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Especial Malvinas: Primera parte

Trasfondo y huellas de Malvinas

En 1982 tres jóvenes olavarrienses se convirtieron repentinamente en soldados de una guerra que jamás imaginaron. Las experiencias, los recuerdos y las marcas que dimensionan un conflicto que cambió sus vidas.

Muchos libros y revistas forman parte de la biblioteca Crucero General Belgrano. Una mesa y varias sillas pueblan el lugar. Allí esperan José Néstor Mayi (51 años, veterano de la Compañía de la Policía Militar 181 y actual vicepresidente de la Asociación de ex Combatientes de Malvinas), Ricardo Moreno (51, parte del Batallón 181, también miembro de la Asociación y estudiante de la Facultad de Ciencias Sociales) y José María Trinchín (55, parte de la Marina embarcada en el Buque Bouchard, hoy presidente de la Asociación y empleado del Consejo Escolar de Olavarría). Un cálido apretón de manos da inicio a una charla con sensaciones encontradas y una emoción especial. Un sentimiento único como el amor que aún perdura por aquellas Islas lejanas, nebulosas y por siempre argentinas.

¿Cómo eran sus adolescencias en Olavarría?

José Mayi: No fue muy diferente a la juventud de aquella época. Éramos personas comunes: gente de trabajo, todos hijos de obreros. Yo no estudiaba ninguna carrera, estaba tratando de terminar el secundario un poco a los “ponchazos”. No teníamos la mente puesta en nada de lo que podía llegar a significar una guerra. Mi sueño de chico era ser soldado, pero nada más que eso. Nunca se me cruzó por la cabeza lo que podía llegar a pasar.

Ricardo Moreno: Mi vida era normal. Siempre fui un pibe de barrio que tenía sus sueños. Éramos muy humildes. Recuerdo que me gustaba jugar al fútbol, juntarme con los vecinos. Todo muy sano. La verdad que éramos felices y estábamos siempre contentos.

José María Trinchín: Mi adolescencia la pasé parte en Loma Negra y parte en la Armada. Terminé la Escuela Primaria en el ‘72 e hice la Secundaria en Loma Negra en la Escuela Profesional N°3. Después comencé a trabajar en Olavarría, así que de día trabajaba y de noche estudiaba.

¿Dónde y cómo se enteraron que viajarían a Malvinas?

Mayi: Cuando se tomaron las Malvinas yo estaba en el Regimiento de Bahía Blanca. Recuerdo que se izó la bandera, se cantó el himno y ahí nos comunicaron que se habían ocupado las Islas. En realidad, nosotros pensamos que se encargarían los que estaban allá. Lo que menos pensás es que te van a llamar justo a vos. Nos dieron la orden de preparar todo el equipo y me dijeron que tenía que estar en la Policía Militar. Todo fue en secreto, era parte de una estrategia militar que se llamó “Operación Rosario” implementada para que no se enteren los ingleses.

Trinchín: Yo estaba en el buque Bouchard y me enteré de golpe. En ese momento estábamos haciendo un operativo junto a fuerzas de la Marina uruguaya. Fuimos a Mar del Plata y de ahí salimos directamente hacia Malvinas. Al estar embarcados estuvimos presentes el 1° de abril a la noche. Antes del desembarco nosotros estábamos desplazando a las unidades que estaban en la zona. Lo que hacíamos se llamaba “punta de flecha”: íbamos adelante, sacábamos a los buques que estaban pescando y detrás nuestro venían las Fuerzas de desembarco. Aproximadamente estuvimos a 5 kilómetros de Malvinas. En realidad, no he pisado Malvinas hasta el día de hoy. Las primeras sensaciones fueron de sorpresa y de alegría. Tanto allá como acá en el continente. Lo demuestran las revistas de la época, la Plaza de Mayo y las grandes ciudades. Toda la gente celebraba la recuperación de las Islas, no como un hecho político y/o militar sino como un hecho histórico.

Moreno: El solo hecho de ir a la Colimba me preocupaba un poco, presentía que podíamos llegar a pasar un mal momento. Fui con ese miedo al Ejército. Estaba un poco atemorizado porque habíamos vivido situaciones complejas. En aquel tiempo había muerto mi primo (el abogado laboralista Carlos Alberto Moreno, víctima de la última dictadura cívico-militar). Además tenía un poco de temor por lo que había pasado en 1978 con los chilenos en el Canal de Beagle. Pensé que el destino era ése y no Malvinas. Nos embarcaron a las Islas un 28 de marzo arriba de un “rompe hielos” y el 2 de abril llegamos. Entramos a Puerto Argentino y vivimos la situación en carne propia. No lo podíamos creer. Nos llevaron escondidos y sin destino. A pesar de eso sentía alegría. Tenía la sensación de que podíamos vivir un momento histórico en la vida de los argentinos. Igualmente me preguntaba: “¿Qué hago acá con 18 años, un fusil en la mano y hecho todo un Rambo?”.

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Las Islas Malvinas permanecerán por siempre en la piel de Ricardo Moreno./Foto: Yamila Palma. Agencia Comunica.

 

¿Cómo fue la llegada a las Islas?

Trinchín: Recuerdo que el 1° de mayo se hizo una formación especial en el buque y se desplegó el pabellón de guerra. A la noche, cuando entramos en zona de conflicto, se izó la bandera, el comandante dijo unas palabras y se cantó el himno. Todos gritamos “¡viva la patria!”, sabiendo que a partir de ese momento entrábamos en combate. Navegamos el primer día y al siguiente hundieron al Crucero General Belgrano. Nosotros formábamos un grupo de tareas junto al Crucero y al destructor “Piedra Buena”. El 2 de mayo fue un día muy importante para mí, fue un volver a nacer. Cada aniversario de ese día es como un cumpleaños. Al Belgrano lo hundieron y murieron 323 compañeros. Al Bouchard, que era donde yo estaba, no lo hundieron pero fue gravemente averiado. Nos dejaron con un solo motor (ese buque tenía dos) y corrimos el riesgo de hundirnos.

Mayi: Yo estuve en Puerto Argentino que hasta ese momento era Puerto Stanley. En la zona estaba con la Policía Militar. Ahí nos tocó cubrir varios sectores de las Islas. Por ejemplo la custodia de la casa del gobernador, la comisaría, la planta de agua, la planta de YPF. Después estuvimos en el cuartel del Royal Marine y también en el aeropuerto. Teníamos un lugar de patrulla de todo el territorio. Lo que más recuerdo es la compañía de la Policía Militar y el Batallón 181 donde estuve con Ricardo. En realidad éramos del mismo Batallón pero cumplíamos diferentes funciones.

Moreno: Allá veíamos algo distinto, totalmente diferente a lo que es Olavarría. Era un clima muy adverso. Todo era frío, viento y tormenta. Me acuerdo que lloviznaba seguido. Siempre recuerdo que el día que nos rendimos ya caía nieve. En mi batallón había dos o tres compañías. Recuerdo la Policía Militar “A” y “B”, que fueron distribuidas en todas partes. A mí me tocó Puerto Argentino (ex Puerto Stanley) y después me llevaron a Moody Brook (“Arroyo caprichoso”). Luego nos replegamos. Estuve cerca de los combates pero no participé directamente porque nos tuvimos que replegar. La verdad es que vivimos situaciones límite. Era una tómbola el lugar que te tocaba. Podías combatir o no, morir o no. En estas cuestiones para mí incide el destino. Me acuerdo que estábamos todo el día orando con la Biblia. Creo que Dios me protegió.

En ese contexto ¿Cómo era la relación con los superiores?

Trinchín: En lo que respecta específicamente a mi unidad el vínculo era correcto. Te doy un ejemplo: pasaron 32 años y toda la tripulación del buque nos juntamos dos veces al año. Hace quince días nos juntamos en Punta Lara, en La Plata, y estuvo el comandante, todos los jefes, los oficiales, los sub oficiales y hasta la jerarquía más baja. Pero desconozco lo que ocurrió en otros lugares.

Mayi: Yo tuve buen trato aunque en general hubo muchos abusos. Teníamos pocos meses de instrucción, recién éramos incorporados a las Fuerzas. Nos quisieron hacer creer que éramos soldados y todavía éramos jóvenes sin formación. Nos exigían más de lo que podíamos dar y nos castigaban muchas veces por cosas que no podíamos hacer. El maltrato, muchas veces, venía desde los mandos bajos. De muchas de las cosas que sucedieron en Malvinas los superiores no se habían enterado.

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José Mayi es parte del libro “La pasión según Malvinas” de Kasanzew./Foto: Yamila Palma. Agencia Comunica. 

Moreno: En mi caso el trato con los superiores fue bueno. No tuve muchos inconvenientes, sí hubo algunas cuestiones de por medio pero no viví los estaqueamientos. Sí pasé hambre y contamos con una gran desinformación pero no al extremo de que me hayan apuntado. Como en toda guerra hay situaciones límites, se vive con mucha tensión. 

De una vida tranquila y llena de sueños al persistente frío de unas Islas tanto extrañas como propias. Un paisaje desolado y gris que terminaría configurando los recuerdos más tristes y dolorosos. Ante la angustia quedaba una sensación de calma ante el regreso a casa y el reencuentro con los afectos. Los tiempos por venir presentarían diversos escenarios de un combate que se libraría en diversos planos. /AC-FACSO