, Bolivia, Chile, Perú, Colombia, Venezuela, Brasil, Paraguay, Panamá, Honduras, Guatemala, Kosovo y República Democrática del Congo.  Entre 2008 y 2011 se desempeñó como Subsecretario de Derechos Humanos de la Provincia de Córdoba. Es editor de dos libros y autor de diversos artículos de investigación. En la actualidad es Profesor Titular de la Universidad Nacional de Córdoba./AC-FACSO