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Pequeños hábitos, grandes cambios

Dice Eduardo Galeano “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”, así lo hacen Daina Carriere, Gabriela Bacigalupe y Trinidad Petreigne Bacigalupe y Picha Bintana. Cuatro mujeres que eligieron cambiar sus consumos, muchos de ellos instalados culturalmente, pensando en cuidar el medio ambiente. 

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Luciana Pedernera - Santiago Garralda / Agencia Comunica 

Son solo tres ejemplos, pero que engloban a muchos más que en los últimos tiempos se sumaron al cuidado del medio ambiente. Cada uno desde su lugar, de manera pequeña, haciendo grandes aportes. Acá contamos las historias. Como no hay competencia, cualquiera puede copiarlas y sumarse a los pequeños hábitos que generan grandes cambios.

Daiana Carriere es peluquera y en su vida uno de los principios para ella y su familia es el cuidado del medio ambiente, hábito que incorporó en el ámbito personal y supo trasladar a lo laboral.“Todo empezó con querer bajar consumo de plásticos” explica Daiana, una práctica aplicable en su rutina diaria que la llevó a salir de compras con un tupper bajo el brazo -antes de la pandemia- y a que su verdulero de confianza le acerque el pedido en una enorme caja para evitar las bolsas de nylon. En un momento tuvo la necesidad de trasladar esta vida a su espacio de trabajo y ahí empezó una aventura sin retorno: “las marcas no venden lo que yo quería, entonces empecé a indagar y se fue dando de a poco”.

Los días lunes, la peluquería cierra sus puertas y la cocina de Daiana se convierte en un pequeño laboratorio, por ahora, ya que está preparando todo para trasladarlo al salón en el que disfruta de su profesión donde cree que “voy a estar más conectada en ese sentido”. Cuando inicia la semana, Gaspar y Bruno, sus dos niños se trasladan a la casa de un abuelo o abuela, porque al momento de crear ella pone de su magia: “hay que crear armonías siempre, me conecto con mi esencia, trato de hacer respiraciones o una meditación cortita, para tener concentración y plenitud”. Entre risas la peluquera comenta que “tengo que destacar el acompañamiento de mi esposo, es un compañero con todas las letras”.


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 Daiana Carriere, trabajando en sus productos.  Foto: gentileza de Daiana Carriere 

Sacar todo lo que era plástico de la pelu fue un desafío y la cuarentena le dio más tiempo para estudiar “Tuve que invertir, comprar en Buenos Aires, cuando empecé no quedaban como yo quería”. La ansiedad y la costumbre al uso de productos de cosmética industrial la desanimaron un poco pero al cabo de 15 días, había resultados: “no había dado tiempo a que lo natural actúe, a los 10/15 días que repartí cremas empecé a tener críticas muy buenas. Me entusiasmé y motivé e hice otro curso”. Hoy las cosas son muy distintas, los productos puede repartirlos en envases de vidrio que puede reutilizar y “tengo un resultado re lindo, lo veo con mis clientas, muy contentas, lo natural es raro a veces, dice con cierta sorpresa ante las respuestas.

Feliz y encaminada en este proceso que le permitirá trabajar con el salón abierto o cerrado, comenta como sus niños toman estos hábitos ya que están creciendo en este entorno cuidado y respetuoso “Gaspar que tiene 6 años, con el tema de la cosmética me dice ‘hacemos nuestro propio shampoo mamá?’”. En la casa de Daiana también elaboran los productos de limpieza, algo que para ella fue un alivio a la hora de cuidar a su hijo más pequeño “antes me daba miedo el desodorante de piso que lo agarraraba y se lo tomaba”. Sostiene que hacer estas cosas a los niños les llama la atención y lo replican “me pasa con el más chiquito, -Bruno que cumple dos años el año que viene- hay un ecoladrillo en casa y todos los papelitos los tira ahí solo”.

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Productos para el cabello que elabora Daiana Carriere. Foto: gentileza de Daiana Carriere 

Daiana cuenta que tiene huerta y que esto le permite hacer sus propios macerados, con romero, cola de caballo e ir mezclandolos con aceites, tónicos. En este contexto describe que “es como que somos ecologistas imperfectos porque vamos aprendiendo dia a dia un monton de cosas y a su vez hay cosas que a veces no las podemos llevar a cabo y llevan frustraciones”. Esto último lo relaciona con el contexto que atraviesa actualmente a la sociedad, además del respeto de los tiempos de los chicos, que a veces tienen ganas de aprender y replicar y otras veces no.

Así es como Daiana en este contexto de pandemia, donde el aislamiento social preventivo y obligatorio fue uno de los protagonistas, se encontró pensando, estudiando y creando cremas de enjuague y aceites, fue probando medidas, se entusiasmó, se desilusionó y se volvió a motivar a medida que fue aprendiendo. Muy firmemente indica que para elaborar sus productos necesita tranquilidad y crea un ambiente “me prendo unas velitas, creo un ambiente armónico porque eso lo va a utilizar otra persona, y el producto debe llegar a ella sin negatividad”

Quimera Creaciones

A Gabriela Bacigalupe le encanta coser, tal es así que cuando su hija – Trinidad Petreigne Bacigalupe- se mudó a la Ciudad de Olavarría para iniciar sus estudios universitarios, le hizo toda la decoración de su departamento. Sus amigas, encantadas con lo que veían, comenzaron a encargarle producciones similares. A partir de ese momento, surgió la idea de trabajar esas creaciones de una manera más formal, no sólo para que sea una nueva salida laboral, sino para que Gabriela pueda distenderse de sus funciones como profesora de Ciencias Naturales. De esta manera, hace dos años nacía Quimera Creaciones como un emprendimiento de creaciones en tela para decorar y organizar el hogar.

Con el paso del tiempo y a medida que fueron consiguiendo clientes, empezaron a vincular sus producciones con todo lo que sabían sobre el ambiente: “lo primero que comenzamos a hacer fueron bolsas de tela, la gente se re copo, y empezamos a buscar alternativas para el no uso de cosas descartables y a usar cosas reutilizables”, manifestó Trinidad entre risas, recordando cuando –hace aproximadamente ocho años- su casa era testigo de las cientos de bolsas de tela creadas por su mamá y sus estudiantes.


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Productos que ofrece Quimera Creaciones. Foto: gentileza de Quimera Creaciones 

El mensaje que desde Quimera se trata dar es muy claro: “intentar que cada persona pueda disminuir su huella contaminante y nosotras ayudar de manera directa a que eso sea posible, ofrecerles productos para que sea una realidad”, sostuvo Trini. De la mano con esta cuestión va el cambio de los hábitos de consumo. Resalta que su importancia radica en hacer una cadena grande, es decir, “poder ir contagiándonos, recomendarle a algún conocido que tenemos”; porque “si seguimos sumando los pequeños hábitos que vamos cambiando haremos un cambio grande”. En este sentido, el impacto del consumo de productos “tradicionales” cobra una relevancia notoria. Para explicar esto, Trinidad dio detalles acerca de cuánto tardan en degradarse algunos materiales: “las toallitas, los protectores diarios y los tampones tardan hasta 500 años en descomponerse.

Los cepillos plásticos tardan hasta 500 años también (además de crear en tela, son revendedoras de cepillos biodegradables Meraki). El algodón que se utiliza en todo, además de contaminar el ambiente, contaminamos también nuestras pieles”. Es así, que tratan de brindar esta información a sus clientes para que puedan tenerla y en base a ella, elegir qué productos consumir. Para ello, hacen post informativos en las redes sociales sobre lo que venden, y también sobre lo que no venden, porque “vender está en un segundo plano, lo primero que intentamos hacer es informar”

A compostar de ha dicho!

@pichabintana es el usuario de Instagram que da vida al aprendizaje de Julia Elena Bintana, una ama de casa olavarriense que hace 10 años empezó con el compostaje de residuos orgánicos en el norte del país. “Cuando recién arranqué hacía unos pozos al lado del alambrado y llegamos a hacer como 10 pozos, todo mal hecho, en relación a lo que es el compostaje”. Años después hizo un curso que se ofrecía desde el Municipio y “empecé a compostar y a decirle a todo el mundo que tenían que achicar la cantidad de residuos”.

Con el paso del tiempo llegaron los eco ladrillos, una práctica que surgió desde el Municipio, aunque explica que “lo real es que ellos no tienen plata, ni un proyecto para llevar a cabo con los ladrillos ecológicos que está haciendo toda Olavarría”. Destaca de esto último la necesidad de que cada familia encapsule sus residuos sólidos, para iniciar su propio proyecto y anexa “es lo que yo trato de transmitir”.

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Composteras que replica @pichabintana. Foto: gentileza de @pichabintana

“Hay que explicarles a todos que los residuos son un recurso, toda la gente que trabaja en la cooperativa Viento en Contra, vive de lo que vos tiras, es un recurso, es plata” afirma Julia Bintana a quien la cuarentena le dió la posibilidad de concientizar en sus post de Instagram, muy positiva con los resultados comenta que “estoy re conforme, tengo un montón de gente que me escribe y pregunta”. La entrevistada indica que su objetivo es “contagiar conciencia recicladora” y que se aboca al compostaje porque no quiere abarcar mucho y desde su lugar con esta técnica achica el 50% de los residuos orgánicos que genera. “Trato de decirle a las personas que conozco que empiecen con pocas cosas, porque lleva tiempo, una vez que lo incorporas como hábito no dejas de hacerlo”.

Aunque ella tiene un lugar para el reciclado de sus desechos orgánicos sostiene que la falta de espacios no es una excusa. Cuando Picha comenzó, lo hizo en un balde de 20 litros, que de repente se convirtió en 8 baldes de 20 litros, hasta que decidió armar su compostera “para más prolijidad”. Ella describe que no hace un uso constante de su patio, por lo que con esta actividad le encontró una función y asegura que “el compostaje no genera olor, si lo haces bien y pones lo que corresponde”.

Su mensaje es claro: “tenemos que cambiar”. Y cree que ya hay un cambio que va desde arriba hacia abajo y dice que “hay una bajada de línea, desde los colegios, el municipio y desde el interior de cada uno. Esto es lento, los cambios van despacio y son paulatinos”. Julia está convencida de que cuando algo hace ruido, hay transformación y no es necesario compostar. Por eso recomienda que “empiecen a reciclar, no conviertan todo en basura”.