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El antepenúltimo caso abordado en la tarde del jueves por el fiscal Juan Manuel Portela, fue el de Eduardo José Ferrante. Eduardo Ferrante fue privado de su libertad el 26 de septiembre de 1977 en horas del mediodía desde su casa en la ciudad de Olavarría por personas pertenecientes al ejército. En aquel momento Ferrante militaba en la UES y en la JUP y tenía vínculo con otras de las víctimas.

A partir de su detención fue llevado al centro clandestino La Huerta donde permaneció secuestrado y sometido a torturas y tormentos con el paso electricidad por todo su cuerpo mediante la picana eléctrica.

Sobre su paso por La Huerta Portela recuperó declaraciones de Ferrante, sobre la percepción de haber estado solo en el lugar cuando en realidad no había sido así. Portela dijo: “Esta situación lo afectó y lo continúa afectando, porque no reconoció a nadie en su mismo estado”.

El  8 de octubre de 1977 fue llevado a la  Unidad 7 de Azul encapuchado y atado. Durante su cautiverio fue obligado a firmar una declaración “supuestamente espontánea”, en relación a esta situación el fiscal refirió que Ferrante fue sometido a presiones físicas y psíquicas para firmar una declaración cuyo contenido había sido fabricado por sus captores.

En el mes de diciembre mediante el procedimiento de un Consejo de Guerra Especial Estable Ferrante fue condenado a la pena de 16 años. En su cumplimiento a su condena pasó por diversas Unidades Penales como “detenido especial, detenido subversivo” a disposición de las áreas 121 y 124. El 24 de diciembre de 1982 recobró la libertad. En relación a los “detenidos especiales o detenidos subversivos” Portela detalló que los tratos no eran los mismos que a cualquier otro preso, en el pabellón especial, eran ubicados a los presos de la supuesta lucha contra la subversión, allí la presión psicológica y los maltratos eran enormes, para dar cuenta de esta situación el fiscal citó palabras de Ferrante: “todo era bastante indigno, la verdad era una porquería”.

En el cierre de la exposición de los hechos referidos a Ferrante, Portela manifestó que como consecuencia de todo lo vivido Eduardo Ferrante no solo vio afectada su salud psicofísica sino también su vida social y laboral, conseguir trabajo una vez liberado fue una tarea mucho más que dificultosa. Pese a todo ello Ferrante y su mujer pudieron rehacer sus vidas y disfrutarlas pero siempre con las memorias de lo padecido.