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Género

Volver a gritar

En Olavarría “Ni una menos, vivas nos queremos” no sólo es una consigna. Es un grito imperioso que se inscribe en la necesidad y en la urgencia de la exigencia inmediata de leyes y de diferentes acciones para desentrañar la trama patriarcal que provoca, en última instancia, los femicidios.

 

A las 13 hs del miércoles 19 de octubre, el comedor universitario se colmó con personas de diversos claustros para ponerle contenido al paro de  mujeres que se había convocado para dicho horario. Ese contenido consistió en un largo debate donde se señalaron diferentes acciones que la Universidad y la Facultad, como actores fundamentales en la trama de significados culturales que se producen socialmente, puede ofrecer para la discusión, problematización y acciones vinculantes para abordar la problemática de la violencia de género. En la asamblea se dio a conocer que la Facultad de Ciencias Sociales tiene aprobado un protocolo de actuación para abordar casos que impliquen este tipo de violencias.

El poder de marchar

El día nublado pareció ser un reflejo de las prendas negras que eligieron para vestirse quienes se reunieron en el Paseo Jesús Mendia. Lo negro como símbolo de luto, pero también como un símbolo que se resquebraja porque hay una urgencia, una exigencia absoluta que se vuelve imperiosa: expresar el “Basta de femicidios”. La desigualdad cotidiana que viven las mujeres refleja a estos hechos no como individuales sino como colectivos. De allí que la respuesta sea colectiva y diversa. “Esto es algo que involucra a toda la sociedad. No solo te tienen que pasar cosas. Sabemos lo que está pasando a nivel país. Es un adelanto para nuestra comunidad el acompañar a la gente organizadora de estas marchas. Yo creo que hay que estar siempre en la calle cuando el derecho es justo”, expresó Cristina Amelian, Secretaría General de ATE. La interpelación del “BASTA” tiene una multiplicidad de destinatarios pero hay uno que aparece una y otra vez. “Es importante que el Estado se responsabilice por las cosas que están pasando y que tome acciones políticas para poder controlar estas situaciones”, señaló Marina Maíz, estudiante de Trabajo Social. El Estado, también aparece referenciado en forma de poder judicial. “Vine por las aberraciones que están pasando. Tengo dos hijas mujeres. Me duele mucho lo que está pasando en el país. Yo creo que el Estado y la Justicia tienen que llevar la bandera de la gente”, detalló Griselda,  trabajadora del Programa Envión.

El Estado como una organización social, política, económica y cultural constituida sobre una estructura patriarcal es en gran parte a quién van dirigidas las exigencias. ¿Por qué? Porque los datos, las estadísticas, los nombres de víctimas y victimarios, las historias, las complicidades judiciales, morales, son más que suficientes. Por eso la marcha. Por eso ocupar las calles. La violencia ejercida diariamente contra las mujeres no se detiene. Día a día, se dan a conocer más casos de mujeres muertas por hombres. Una mujer asesinada por decir que no. Otra mujer por querer decidir qué hacer con su vida. No son casos aislados. Son muertes, femicidios entramados en una relación de dominación y de poder desigual frente a una cultura machista, una justicia misógina que hace ir presa a una mujer por un aborto espontáneo, como el caso de Belén en Tucumán. O como el reciente caso de Lucía Pérez, que aún la justicia sigue caracterizándolo como “Homicidio”.

La murga Arrebatando Lágrimas, la coreografía de Arte Danza, dos representantes de Teatro haciendo la lectura de un guión, los carteles hechos en casa, fueron una muestra de la transversalidad, creatividad y  sensibilidad de gran parte de la sociedad que atraviesa todas las emociones: rabia,  impotencia,  dolor,  tristeza, miedo, y que siente y vivencia la impunidad por ver cómo opera cotidianamente la violencia machista, el acoso, sobre ellas, sus amigas, sus hermanas, sus madres, sobre sus cuerpos. “Las mujeres no sabemos si volvemos, te da miedo ser mujer. Es muy feo lo que está pasando. Por eso vine a la marcha, para decir basta”, dijo emocionada Sol, una joven estudiante secundaria. Romina, una joven de unos 22 años, también explicó su presencia en la marcha por la fragilidad en la que se vive por ser mujer en una sociedad machista: “Trabajo en un pelotero y vine a la marcha por todo lo que está pasando. Y también porque estamos cansadas de tener que andar con tanta precaución, tanto miedo, de tener que llegar a un lugar y avisar si estás bien, si llegaste”. Denise, quien está terminando la escuela secundaria, también hizo explícito que el hecho de ser mujer tiene toda una serie de implicancias que las hace estar en riesgo permanente. “Estoy acá porque soy mujer. Tengo hermanas, madre, amigas y no me gustaría que esto les a ellas o a mí”, manifestó.

“Ojalá esto genere conciencia a nivel simbólico y que repensemos cómo nos vinculamos, como son nuestras prácticas en lo cotidiano”, señaló Carlos, integrante de CHE SIDA, a la vez que ofreció algunas claves para pensar y desarticular la violencia machista. “Me parece que hay que cambiar una matriz cultural. El desafío es impresionante y la educación tiene mucho que ver. Tenemos que lograr que el violento sienta vergüenza, que algo lo pare. Las leyes, lo punitivo, no lo paran, está claro”, afirmó.

Si se pude pensar al femicidio como la expresión última de toda una serie de violencias precedentes, es fundamental el diseño y la implementación de estrategias colectivas y culturales que puedan intervenir en esos intersticios donde se va tramando la violencia. Romina, estudiante de Psicología e integrante de la Juventud Guevarista lo ejemplifica: “La idea de la lucha es atacar todo lo previo a ello para que no se llegue a un femicidio. Va a ser una lucha muy larga y compleja porque es cultural. El machismo atraviesa todas las instituciones y siempre se está del lado del violento. Siempre lo más urgente son las leyes y que el Estado esté presente atendiendo las denuncias. Es necesario, además, que las escuelas empiecen a trabajar con perspectiva de género”.

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Si se caracteriza a las instituciones educativas como el lugar en donde se teje la trama significacional de toda forma cultural de organizar a la sociedad, su participación en la deconstrucción y desnaturalización de las formas que asume la dominación patriarcal es fundamental. Manuela, una estudiante de Historia del Instituto Superior de Formación Docente (ISFD) N°22 puso en evidencia una contradicción grave: “Me parece que el Instituto al que asisto tendría que estar presente. Se armó una movida para que se corten las clases para poder venir, se juntaron firmas... pero la directora canceló todo porque ‘desde arriba’ no había nada planificado”. Esta complejidad y contradicciones que emergen en las instituciones educativas parecen replicar lo que pasa en las calles. Son las mujeres, las personas movilizadas y acompañando, quienes colectivamente elaboran reclamos y exigencias. “Hicieron una campaña en el Centro de Estudiantes del Instituto para que viniéramos a acompañar esta lucha, que es un desafío de toda la sociedad para terminar con los femicidios y con todas las formas de violencia hacia las mujeres”, indicó Fabián, estudiante de Matemática del mismo ISFD N°22 quien también se acercó a la marcha.

Durante la marcha se pudo ver los carteles del “Ni un menos” pegados en muchas vidrieras de los negocios céntricos. Quienes estaban trabajando, desde la vereda aplaudían y apoyaban la manifestación. “La violencia hacia la mujer no es algo nuevo. Desde mi experiencia como militante de Derechos Humanos puedo decir que antes estaba más tapado. Pero ahora la mujer empezó a ser independiente, a defenderse, a denunciar”, manifestó Rosa Iguerategui, quien además sostuvo que “los organismos lo tienen que tomar con seriedad, incluso el Estado. Hoy a la mañana acabamos de escuchar que sacan el lugar donde las mujeres podían denunciar”. Tachi se refiere al proyecto oficial de modificación del Ministerio Público fiscal, que cuenta con dictamen de mayoría en el Congreso, y que elimina la única unidad del país especializada en la Investigación de femicidios y violencia contra las mujeres (la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres).

Durante la lectura de los documentos hubo pasajes muy aplaudidos, como cuando se mencionó que no se efectúa el seguimiento de las personas sentenciadas, destacando el hecho que el número de sentencias son mínimas comparadas con las denuncias. También hubo un apoyo cuando se pidió por el avance en la Ley para el Aborto legal, seguro y gratuito, además del reclamo de libertad para las presas por abortar. Otro pasaje muy reconocido fue cuando se hizo un llamado a la gestión actual. “Al Gobierno Municipal de Olavarría le exigimos la implementación sexual integral en los Centros de Día Municipales, como así también en todas las instituciones educativas. Garantizar pensión a todas las víctimas de violencia, implementar el monitoreo electrónico de los victimarios para asegurar que no violen las restricciones de acercamiento que les impone la justicia. Pedimos al Estado municipal y le exigimos que implemente capacitaciones para lograr aplicaciones responsables del protocolo para la atención integral de las personas con derecho a la interrupción legal del embarazo.  Y por último, hijos e hijas de mujeres asesinadas que quedaron sin madre, una pronta atención por parte del Estado ante esa situación”.

Lo que la marcha dejó y lo que aún falta

El miércoles 19 de Octubre no fue un miércoles negro y de lluvia más. Fue otro punto bisagra en la construcción de una lucha que comenzó a consolidarse el 3 de junio de 2015 en donde se pudo enunciar pública y masivamente que los femicidios no eran sólo una cuestión de seguridad sino que respondían a una estructura de violencia patriarcal. Y que era imprescindible el abordaje integral para la prevención de la misma. En esta ocasión, si bien el negro predominaba como un color, también hubo lugar para los abrazos, las sonrisas de tener la certeza que cada vez son más las personas que se sienten movilizadas, interpeladas y que se suman a esta lucha colectiva.

Ya la legitimidad pública de la lucha y la visibilidad de la misma parecen haberse afirmado como un colectivo social que abarca una diversidad de actores que han desarrollado un trabajo importante para desnaturalizar el machismo en sus diversas formas. Ante esto, es probable que los acosadores y los golpeadores ya no circulen con tranquilidad ante una sociedad que reacciona con más fuerza y determinación ante los aberrantes femicidios. Las manifestaciones públicas, el ganar la calle, generaron elevar la conciencia y darle el reconocimiento necesario al problema. Cambiar un paradigma requiere de una fortaleza colectiva enorme. Se va avanzar, se encontrarán obstáculos en el camino, como esas instituciones que se niegan a abrir sus espacios a la discusión, pero se sabe que si los límites a las violencias no los ponen el Estado y la Justicia, las calles van a estar llenas, como ocurrió el 19 de octubre en todo el país. En cada lugar hay que sostener con firmeza una certeza imprescindible: Terminar de una vez con la violencia patriarcal./AC-FACSO