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El nombre y el rostro reconocido por el empeño en volver a empezar

Simon Weston peleaba desde el Sir Galahad cuando una bomba argentina lo alcanzó. Hoy es el nombre y el rostro reconocido en el mundo por su fuerte lucha: sobrevivir a los traumas y las graves quemaduras. Y lograr la paz y la amistad.

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Fernanda Alvarez - Agencia Comunica 

Simon Weston tenía 20 años cuando la decisión de haber ingresado al Ejército lo llevó a Malvinas. O a las Falklands, como las llama él desde su Gran Bretaña natal. Con formación, con sueños similares a los pibes de 18 años que aquí pelearon con coraje y con una juventud que dejaría en este suelo. Y un cuerpo que le modificaría toda su vida. A Simon Weston lo alcanzó el misil lanzado por Carlos Cachon desde su avión al barco inglés Sir Galahad. Y eso generó quemaduras graves en el 46% de su cuerpo, unas 70 intervenciones quirúrgicas en su rostro y sus manos y un trauma que costó algunos años superar.
A 38 años de aquel fatídico momento, pero desde hace ya mucho tiempo, Weston se dedica a escribir libros, dar testimonio del horror de la guerra y lidera obras benéficas. Pero además, elogia y respeta el trabajo del aviador argentino. “El hizo lo que debía. Yo elegí esta ahí, era militar de carrera”, asegura convencido del otro lado del mundo.

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El soldado fue uno de los pocos sobrevivientes del bombardeo y es considerado un héroe en Gran Bretaña. Y también para muchos argentinos que se sorprenden al conocerlo. Pero si de héroes se trata, él asegura que “los héroes son los soldados argentinos. Porque ellos eran conscriptos, fueron obligados a participar, no como nosotros que éramos de carrera militar. Nosotros queríamos estar ahí, nadie nos obligó”.
En diálogo con Agencia Comunica, resaltó la pelea de los soldados argentinos y en particular la labor del piloto Carlos Cachón, que hoy vive en Mar del Plata: “es un hombre fantástico, es un gran hombre realmente, debería ser reconocido y valorado, hizo muy bien su trabajo ese día. Me considero su amigo, hemos hablado y nos hemos reido mucho. Nosotros peleamos una gran batalla y él la ganó ese día”.
Claro que no fue fácil sentirse “amigo” del protagonista, si es que hay que personalizar, del ataque a su barco. “El primer encuentro fue dificil, pero Carlos es un hombre impresionante. Tiene una moral muy alta, un persona justa que tiene la valentía de tomar acciones por causas que cree justas”.

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Es que “la guerra junta a personas increíbles que terminan haciendo cosas desagradables”, dice con simpleza el galés. Como si fueran parte del guión de una película, certifica que “nos hicimos amigos porque enfrentamos las mismas circunstancias. La vida nos juntó”.
Con esa filosofía de vida, para simon no hay resentimientos posibles ni rencores. “no tengo por qué”, repite con una simpleza abrumadora. "¿Por qué debería odiar a alguien que tan solo estaba haciendo su trabajo? No tiene sentido. No odio gente. No entiendo el racismo, se lo que es y de qué se trata, pero no entiendo por qué existe, por qué se odian por religión o diferentes motivos. Tengo amigos judíos, católicos, musulmanes. Luché en el norte irlandés y vi peleas entre católicos y protestantes pero nunca me gustó o dejó de gustarme una persona por sus creencias. Si yo necesitara un riñón, un corazón o sangre no me importaría de dónde vienen o qué color es su piel. Mi vida es más importante que pensar de dónde viene la ayuda”.

La vida después de la guerra

Resulta difícil, quizás imposible, imaginar el dolor físico y mental de las heridas de guerra. Simon tenía el rostro desfigurado y eso generó un impacto extra. Pero tal vez por eso mismo logró transformar ese sufrimiento en disfrute de cada cuestión mínima de vida. Como si fuera una segunda oportunidad, se preguntó ¿por qué no disfrutar? La vida hubiese sido de todas formas difícil y disfrutable si no hubiese tenido el accidente. Por que le echaría las culpas de todo a mis heridas. Probablemente disfrute más hoy por mis propias heridas”, confiesa. Y medita, después de unos segundos de silencio, que “quizás esté más concentrado en qué puedo hacer con mi vida que en aquello que ya me sucedió. Hubo 48 hombres que eran mis compañeros, buenos compañeros, a los que les encantaría tener mis dolores y mis problemas, pero ya no están”.
Simon Weston volvió a las Islas Malvinas con su esposa e hijos. La sensación fue extraña. Dice que le gusta el lugar, lo siente propio, pero que “necesitamos más paz” y por eso se tranquiliza al pensar que “hoy no hay posibilidad de una nueva guerra”.

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También estuvo en Buenos Aires a fines de febrero como parte de un viaje en un crucero. El lugar que eligió para visitar fue el Monumento de los Caídos en Malvinas, en la plaza San Martín, que lleva el nombre de los caídos durante la guerra del sur. “Miro la pared, veo esos nombres nombres y pienso en todos estos hombres les gustaría tener mis problemas, porque significa que estarían vivos. Cuánto darían sus madres por tenerlos. Ellos son los hijos, los padres, los hermanos o primos de alguien y merecen respeto y reconocimiento por lo que hicieron”, asevera. Y repite, porque eso también lo marcó, que “muchos argentinos no pudieron elegir y eran jóvenes muy valientes. Eso es lo terrible de las guerras, que junta a personas muy buenas y decentes y les suceden cosas terribles”. (Agencia Comunica - Facso)