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Educación

“Hay que abordar la sexualidad de forma plural, seria y con rigor analítico”

En el marco de la jornada “Diversxs e Iguales”, Diego Sempol, doctor en Ciencias Sociales, analizó la importancia del tratamiento de temáticas de sexualidad y género en las escuelas, el trabajo y la mirada que se presenta desde los docentes y el panorama de su implementación en América Latina.

 

Este miércoles se realizó la segunda edición de la jornada “Diversxs e Iguales”. En el Centro de Exposiciones Municipal de Olavarría (CEMO) participaron estudiantes de los terceros años de las escuelas secundarias del partido de Olavarría, de la modalidad de adultos espacio FIT y del nivel secundario de escuelas especiales, tanto del ámbito público como privado. A partir de la sanción de la Ley Nacional Nº 26150 de Educación Sexual Integral (ESI), los educadores poseen una herramienta que los avala y legitima para abordar la educación sexual. La normativa obliga a todas las escuelas y modalidades, de gestión estatal como privada, a enseñar Educación Sexual Integral, constituyéndola en un derecho para todos los estudiantes.

El encuentro tuvo la finalidad de ofrecer oportunidades de ampliar el horizonte cultural desde el cual cada estudiante desarrolla plenamente su subjetividad, reconociendo sus derechos y responsabilidades como así también para respetar y reconocer los derechos y responsabilidades de las otras personas. En el marco de la Mesa Contra la Violencia Familiar y de Género de Olavarría, se construyó este espacio propiciado por la Dirección de Psicología Comunitaria y Pedagogía Social con sus Equipos Interdisciplinarios Distritales, en representación de la Jefatura Distrital de Educación, en conjunto con Educación Secundaria y el Programa Che Sida de la Facultad de Ciencias Sociales (UNICEN).

Entre los participantes de la jornada estuvo presente Diego Sempol, doctor e investigador en Ciencias Sociales (Universidad de la República, Uruguay). En entrevista con Radio Universidad, Sempol repasó los desafíos de formarse en cuestiones de sexualidad y género, las perspectivas de implementación en América Latina y el trabajo de estas temáticas con adolescentes.

Pensando que la charla fue dirigida también a docentes, ¿Cómo crees que forman quienes nos enseñan?

El objetivo es empezar a pensar un tema que es central tanto para Argentina como para Uruguay, que es la relación que tiene que haber entre el avance jurídico de la conquista normativa y el reconocimiento a la población LGBT; y además lo que son nuestras formaciones necesarias dentro del ámbito educativo. Hay un gran desfasaje entre los que enseñan y las prácticas educativas y lo que son los marcos normativos. El objetivo de esta conferencia era empezar a pensar cuestiones sobre las que tenemos que problematizar, que cosas tenemos que modificar para volver a los centros educativos más amigables realmente para toda la población.

Los docentes normalmente tenemos una formación deficitaria en esta área. Se nos enseña mucho los contenidos que vamos a abordar dentro del espacio educativo; se nos enseñan muchas cuestiones que tienen que ver con lo didáctico y pedagógico pero poco sobre la política sexo genérica que tenemos en nuestras prácticas cotidianas. La idea es empezar a construir espacios de discusión y de intercambio dónde podamos ponernos de acuerdo y mínimamente construir escenarios distintos al actual.

¿Crees que hay un aspecto de resistencia? ¿Hay buena predisposición por parte de los docentes además de entender que hay una deficiencia quizás en su capacitación?

El colectivo docente es muy heterogéneo y hay una pluralidad de situaciones con respecto a este tema. Hay actores docentes que están empoderados con esta agenda y que quieren iniciar las transformaciones. Después hay grupos que son docentes por descarte, trabajan pero en realidad su vocación no está ligada a esto y por lo tanto son bastante difíciles de influenciar para una transformación institucional. Por último, hay actores que por su creencia religiosa, por sus percepciones valorativas, tienden a creer más allá de los consensos democráticos que hemos llegado como sociedad, tanto en Argentina como en Uruguay. Más allá de las creencias individuales de cada uno, en nuestros roles estatales dentro del sistema educativo tenemos que inscribirnos al sistema normativo en el cual estamos insertos.

¿Cuál es la tarea de la discusión y el trabajo en las escuelas para combatir contra hechos de violencia u hostigamiento que suelen existir?

La educación tiene un rol fundamental en lo que es acercar a los estudiantes información científica y confiable sobre cuestiones que tiene que ver con diversidad sexual y la sexualidad en general. La sexualidad es una parte central y constitutiva de la identidad de cualquier persona. El desafío es que la educación aborde su tratamiento de una forma plural, seria y con rigor analítico que permita un escenario garantista. Transformar los imaginarios colectivos tiene mucho que ver con la educación: transformar el machismo reinante y las visiones discriminadoras tiene que ver con la educación.

¿Cuánto crees que el contexto condiciona a todos estos avances?

La población, tanto en Argentina como en Uruguay, sufre una especie de analfabetismo sexual. La mayoría de la gente no tiene formación sistemática en las cuestiones de sexualidad, reproduce acríticamente una cantidad de mitologías o creencias sobre lo que es el cuerpo. Lo “normal”, lo “deseable”, lo “esperable”. En muchos casos, son ideas del siglo XIX que han sido transmitidas de generación en generación. Esto conspira contra un escenario de convivencia en el cual la gente sea tratada con reconocimiento y dignidad, conspira contra la posibilidad de igualdad, conspira contra la lucha ante las formas de violencia de género. El hombre golpeador y que asesina mujeres no es una persona que surge de la nada sino que es parte de un proceso de socialización donde se le enseña que ser hombre es imponerse a través de la violencia, donde se le enseña que ser hombre significa no tener emocionalidad. Entonces, el único sentimiento que puede habitar es el de la bronca y lo actúa de forma cotidiana.

Y esto nace en el ámbito familiar pero también en el ámbito educativo, donde están los desempeños que se esperan para un estudiante según su género. Se espera que ellas sean emocionales y prolijas; y que ellos sean firmes, desprolijos y que de alguna forma tengan más propensión a la actividad física. El sistema educativo intercepta muchos de estos problemas. No se le puede pedir a la educación que resuelva todos los problemas sociales porque sino en realidad evitamos el debate de fondo. Hay problemas que trascienden la educación y que la complejidad los implica pero va mucho más allá de ese espacio.

¿Cuál es la respuesta que están visualizando de parte de los adolescentes que se enfrentan a estas discusiones?

Lo que veo es que estos temas son mucho más conflictivos para los grandes que para los jóvenes. Los adolescentes han normalizado de forma muy importante estos cambios civilizatorios que estamos viendo actualmente. Y esto tiene que ver con el impacto de los medios masivos de comunicación, de que casi todas las series tienen un personaje gay o un personaje lésbico. Hay un proceso de transformación bastante importante. Es verdad que subsisten problemas de discriminación y problemas de violencia a nivel institucional pero el sentido común dentro de los adolescentes es bastante amigable con toda esta agenda. El problema lo tenemos los más grandes que hemos sido socializados en otros regímenes históricos.

¿Cómo se presenta esta discusión en América Latina?

Tanto en Argentina como en Uruguay estamos haciendo punta en este debate. Pero el escenario de América Latina es bastante desalentador y tiene que ver con que hay una especie de rebrote de las olas conservadoras fundamentalistas, en particular de las iglesias evangélicas que quieren desafiar lo que ha sido la tradicional división de lo que son los roles del Estado: el Estado garantista de derechos y lo que son las creencias religiosas. El evangelismo fundamentalista está en una lógica de un sistema casi teocrático, donde se espera que el estado esté subsumido a las creencias religiosas de estos grupos. Y esta avanzada se da en países como Paraguay, Perú, Colombia, Brasil o Panamá.