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Hogares Municipales de Olavarría

titsraiCómo es el funcionamiento de Peñihuén, Namasté y La Casa del Adolescente, los tres hogares pertenecientes al municipio. El ingreso y egreso de un niño o niña a la institución y la protección que garantice sentirse como “en sus casas”.

 

Por Sol Sraiber

“Cuando uno va a los hogares se sorprende y desarma el mito de pensar que los nenes del hogar están solos y abandonados”, cuenta Emilia Vales, trabajadora social del Servicio Local de Olavarría. “El clima del hogar es muy familiar, tienen una dinámica de casa. Las personas que trabajan ahí tienen buen trato con los chicos, van conociendo sus gustos y hasta los malcrían, es un trato personalizado”, agrega Emilia haciendo referencia al hogar de niños Peñihuén, Namasté y La Casa del Adolescente, las tres instituciones que dependen del gobierno municipal de Olavarría.

La Ley Nacional Nº 26.601 de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes sostiene que el Estado debe responsabilizarse de garantizar una protección integral. El objetivo es brindar el máximo resguardo a quienes se encuentran en vulnerabilidad de derechos y que el hogar sea solo un espacio de tránsito que ayude a restituir cuestiones familiares.

¿En qué circunstancias se decide institucionalizar a un niño o niña en un hogar? El primer paso es la existencia de una denuncia de violencia familiar en el Juzgado de Familia. “Hoy en día llegan 10 denuncias por día”, afirma Santiago Pacheco, empleado de la institución. Posteriormente se cita a la persona a ratificar la denuncia y se realiza un análisis de riesgo junto con un equipo técnico de profesionales para determinar las medidas a seguir. En el caso de que estén involucrados menores, se traslada la situación familiar al Servicio Local de Promoción y Protección de los Derechos del Niño, que pertenece a la subsecretaría de Derechos, Igualdad y Oportunidades, a cargo de Dolores Muro.

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Cuando el Servicio Local toma conocimiento de una situación de posible vulneración de derechos, comienza a intervenir e implementar todas las estrategias para revertir esa situación: se propone trabajar con la familia en diferentes programas y, en el caso de que el motivo de la denuncia de riesgo no se revierta el Servicio Local, sugiere tomar una “Medida de Abrigo”, que es la última instancia. Antes de que el niño o niña se institucionalice en un hogar se prioriza que pueda estar con algún miembro familiar y, en el caso de que no haya ningún familiar que pueda hacerse cargo se sugiere la medida de abrigo, que debe ser legalizada y controlada por el Juzgado de Familia.

Las medidas de abrigo tienen un plazo legal de 180 días y si falta tiempo para revertir la situación se otorga una prórroga de 45 días. “Las medidas de abrigo son excepcionales y transitorias. El objetivo es revertir la situación de los nenes y que ellos puedan regresar a su familia de origen”, expresó Valeria Chiramberro, directora de Niñez, Adolescencia y Adicciones.

Los niños y niñas que ingresan a los hogares llevan una vida normal, se intenta que, si bien no viven con su familia, se sientan como en su casa. “Van a la escuela, concurren a centros de día, se buscan actividades puntuales en cuanto al deseo de cada niño, tienen todos los controles de salud garantizados, tanto las urgencias como los controles mensuales de niño sano. Se trata de sumar a la familia en esos controles también para que participen”, contó Valeria.

Si en ese tiempo la familia no modifica la situación, se sugiere al juzgado el estado de adoptabilidad del niño, y es éste quien resuelve basado en el trabajo de campo que realiza el equipo técnico del hogar y el Servicio Local. Si el juzgado acepta, se empieza a buscar una familia adoptiva. “Los adoptantes se deben anotar en el registro único de adoptantes, se realizan entrevistas con el equipo técnico, con psicólogos y cuando se determina que una pareja o una persona sola está apta para adoptar y existe la posibilidad de vincularlo con alguno de los chicos, se busca compatibilizar con el niño de a poco, lo que a la larga puede derivar en una adopción”, explicó Pacheco.

El secretario de Desarrollo Humano y Calidad de Vida, Diego Robbiani, cuenta que ha avanzado la cuestión de los hogares municipales en la ciudad y se han mejorado las condiciones del personal. “Aproximadamente hoy en Namasté tenemos 11 chicos, y en Peñihuén tenemos 18. Cinco de ellos en condiciones de adoptabilidad. Eso es muy positivo porque hay muchas familias que quieren asumir esa responsabilidad y para nosotros es llegar al punto máximo como objetivo para que el chico tenga un futuro mejor”, expresó Robbiani. Ambos hogares alojan a niños de 0 a 12 años, mientras que en la Casa del Adolescente aloja a chicos y chicas entre 12 y 18 años. Hay aproximadamente 7 en el lugar, lo que requiere trabajar con otra temática.

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Una de las problemáticas de la Casa del Adolescente es que, al ser más grandes, es difícil que puedan ser adoptados, por lo que se intenta que ellos puedan aceptar la familia que les tocó y logren resguardarse y fortalecerse. “En adolescentes es distinto, hay chicos que hoy están eligiendo quedarse en el hogar, se trabaja mucho con la autonomía de los chicos y que ellos puedan decidir dónde quieren estar”, contó Emilia Vales.

La tarea del servicio local es difícil ya que se debe lograr que una familia vuelva a conformarse, sumado a que las situaciones de violencia han ido creciendo por el propio problema social. “El equipo de trabajo tiene mucha vocación porque sin vocación no se puede trabajar en la cuestión social. Lleva mucho trabajo y frustraciones, si algo tiene mi equipo de trabajo es compromiso”, señaló Robbiani.

Para concluir cabe destacar que los hogares municipales existen como un espacio de tránsito para contener y respaldar al niño o niña que ve vulnerado sus derechos. Si bien se intenta que puedan sentirse como en sus casas a pesar de que no lo estén, el objetivo principal es analizar su problemática y tratar su situación para que dentro de un plazo determinado puedan regresar con sus familias. Para ello es imprescindible eliminar el mito que supone que los menores que viven en un hogar están abandonados y solos.


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* Trabajo presentado en la cátedra Redacción Periodística I de la carrera de Periodismo.