Notas

Los “nadies” que siguen esperando vivir dignamente

Más de 20 días viviendo en una carpa que es mejor que los lugares que habitaban. Olavarrienses en situaciones extremas que se visibilizan en pleno centro, que no pretenden regalos sino dignidad. Más que demandas, aquí están las historias de vida de quienes padecen el desprecio y la impotencia. acampe4

Fernanda Alvarez - Agencia Comunica

Fotos: Dante Lartirigoyen

23/10/2020

“Ellos juegan al desgaste. Lo que no saben ellos es que la gente que está en situación de calle va a seguir acá, porque aunque nos cansemos estamos en la calle igual”. Liliana habla pausado, con tranquilidad y una certeza que le duele a ella, a sus compañerxs y también a mi. “El intendente sí sabe lo que nos pasa, sí conoce nuestra realidad. Pero no le importa”.
Son las 2 de la tarde de un jueves donde la llovizna molesta. Una simpleza, porque a los que acampan desde hace 23 ́días les resulta liviana después de haber vivido el temporal del domingo a la noche, cuando el viento les voló una carpa y obligó a tres jóvenes a sostener los palos de una para que no se vaya y los voltee también a ellos.
Ese día tuvieron miedo. Apenas alcanzaban con sus pocas fuerzas a sostener la carpa que se convirtió en una mejor vivienda que la que habitaban. En la cocina/habitación que comparten se almuerza empanadas. En ronda, en equipo, entre todos, unas 14 personas entre adultos y niñxs agradecen a quien cocinó ese día según consta en el pizarrón que establece algunas de las reglas de convivencia. acampe2

“Servite que hay para todos”, me invitan mientras ordenan unos juguetes que alguien les acercó de regalo. Porque a pesar de que funcionarios -que se supone velan por sus derechos- y ciudadanos sin responsabilidad política los tilden de “violentos”, “extorsionadores” y “vagos que no laburan”, hay muchos otros que se asoman sin vergüenza a la carpa y ofrecen su mano. “Nos dan ánimo, nos dicen que tengamos fuerza que esto tiene que cambiar, nos creen”.
Les creen. A ellos. No a los que están dentro del Palacio San Martín que “usurparon” hace tres días, tal como titularon algunos medios nacionales, siempre lejos de las realidades incluso más cercanas.
Lo que pocos saben es que las ahora 8 familias que habitan ese techo de lona se agotaron de pedir formalmente ayuda al Municipio, que sintieron en su piel el desprecio de un funcionario o secretaria que los atiende por una ventanilla que apenas corre, que volvieron a sus habitaciones alquiladas y se sentaron en sus camas a llorar porque nunca hay respuestas positivas, que salen a trabajar todos los días (si! tienen trabajo) pero que son tan mal pagos que apenas pueden costear el alquiler y los servicios. Lo que poco se sabe es que la demanda habitacional es larga y añeja, pero que lxs que acampan hoy en Rivadavia y San Martín atraviesan situaciones extremas que requieren una solución urgente. Hace 24 días que se mudaron primero a Rivadavia y Fal (Oficina de Desarrollo Social) y luego al centro de la ciudad. Interrumpieron el acampe frente a una promesa de solución que no llegó y por eso retomaron la protesta.

El desgaste parece ser un plan muy pensado. De golpe, la única canilla de la que obtenían agua (afuera del teatro Municipal) no funciona más y las luces del paseo Jesus Mendia se apagan de noche cuando siempre estuvieron bien encendidas. “Pero nosotros estamos unidos. No le tenemos miedo ni al Covid ni a nada”, resumen, con barbijo colocado después del almuerzo, alcohol y lavandina por todos lados, poco distanciamiento y mucha fuerza.
No piden regalos sino ayuda para vivir dignamente. “Queremos que nos den un terreno, que lo podamos pagar con nuestro trabajo, que nos ayuden”, sintetizan con humildad. Y con dignidad.

La vida cotidiana

Además de la llovizna, hace frío. Adentro de la carpa el ambiente es cálido, quizás porque hay varias personas. A la noche la temperatura cambia, incluso en pleno octubre, y los colchones que ahora están apilados ocupan el lugar de las sillas que se amontonarán sobre un extremo del lugar.
El diálogo fluye mientras concluye el almuerzo. Y ahí supe que a una mujer se le prendió fuego la casa, que dos nenes vivían con su mamá y varias ratas cerca (literal, no es Crónica TV este medio), que otra señora cuidaba ancianos que se murieron y ya no puede pagar ni la habitación que alquila a 40 cuadras del centro y que una joven vive con su nena de 5 años sin baño ni agua. La injusticia tan cercana y la desigualdad tan cruel no puede menos que generar tristeza e impotencia. No en todos, claro.
“Aunque nos cansemos, es preferible estar acá que estamos contenidos y acompañados, somos compañeros, nos respetamos todos, tenemos una buena convivencia”, asegura Liliana. acampe5

El día está bien organizado. “Tenemos un cartel y una pizarra donde vamos poniendo lo que nos toca cada día”, cuenta Yamila Martinez, mamá de tres nenes de 2, 3 y 6 años. Colgado sobre uno de los sostenes de la carpa blanca, un cartel escrito con lapicera azul sobre una hoja de papel pide “Mantener el orden de la carpa por favor”. Y una recorrida visual certifica que se logra. Sobre un costado, una repisa pequeña tiene algunas tazas y café, la mesita quedó a un costado, los colchones y frazadas sobre otro rincón hasta que se haga de noche. “Acá todos tenemos tarea y nos vamos turnando”. Del mismo modo se organizan para entrar y salir del espacio, donde están unas 3 o 4 personas en forma permanente y el resto “venimos cuando no trabajamos. Mi hija está trabajando y viene cuando sale”, cuenta Liliana.
¿Que comen? Lo que otros deciden, lo que les llevan. No se quejan. “Hicimos guisos, canelones, polenta. Se acerca mucha gente en forma espontánea. También nos dan aliento”, dicen con la poca sonrisa que les queda.
¿Qué les molesta? “Las mentiras”, coinciden. “Y que se hable sin saber las historias de cada uno”. “Que hayan traído a la Policía como si fuéramos delincuentes”, agrega otra de las manifestantes. “Cuando subimos el martes estuvimos 5 horas esperando que nos atiendan, ni agua tomamos. Y que quede claro que no queremos que nos regalen nada, queremos que nos den la posibilidad de pagar una cuota. Estamos pidiendo trabajo también aunque la mayoría de nosotros trabajamos. No pedimos regalos...ellos lo saben”.
Delia fue la última en llegar, el miércoles por la mañana. Está sola, desalojada de la habitación que alquilaba, y confesó que “no sabía que estaban ellos acá, yo pensaba venir por mi cuenta e instalarme en la puerta de la Municipalidad hasta que se cansen de chocarme y me pregunten que necesitaba. Una amiga me dijo que estaba esta carpa”.
Nadie los choca. Más bien los esquivan. El rechazo lo sienten no solo ahora sino cada vez que han concurrido a una dependencia oficial. Siempre. Yamila recuerda cuando “hace unos 3 años fui a pedir un lugar, les dije que no llegaba a pagar el mes de alquiler. Me decían que subsidio no había, me iba amargada, a llorar a mi casa”.
Mario tiene 17 años y está con su hermano Angel de 9. “Nos vinimos de Córdoba con mi mamá por una situación de violencia. Tres años vino a pedir ayuda mi vieja y nunca le respondieron. Alquilamos un monoambiente, en el piso, con ratas y sin baño”. acampe1

Mientras tanto, Angel se distrae con la pistola de agua y se prepara para los deberes escolares del día. Porque incluso en ese espacio pequeño y con la luz del día que penetra a través del nylon transparente grueso, él continúa con sus “clases”. Y hay quienes se ofrecen a dar ayuda escolar. “Gente que regala su tiempo y viene a dar su mano en eso, porque si nomás”, cuentan con orgullo y agradecimiento lxs integrantes de las 8 familias del lugar.
Pasaron más de 20 largos días desde el comienzo del conflicto que se instaló en las oficinas de Desarrollo Social. En ese lugar la funcionaria del área les dijo que no podía hacer nada más y lxs envió al Municipio. Allí fueron y allí permanecen. Esperando.
¿Qué esperan? ¿Qué pretende un grupo de gente que considera que a la máxima autoridad local no le interesa su problema habitacional y que dice sentirse extorsionado? “Queremos algo tan simple como hablar. Que él hable con nosotros, que baje con barbijo, que hable de a uno si no quiere con todos juntos...Si nosotros somos humanos como él. El tiene que hablar con la gente para eso es intendente”.
-Pero entonces conservan esa esperanza de dialogar.
-No, pero bueno, nos gustaría. Porque cuando se postuló dejaba que lo abrazáramos, le dio caramelos y gorrita a los nenes. Ahora no nos quiere ni ver”.

Discursos y hechos

“Acompañamos para tratar de solucionar conflictos puntuales, que son de emergencia. En todos lados pronuncian discursos hermosos que quedan ahí. Nos invitaron a pasar un día, nos pidieron que levantemos la carpa porque iban a tener los casos resueltos y nada. Todos dicen que la lucha está bien, que es responsabilidad del Estado, hasta Juntos por el Cambio votó para que nos atiendan y le den prioridad a estas familias y después todo queda en la nada”, asegura Ezequiel Green, desde la organización 29 de Mayo que integra la Mesa de Emergencia. “Apuntan al desgaste, a que surjan individualidades para fragmentar. Pero acá hay unión”. acampee6

“Ahora no tenemos más agua de la canilla externa del Teatro y por la noche nos apagan las farolas…”, aseguran. El día más complejo fue el domingo. Mario, Lucía y otra chica sintieron miedo. “Fue re feo porque una carpa se nos voló y para sostener esta nos pusimos uno en cada punta y la teníamos. Pero el viento nos levantaba a los 3...En un momento fui a buscar unos colchones y frazadas que habían quedado tirados para traer a esta carpa y los que estaban de Control Urbano nos decían corran la carpa que se voló… Apenas podíamos, por eso lo de la lluvia de anoche no fue nada”, cuenta.
Hoy nadie se quiere ir sin soluciones para todxs. Y les hubiera gustado que también se acerque algún otro político (admiten que concurrieron las concejales Alicia Almada y Celeste Arouxet). ¿si sienten que importan poco y que no lxs van a escuchar, por qué siguen? “porque la gente tiene que saber lo que sucede en la ciudad. Porque si no venimos nadie nos mira”. Y porque a pesar del desprecio que sienten de tantos, no están solos. “Por eso seguimos acá. Por la gente que nos banca”.