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La escuela rural N°44 “José Ignacio Gorriti” de León se encuentra ubicada a 25 kilómetros de la ciudad de San Salvador de Jujuy. Allí acuden más de 80 chicos que viven en la zona montañosa y caminan hasta 16 horas para llegar. Una realidad compleja donde predominan el esfuerzo y la solidaridad.

 

Por Lisi Batres

El colectivo se detuvo varios kilómetros antes de llegar a San Salvador de Jujuy. Los pasajeros del viaje turístico empezamos a cruzar miradas tratando de interpretar qué había sucedido. Oscar, el coordinador del viaje, apareció rápidamente para despejar nuestras dudas: “Estamos en la escuela rural N°44 “José Ignacio Gorriti” de la localidad de León. Voy a dejar ropa que traje para los chicos. Quien quiera bajar a conocer puede hacerlo...”, explicó. Anteriormente, Oscar había mencionado que en cada uno de sus viajes lleva alimentos y ropa a las escuelas más carenciadas por las que pasa regularmente. Tomé mi cámara de fotos y mi celular con el objetivo de hacer algunos registros y bajé del colectivo junto con gran parte del grupo. El aire fresco y el canto de los pájaros tornaba agradable el lugar. Apenas pasamos el cartel que indicaba el nombre de la escuela, varios niños y niñas de alrededor de 6 años vinieron corriendo a saludarnos. Sin conocernos nos recibían con la mejor de sus sonrisas, dispuestos a mostrarnos un poco de sus vidas.

Ya en la escuela nos recibió Héctor Carrizo, uno de los maestros que trabaja allí. Contó que alrededor de 80 chicos y chicas acuden a la escuela en el nivel primario. La mayoría de ellos viven con sus familias en la región montañosa que rodea la ciudad de San Salvador de Jujuy. Como no es sencillo trasladarse desde sus casas hasta la escuela, algunos caminan varios kilómetros en ese terreno montañoso para llegar, quedándose de lunes a viernes. “Llegan a tener hasta 16 horas de caminata para llegar a la escuela. Muchas veces salen un día antes y pasan la noche en la casa de un amigo para completar al día siguiente el tramo que falta”, detalló el docente.

El maestro, acompañado por los chicos, nos mostró los salones. También pasamos por una huerta orgánica, delimitada con paredes realizadas con material reciclado. Luego Héctor se detuvo en un lugar en particular: el salón de producción de dulces. Un espacio construido gracias al trabajo y la dedicación de los maestros y de Oscar, el coordinador. “Donde ahora está el salón antes no había más que escombros... Se hizo un esfuerzo muy grande para conseguirlo y eso nos da fuerzas para continuar”, enfatizó el docente. El dulce de cayote, muy popular en la zona, es una de sus especialidades. Los chicos aprendieron a sembrar este fruto y a preparar el dulce. “Cuando empezamos a pensar en esta construcción parecía una locura porque no teníamos un sólo ladrillo. Era un anhelo de Judith, una de las maestras que ahora está jubilada. Y yo la acompañé en ese sueño”, relató emocionado Oscar. El coordinador consiguió aportes de empresas reconocidas de Mar del Plata, lugar donde vive, para que el salón fuera una realidad.

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Oscar trabaja hace más de 30 años en empresas de turismo y siempre creó lazos de solidaridad con escuelas del Norte Argentino. En particular, empezó a vincularse con el establecimiento Nº 44 de León en 1999. “Era una escuela por la que yo pasaba muchísimas veces en cada viaje y un día bajé a dejar ropa. Ellos me recibieron muy agradecidos y empecé a interiorizarme un poco”, resaltó. “Encontrarme con chicos que hacen tanto esfuerzo para ir a la escuela me llevó a prestarles aún más atención”, agregó.

Oscar, además, genera una cadena solidaria a través de los turistas. En cada uno de los viajes que coordina, invita a los pasajeros a conocer estas realidades. Siempre algunos de ellos están dispuestos a colaborar y alcanzan donaciones para que el coordinador pueda llevar en su siguiente viaje. “Soy sólo un nexo. El objetivo es ayudar al que más lo necesita. Cuando uno se siente parte de eso es fabuloso” subrayó. Oscar se encarga de repartir la ropa y los alimentos personalmente, tratando de ayudar a la mayor cantidad de niños y niñas posible. “Lo importante es involucrarse. Siempre hay alguien que necesita un plato de comida, una ropa de abrigo en los meses de frío. No le voy a solucionar los problemas a esas personas pero le voy a alcanzar lo que pueda para ayudar”, finalizó.

En espacios educativos donde apremian las condiciones geográficas y económicas adversas, las acciones solidarias se tornan protagonistas. El esfuerzo y acompañamiento de los docentes y de quienes se acercan a colaborar no sólo genera lazos en la comunidad sino también un mayor bienestar para los niños y niñas que allí concurren./ AC-FACSO