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Bioparque La Máxima: historia y función de un lugar emblemático en la ciudad

Este espacio cuenta con 23 hectáreas ocupadas, más de 100 especies y 30 personas que trabajan en el cuidado del parque y el bienestar de los animales. Flavio Maldonado, Director del Bioparque, explica cómo estos llegan al lugar, el peso que nuestras acciones tienen en las demás especies y la necesidad  de educar por, para y desde la biodiversidad.

 

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Por Eliseo Díaz

 

 

Caminar por La Máxima es entrar a un espacio donde la naturaleza te absorbe, el ruido de los autos es tapado por el cántico de los pájaros, el viento hace sonar las hojas secas del otoño y el aire fresco, por fin, se puede sentir y respirar. A medida que se avanza, gallinas, burros y hasta pavos reales se cruzan en tu camino, corren entre los senderos y se suben sobre grandes cajas de cemento y metal para disfrutar el sol matutino. Con una mirada más exhaustiva se puede ver que esos lugares donde reposan estos simpáticos animales son jaulas, y la vida ahí adentro es diferente. Guacamayos, zorros y monos son algunas de las especies que se encuentran prisioneras por causa de hechos que ellos no cometieron. Nosotros, seres humanos, intentamos domesticarlos, intentamos cazarlos y así terminaron, pagando el precio por errores ajenos. Mirar a los mandriles transmite un sentimiento muy peculiar, quizá porque, si de rama evolutiva hablamos, ellos son nuestros familiares. Con sus rostros consiguen transmitir lo que sienten: Desazón y desamparo… Esperando, sin saberlo, una “digna” muerte.

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Tranquilizad, tristeza y alegría, son sentimientos que se pueden encontrar recorriendo el vasto bosque que ocupa el bioparque La Máxima en Olavarría. Este lugar posee 40 años de historia. Todo comenzó con el secuestro de varios pájaros que un particular tenía en su granja, en aquel entonces un grupo de vecinos buscó fomentar la creación de una casa de pájaros. Posteriormente se incorporaron otras especies y el Monte Sayus se transformó en el Zoológico local. Empezó de forma comunitaria hasta que el Municipio intervino para encargarse de él, así nació La Máxima.

Durante años se llamó Parque Zoológico hasta que en 2011 un cambio de paradigma puso en tensión la denominación que habían adquirido estos lugares.  A los zoológicos se los comenzó a llamar bioparques, y así se hizo con La Máxima. Este era un nombre extraoficial hasta el año 2018 cuando oficialmente, a través de un decreto municipal, logró imponerse.

El cambio de nombre no es solo el reemplazo de una palabra por otra, sino que implica el cambio en la función social que estos espacios adquieren, dejan de ser sólo de exposición de animales exóticos para convertirse en lugares de conservación de especies autóctonas. Es un movimiento que se ha generado en varios ex-zoológicos del país, partiendo por uno de los más importantes como es el de Temaikén en Buenos Aires, y que ha ayudado a empezar a reconstruir la “mala fama” que estos establecimientos habían adquirido.

En la actualidad en el Bioparque La Máxima trabajan 30 personas quienes divididas en diferentes áreas garantizan el cuidado del parque y el bienestar de las más de 100 especies que circulan por las 23 hectáreas ocupadas por el bioparque. Y recibe cerca de 3000 visitantes cada fin de semana según su sitio oficial en Facebook.

 

La misión detrás del cambio de denominación

En los hechos, ser un bioparque implica varias cosas. Lo primero que se implementó en La Máxima es lo que llaman “desalambrar”: que la gente pueda hacer una visita más vivencial, y puedan tener un contacto más directo con los animales. Y que estos posean refugios para resguardarse cuando se sienten abrumados. En segundo lugar se realizó una evaluación para ver qué especie puede estar suelta en el parque, y dentro de ese grupo hacer una observación, animal por animal, para ver cual es posible que, por su actitud (ya que no todos los animales tienen las mismas personalidades), presente algún riesgo para los visitantes.

 

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Por otra parte, una de las acciones más importantes realizadas por La Máxima es la participación en proyectos de conservación a nivel nacional. El primero es el que respecta a los cóndores: han logrado formar 3 parejas reproductivas las cuales han tenido 15 crías, y actualmente 13 de ellas se encuentran en libertad. El proyecto más actual se ocupa de la liberación de guacamayos rojos. Dentro del bioparque se albergan 4 ejemplares de esta especie en peligro de extinción. Otro de sus trabajos se ha dado por causa de la deforestación en los campos de soja, razón por la cual varios pumas han comenzado a aparecer cerca de las ciudades. El bioparque posee una puma la cual están intentando criar en aislación (sin contacto humano), alimentandola con animales vivos y reproduciendo sonidos familiares para poder devolverla a su hábitat.

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Por último, otro de estos trabajos propone la reincorporación a su ambiente natural de pecaríes de collar. Siete ejemplares fueron enviados a la Reserva del Iberá, en Corrientes, donde ya se encuentran en libertad. “Es el proyecto más grande de conservación de Argentina, y desde acá se contribuyó con lo que pudo”, contó Flavio Maldonado, director del bioparque La Máxima. Lo que destacan desde el establecimiento es la capacidad de entregar un animal preparado para la vida en la naturaleza, mediante el cual una institución, con otros recursos y capacitación, pueda realizar el seguimiento adecuado. Este punto es sumamente dificultoso por el trabajo y las responsabilidades que conlleva. Desde el traslado, hasta el paso por diferentes etapas de adaptación antes del momento de la liberación y la prevención de cualquier contratiempo que puede resultar fatal para el animal.

En este sentido el bioparque busca contribuir al fortalecimiento de la fauna regional. “No sirve que yo crié muflones, que no tienen ningún valor en conservación”, explica Maldonado. En este sentido entran los varios animales exóticos que actualmente posee el parque. Los monos, por ejemplo, en cuestión de conservación, no son vistos como algo tan importante como los cóndores, los pecaríes o los guacamayos en tanto no pueden ser devueltos a su hábitat natural porque ya tuvieron contacto con humanos y podrían contagiar enfermedades a su especie. Y por esta razón no son recibidos en las poblaciones originarias. Desde La Máxima plantean que hacen todo lo posible para darles la mejor calidad de vida hasta el momento de su muerte. También intentan evitar la reproducción (o disminuirla al mínimo), así no se genera una “rueda” de animales que luego no se pueden enviar a ningún sitio.

 

Realidad animal

Ante la pregunta ¿Cuál es el origen de los animales? Desde la Máxima explican que la mayoría de los animales dentro de este parque son nacidos en cautiverio en otros zoológicos y bioparques, o son animales de rescate, es decir, que no se pueden devolver a su ambiente natural. Poseen a su vez una gran cantidad de animales que se encuentran en un “limbo jurídico”. Muchos pertenecían al zoológico de La Plata y fueron donados a Olavarría. Aquí los mantienen pero no pueden moverlos a otro parque para brindarles una mejor calidad de vida. De ninguna manera el parque adquiere animales de su hábitat natural para exponerlos.

 

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Hay animales que, en su ambiente natural, dispersan 40 o 50 km de radio; un cóndor, por ejemplo, vuela 300 km en un dia. Actualmente, en el parque poseen espacios bastante reducidos si se consideran estos datos, y es una realidad que desde La Máxima tienen en cuenta. “Cualquier ambiente que vos tengas donde el animal pueda expresar su comportamiento lo más natural posible y donde pueda desarrollar su actividad, está bien”, expresó Maldonado.

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La actividad de un parque zoológico y la vida de los animales dentro de este es un tema clave de la lucha encabezada por las sociedades protectoras de animales. Ante situaciones de planteos de liberación de animales y reclamos, desde La Máxima escuchan todos los comentarios y dedican tiempo a explicar que, en algunos casos, resulta imposible una liberación. Que es dificultoso cambiar de lugar un animal porque pone en riesgo su vida o la de su especie. En relación a esto Maldonado afirmó: “En los casos de reclamos, invitamos a la gente acá, les mostramos lo que hacemos con los animales y les explicamos que el simple hecho de ser verde por ser verde y querer mover a todos los animales no tiene sentido… No hay lugar biológico donde incorporarlos”.

 

“En los casos de reclamos, invitamos a la gente acá, les mostramos lo que hacemos con los animales y les explicamos que el simple hecho de ser verde por ser verde y querer mover a todos los animales no tiene sentido… No hay lugar biológico donde incorporarlos”.

Para un animal que no puede ser devuelto a su hábitat natural existen dos caminos posibles: cuidarlo en cautiverio o aplicar el “rifle sanitario”. “Prefiero tener al mono ahí hasta que muera antes que aplicar el rifle sanitario”, manifestó Maldonado. De los animales de rescate, solo un 5% pueden ser devueltos a la naturaleza, y desde La Máxima consideran que por ese porcentaje vale la pena realizar todo su trabajo.

 

Educación natural

Lo que han hecho personas particulares con estos animales es un intento de mascotización, amansarlos lo más posible. Si nunca hubiesen sido retirados de la naturaleza no llegarían a lugares como estos, y desde el bioparque plantean que es una misión de educación que debe partir desde las instituciones escolares.

Observan que las escuelas son un lugar con el que todavía no se han podido romper algunas barreras. Desde educación inicial y primaria existe una importante cantidad de visitas, pero desde secundaria muy poco. Lo que se proponen desde el parque es generar lazos duraderos con estas instituciones que permita un beneficio mutuo, y es algo que han empezado a lograr. Por ejemplo, en el Colegio Industrial ya es el segundo año de funcionamiento de una jornada de voluntariado que consta de aproximadamente 80 estudiantes. Su función trata de trabajos de pintura, arreglo de coballeras o gallineros y tareas de mantenimiento general. “A nosotros nos ayudan un monton y a ellos les damos una linda experiencia y educación en biodiversidad”, contó el director del establecimiento municipal.

“En 5 años nos vamos a dar cuenta el valor de este parque porque con el nivel de destrucción de la naturaleza, nos vamos a quedar sin nada”


Más allá de las escuelas, desde La Máxima se centran en la importancia de una educación ciudadana en estos aspectos, y que se logre concientizar el daño que nuestras acciones generan tanto en nuestro ecosistema como en los seres vivos que lo componen. En relación a los animales “Si nadie los sacara de la naturaleza no estarían en los bioparques”, enfatizaron. Sobre la concientización del cuidado del ambiente Maldonado agregó: “En 5 años nos vamos a dar cuenta el valor de este parque porque con el nivel de destrucción de la naturaleza, nos vamos a quedar sin nada”.


Las acciones que realizamos no solo van a afectar a nuestras generaciones futuras, están afectando actualmente a todos los seres vivos que componen este planeta; un planeta que a ellos también les pertenece. El cambio provocado en la naturaleza se posa ante nuestros ojos. Se posa cuando vemos un bosque deforestado, cuando pasamos frente a un matadero, cuando la basura en un arroyo no permite siquiera ver el agua debajo de ella y cuando un mono en una jaula nos observa con una mirada que nos atrapa y no nos permite escapar de una realidad de la que somos culpables. Agencia Comunica (FACSO)