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Criar con alas, la agrupación local que acompaña a niñxs, papás y mamás

Niñeces trans, un derecho poco reconocido y con mucho por trabajar

Niños y niñas que no se sienten conformes con el género asignado al nacer. Cómo lo manifiestan, cuándo lo perciben sus padres y cómo se los acompaña en el duro proceso de transicionar. En Olavarría no solo existen. También hay una agrupación que acompaña y asesora.

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Fernanda Alvarez - Agencia Comunica

03/08/2022

¿Cómo saber que un varón de 4 o 5 años se siente mujer o viceversa? ¿Quién lo advierte primero: la mamá, el papá, una docente? ¿Es para lxs chicxs un problema o es un tema que preocupa a lxs adultxs?
Las niñeces trans existen. Y como tales, tienen derecho a ser reconocidas en sus derechos. En Olavarría, la historia personal de dos mamás llevó a conformar una agrupación que brinda información, asesora, acompaña y contiene a madres y padres de niñxs que no se sienten conformes con su género y que empiezan a manifestarlo a edades muy tempranas.
Criar con Alas tiene un objetivo claro: “no estar nunca más solas”, coinciden Mauge Macías y Coty Probanza, las dos mamás que encararon este proyecto que busca también generar inclusión y que la diversidad sea aceptada socialmente.
Sus hijas, de 4 y 6 años, son niñas en transición. Nacieron con genitalidad masculina, pero su comportamiento, actitudes y deseo fue el de ser mujer. Así lo vivieron ambas mamás, que no se conocían pero que su historia las unió. Para ellas, sus hijas son nenas “desde siempre”. Porque -como expresa Mauge- “uno no tiene conciencia de cuándo se siente mujer o varón, no hay un día clave. La construcción de esa identidad no es consciente. El momento no está en ellas sino en nosotras, en cuándo empezamos a escuchar ese deseo”.
Así, subraya que “mi hija siempre se expresó como una nena, cuando no podía hablar eran otras las maneras y a mi me costaba verlas pero hoy me doy cuenta que en aquel momento también me decía algo. Por ejemplo, cuando tenía un año y medio, yo le ponía zapatillas azules, camiseta de fútbol y lloraba. Pero le daba un pañuelo, se lo ponía en la cabeza y jugaba. Me di cuenta yo cuando ella empezó a hablar”.

La construcción de esa identidad no es consciente. El momento no está en ellas sino en nosotras, en cuándo empezamos a escuchar ese deseo”.

El caso de Coty fue similar: hoy recuerda que “vas comparando con tus otros hijos y aunque la psicóloga me decía que los chicos personifican y juegan a otras cosas, yo veía que no era de la misma manera. Mi hija se personificaba con otro género las 24 horas del día. Hay algo más en lo que piden, en su forma de vestirse, me decía que no tenía sus cosas y cuando le ofrecí los juguetes y hasta el acolchado de su hermana, ahí se sintió más identificada”.
Las mamás coinciden en que los límites los ponen las personas adultas. “Yo no la dejaba ponerse pollera o vestido, ni le dejaba el pelo largo…”.

Aceptar, un camino posible

La primera reacción suele ser la negación a lo diferente y ahí nomás la patologización, incluso de algunos profesionales de la salud: “a mi me dijo una psicóloga que a mi hija le faltaban límites, que el problema era mio que quería tener una hija mujer o que mi hija podía tener un trastorno psiquiátrico”, agregó Mauge.
Por eso, al concurrir a otra profesional lo que se buscaba “no era entender qué le pasaba a mi hija sino que yo necesitaba herramientas para ayudar a mi hija a transicionar. No fuimos por tratamiento sino para que nos ayuden a aceptar. No es un camino fácil. Hay que deconstruirse una, aceptar el cuerpo que nos toca y muchas cuestiones más que saldrán cuando vayan creciendo”, coinciden las impulsoras del proyecto Criar con Alas.
Si bien el cambio de genitalidad es posible en algún momento de sus vidas, no lo toman como una imposición ni como mandato. La idea es “trabajar sobre la aceptación de sus cuerpos y que lo decidan ellas. Nuestras hijas tendrán las cuestiones hormonales de varones, como por ejemplo tener barba en algún momento, y aunque haya métodos para que no lo tengan debemos trabajar mucho en que se acepten y se quieran”, remarcaron.

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El proceso, si bien es individual, también abarca a toda la familia y el entorno cercano. Sus hermanos son los primeros que aceptaron el cambio. Y lo viven como algo “más natural que los adultos”.
Es que la identidad de género de una persona no comienza en la adultez, sino que es una vivencia interna e individual que se siente desde la infancia y se desarrolla a lo largo de toda la vida. “Los primeros que tenemos que aceptar la identidad de nuestros hijes somos los padres”, coinciden las mamás e impulsoras de Criar con Alas. Una de ellas incluso recuerda que su hija se nombraba todo el tiempo en femenino “y yo la corregía. Hoy ya no”.
Claro que hay miedos, incertidumbres, dudas. Pero a medida que se fueron informando también sumaron fortalezas. Criar con Alas es nombre propio de Olavarría y están en contacto con otras entidades con el fin de compartir información, experiencias “y nunca más sentirnos solas, ni permitir que te miren mal”.
El objetivo del grupo es el apoyo, acompañamiento y asesoramiento, además de sumarse a charlas en algunas escuelas. “Acompañamos a los adultos porque para ellos es más difícil que para nuestras infancias. Nosotros tenemos que duelar ese hijo/a, desde que quedás embarazada, el nombre, la habitación, qué le compro. Soñamos mucho y tampoco es condenable”, asevera Coty. En tanto, las escuelas son un ámbito donde también se dan algunos choques. Si bien la identidad de género es ley y las instituciones educativas deben conocer sobre el tema, aún persisten actitudes negadoras y discriminatorias.
La ley establece en su artículo 12 “que no necesitás el cambio de DNI para ser llamado/a de otra forma. En mi obra social y en la nueva escuela por ejemplo a mi nena la registraron con su nombre de pila que ella eligió”, agregó.
El cambio del DNI es todo un tema. Hay padres que consideran que es una elección de sus hijas o hijos y que se hará cuando ellxs lo deseen. Otros, en cambio, entienden que al ser un derecho lo modificarán pronto y para eso la agrupación brinda el asesoramiento pertinente. Por el momento, cada paso se da con seguridad, con aprendizaje y con mucho respeto.
-¿Qué quieren para sus hijas?
La respuesta no se demoró: “quiero un mundo mejor”, aseveró Mauge. “Que sea más justo, que puedan ser libres. Que puedan salir a la calle sin el odio, sin las miradas ajenas”. Coty agrega: “Que no sea como hoy que hay chicas que no pueden acceder a estudiar y terminan en la prostitución. Quiero correr ese telón de decir que esté todo bien y que esté bien de verdad”. Ellas ya están trabajando, junto a sus hijxs, para que ese mundo empiece a estar mejor.