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VEINTICINCO

Veinticinco. Asi se denomina la muestra que inauguró en el Centro Cultural Kirchner el docente de nuestra Facultad Julio Menajovsky. A 25 años del atentado a la Amia, el fotógrafo muestra las primeras imágenes tomadas aquel 18 de julio de 1994. Tragedia, dolor y espanto se conjugan para mantener viva la memoria y el pedido de justicia. Aquí te mostramos las fotos de la inauguración, con la mirada de Dante Lartirigoyen.

 

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Julio Menajovsky, docente de nuestra facultad, expone desde el miércoles 28 de agosto en el CCK, la muestra "Veinticinco" con la producción de la AMIA. Las fotografías buscan exponer el paso del tiempo y crear puntos de diálogo y contacto entre las imágenes históricas que Menajovsky tomó aquel fatídico día y retratos que se tomaron este año especialmente para el proyecto.

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Julio Menajovsky fue uno de los primeros reporteros gráficos en llegar a Pasteur 633. "Las imágenes se metieron en mi cámara, me invadió lo que estaba pasando", reconoció. Veinticinco años más tarde, fue Elio Elio Kapszuk, director de área Arte y Producción de Amia, quien lo invitó a la realización de este proyecto que ahora se concreta. 

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El acto inaugural (ver fotos) contó con la presencia de numeroso público y las autoridades del Amia, del Sistema Federal de Medios y Contenidos Audiovisuales y del Centro Cultural Kirchner. En el acto inaugural Julio se preguntó en voz alta "para qué hacemos fotos, algo que nos preguntamos tarde o temprano, y que esperamos que ocurran con ellas una vez que circulan. Muchas veces según el estado de ánimo las respuesta son variadas. Hay dos anécdotas que recuerdo en esta muestra. Una es una nena que se pasó larguísimo tiempo mirando las fotos del atentado, algo que ella no vivió. Lo supe porque alguien la retrató y esa foto me despierta preguntas como qué habrá visto, que habrá mirado en mis fotos y en el grado extremo de violencia de los adultos".

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"La otra anécdota me sucedió estos días. Una mujer llega con su pareja y mira las fotos, las compara y la muejr dice ´yo no estaba por este lado´. Entonces me acerco y dialogamos, me dice que tenia 23 años y vivía en una pensión justo atrás de la Amia, estaba en la cama en ese momento y explotó todo. En ese momento de zozobra salio a la calle a ver que habia pasado, se encuentra con ese horror de cuerpos despedazados, gritos, sirenas, llantos, lo que yo también vivi. Y me dijo ´me estoy buscando en las fotos y no me encuentro por ningún lado´. Cuando me estoy yendo viene el marido y me dice que se había encontrado. Estaba en una foto muy terrible en un segundo plano, la encuentro llorando y acariciando muy lentamente su rostro. Hoy me escribió con lujo de detalles lo vivido y es impresionante. No es el primero ni el ultimo relato del valor de lo que tiene una foto colgada, cada uno le puede dar un sentido muy diferente".

Hoy el fotógrafo reconoce en esas fotos "el estado en el que me encontraba. Hay muchas fotos con gente de espalda. Generalmente eso es un error. Sin embargo para mí hoy tienen mucho valor esas fotos. Porque representan mi propia perplejidad. No podía entender qué había pasado. Y siento que la gente que está fotografiada tampoco estaba desesperada. Estaban tan perplejos como yo”.

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"Los planos generales es el tipo de fotografías que predomina en toda la cobertura. No es muy conveniente porque le quita identidad a la imagen: hay tanta información que finalmente no hay ninguna. No sabía por dónde empezar a contar todo lo que había. Se distingue la cantidad de gente que había sin saber lo que estaban haciendo”, contó el reportero gráfico. 

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"A mí el acontecimiento me superó fotográficamente hablando. No es un mérito haber llegado primero solamente porque estaba cerca. Era un día que tenía pautado: a la mañana hacía algo, al mediodía almuerzaba en tal lado, a la tarde tenía que verme con alguien, a la noche tal cosa. Pero a las 9:53 me cambió todo y profesionalmente fue un punto de inflexión que no busqué ni esperaba tener. Me encontré media hora después de haber escuchado la explosión caminando por este caos, con ruidos de sirena, gritos, llantos y un montón de gente mirando atónita algo que no podía entenderse”.  

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“Acababa de cambiar el rollo. Todavía estaba parado en la calle. Ahí preví que iba a venir una camilla porque a mis espaldas había dos ambulancias con las puertas abiertas. Había también una especie de cordón que nadie respetaba. Pensé que tal vez el joven podía estar herido porque su cabeza estaba descubierta. No sabía quién era. En una convocatoria de AMIA, apareció la hermana y ahí pude saber 25 años más tarde el nombre de esta persona: se llamaba Germán Parsons, era artista plástico y escenógrafo, vivía en un edificio justo enfrente de la AMIA. Lo sorprendió la onda expansiva saliendo del baño y lo mató en el acto. Fue uno de los primeros cuerpos que llegó a la morgue y uno de los últimos en ser reconocidos por los familiares”.

Fotografías de Dante Lartirigoyen de la Agencia Comunica.