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Los vínculos que la pandemia nos dejó

Durante 50 días faltaron los abrazos, los festejos de cumpleaños, las cenas familiares. Y los encuentros de amigos de golpe se dieron por video llamada. Ahora no habrá besos ni manos juntas para saludar. Cómo cambiaron los vínculos durante el aislamiento social y cómo seguirán post pandemia.

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Foto Dante Lartirigoyen

Fernanda Alvarez - Agencia Comunica

11/05/2020

El living se transformó en gimnasio. La cocina en aula virtual. Una parte de la habitación en consultorio psicológico on line. En el medio, lo que se hacía siempre en la casa: cocinar, limpiar, compartir. Compartir y compartir. Con lo bueno y lo no tan bueno de más de un mes de convivencia forzada. ¿Que dejó ese tiempo en cada uno de nosotros y en la sociedad? En principio, nuevas formas de vincularse: hacia adentro de las familias y hacia afuera. Y en muchos casos, hacia uno mismo.
En 50 días se extrañaron hasta a los desconocidos. Algunos vecinos empezaron a saludarse e incluso a registrarse y no faltó quien dijera “no me quejo más de ir a cursar y trabajar”. La tecnología ayudó y se convirtió en el puente para unir afectos y profundizar lazos: “nunca tuvimos tantas videollamadas de a 4”, dicen en el grupo de chat “Amigas de siempre”.
En el otro extremo de la vida, Mabel agradece lo aprendido en el curso de Upami sobre el uso del celular, porque eso le permitió ver las primeras letras escritas en el cuaderno de su nieto. Ahí tampoco faltaron las lágrimas de emoción y la tranquilidad de saberse sanos y cuidados.
La cotidianeidad se trastocó, abrupta y radicalmente. Y los besos y emociones traspasaron pantallas: de hijos que quedaron en otra ciudad, de compañeros de trabajo que se reunieron por chat, de docentes que conocieron a sus estudiantes por zoom y hasta de parejas que hicieron caso al consejo de la presidencia y ejercitaron el sexting. El siglo XXI trajo al Covid 19 y éste a las nuevas formas de relacionarnos. Que, en buena parte, llegaron para quedarse.

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Encontrarse, como sea. El rostro de los abuelos habla de felicidad, porque con miradas también se dice mucho.

 

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Daniela no detuvo su ritmo de trabajo. Enfermera de una sala del conurbano bonaerense, se enfrentó al coronavirus con todas las medidas de seguridad que pudo y volvió a su casa con temor a contagiarse y contagiar. Dentro de su casa hizo deberes, se sumó tareas domésticas “y cociné e hice actividad física en exceso hasta que después se fue calmando todo”.
Es que, para la psicóloga Constanza Massaro, al principio de las medidas de aislamiento se dio “una romantización de la cuarentena. Y se quiso hacer de todo con mucha intensidad. Desde cocinar, trabajar, actividad física, estudiar y hasta la sexualidad, algo que vamos a tener que volver a fogonear, los solos y los en pareja. La intensidad en todo fue disminuyendo con las emociones que nos fueron embargando”.
Es que de la vorágine en que vivíamos a la quietud absoluta en los primeros días hubo solo un paso. “Creo que ya estábamos en nuestra propia cuarentena, con poco tiempo para uno mismo y para conectarnos con nuestros afectos. Esa rapidez en que estábamos inmersos nos hacía vivir en cuarentena espiritual y que haya llegado un virus del que sabíamos poco llevó a cierta desestabilización y al mismo tiempo nos obligó a adaptarnos”.
El desembarco de un virus desconocido que afecta a todo el mundo, que no distingue entre poderosos y débiles, que no separa entre color de piel ni gamas de tarjetas de crédito parece más bien el argumento de una película de ciencia ficción. De esas que por exageradas terminan aburriendo. Sin embargo, fue y es la realidad más palpable que nos toca vivir.
Y en culturas como la nuestra donde es moneda corriente el saludo con beso o extender la mano, “cambiaron las formas de relacionarnos socio afectivamente”, asevera la antropóloga e investigadora Ludmila Adad. “Fue necesaria una adecuación de las relaciones sociales y debimos trasladarlo a la virtualidad, para intentar suplir esas necesidades de encuentros sociales y culturales que tenemos”.

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Cumpleaños on line, lo importante es festejar. Otra de las modalidades de la cuarentena.

Esa virtualidad que fue criticada tantas veces por aislar hoy sirvió, en cambio, para unir. “No porque sea a través de una pantalla los vínculos fueron menos intensos”, asegura la psicóloga Constanza Massaro. Por el contrario, hay relaciones “que se han profundizado porque estamos más vulnerables y muchos hemos logrado poner en palabras lo que sentimos, lo que nos pasa, nuestros temores”.
Hasta festejos de cumpleaños se han realizado por esta modalidad, otra cuestión impensada. “Se pusieron en marcha mecanismos para poder estar “juntos”. Necesitamos conectarnos a través de la mirada y contacto físico y muchas veces lo que no podemos tener es lo que más anhelamos y el extrañarse fue lo primero que comenzó a impactar”.
Es que al no tener los abrazos, nos quedan las palabras o hasta el mirarnos a los ojos tapabocas mediante. “La crisis nos ha dejado vulnerables. Esta costumbre que surge espontáneamente de juntarnos, el decir ´me quedo a comer´, se vio modificada. Nos encontramos con otro tiempo, no sé si más, pero sí diferente. Y también nos hemos encontrado hablando con el otro quizás más tiempo, hemos logrado sensibilizarnos y poder mostrar lo que necesitamos, antes en el cara a cara quizás no nos pasaba. O en otro momento no nos hubiéramos animado a llamar a alguien para charlar”, agrega la psicóloga.
En este sentido, durante la pandemia ha habido tantas situaciones como personas. Y “podemos ver reconciliaciones on line o incluso el sexo, que ya de por sí es tabú para muchos, si es virtual aún más. Algunos ya lo practicaban, otros se animaron y fue la novedad en cuarentena”.

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Conectarse de una manera distinta con los convivientes -sean familia o amigos-,con uno mismo y hasta con los vecinos. La antropóloga Ludmila Adad ve como positivo la posibilidad de “pensar los lazos sociales desde un lugar más empático. Antes quizás solo te saludabas con un vecino, hoy te acercás y le proponés algún tipo de ayuda. Lo que observamos y hemos dialogado con otros colegas es que se ha fortalecido la construcción de nuevas redes sociales desde un lugar de empatía, sobre todo en contextos de desigualdad: hay organizaciones barriales trabajando por otros, la universidad ha puesto en marcha tareas de voluntariado y hasta algunas empresas se han puesto al servicio de alguna acción social”.

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¿Quién dijo que los afectos no pueden ser intensos a través de las pantallas?. 

También se han generado, durante la cuarentena, compras a emprendedores locales, con la clara intención de ayudar a aquellos que ponen cuerpo y mente en sus trabajos. “Tuve cumpleaños en cuarentena y elegí comprar regalitos a una compañera que vende cremas, a otra que hace pañuelos. Y sé que así hicimos varios”, cuenta Daniela.
El vínculo con uno mismo ¿se habrá modificado? ¿Habremos aprendido el valor precioso del tiempo, del trabajo, de la charla serena y sin prisa con un amigo, con un hijo, con la pareja? ¿Habremos aprendido más sobre consumo responsable? Constanza Massaro desea que “ojalá podamos hacerlo. Ojalá hayamos podido frenar y mirar para adentro. Y que podamos hacerlo con el otro también”.vincu44

Barbijos y aislamiento, la nueva costumbre que debemos adoptar. Foto Dante Lartirigoyen.

El aislamiento nos acercó a diferentes emociones. Desde la sorpresa, el miedo y la incertidumbre inicial al cansancio, el agotamiento y las ganas de salir. ¿O el temor a salir? El después -que ya es casi el hoy- nos ubica en otro escenario. Nuevos vínculos y formas de relacionarnos, que deberemos conocer y aprender. Saludos con codos, menos mates -quizás más café-, protocolos, distanciamiento y a la vez acercamiento a los que más queremos. “Reinventarnos es la clave”, dicen las especialistas. Bienvenidos al mundo post aislamiento. (Agencia Comunica - FACSO)