Notas

Martín Meza, muralista azuleño

El arte público como herramienta para transformar la realidad

Desde 2012 realiza obras en distintas ciudades, pero especialmente en Azul, de la que se siente agradecido. Sus proyectos van de la mano con la comunidad, organizaciones sociales e instituciones educativas. Su último gran trabajo fue el mural en homenaje a Diego Maradona.

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Para Martín Meza, “el arte público es una forma de comunicación y herramienta de transformación”.

Victoria Ivanoff (*)

“Formo parte de la batalla cultural en la que el arte se socava a algo menor y/o secundario. Al decir ‘soy muralista’, mucha gente me pregunta de qué vivo”. Así se define el artista azuleño Martín Meza (30 años), aunque su currículum diga que además es profesor y licenciado en Artes Plásticas con orientación en muralismo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), donde en la actualidad cursa un doctorado en Arte Latinoamericano.
Meza considera que las personas en la primera infancia tienen condiciones hacia el arte: “Siempre se dice que antes de escribir, dibujamos; antes que caminar, bailamos; que antes de hablar, cantamos. Yo creo que el arte es algo innato del humano”. Sin embargo, reflexiona que “el sistema” hace que el arte sea algo no prioritario, relegándolo a un segundo plano, sin entenderlo como herramienta de transformación y potencialidad de intervención hacia la realidad. Es por eso que, tanto en el imaginario de la educación formal como no formal, e inclusive en la familia, se considera al arte como un pasatiempo.
Cuando Martín responde a la pregunta “¿de qué vivís?”, dice que hace murales. Y cuando le preguntan si trabaja solo de eso, se pone firme: “Sí, trabajo todo el tiempo, todos los días, soy mi propio jefe y no descanso mucho porque me obliga a estar continuamente en actividad”. Por eso sostiene que “hay un prejuicio muy grande”. Ser “muralista”, en el caso de Meza, también incluye desempeñarse como profesor en el Taller de Muralismo, tanto en la Escuela de Bellas Artes de Azul como en la Escuela de Arte de Berisso. Además, dicta el Taller de Mural de la Escuela de Estética de Azul, donde tiene la posibilidad de llevar adelante proyectos con infancias y juventudes.
Para realizar un mural, Martín cuenta que está más de 8 horas seguidas “contra la pared”. Además, “muchas veces hago un esfuerzo físico: no solamente pinto, sino que trabajo con cemento, con mosaico y ando siempre con las manos llenas de pegamento y pintura”.
Los murales no salen de un día para otro, tienen un proceso con diversos diálogos: con la comunidad, con las personas que viven en ese lugar, con quienes le dicen qué quieren ver. Entonces, el artista lleva sus propuestas, se genera un ida y vuelta y luego una ejecución. Una vez desarrollada la idea puede durar días, semanas o meses, depende de la técnica y recursos con que dispone, además de las necesidades.
“El arte público es una forma de comunicación y herramienta de transformación”, asegura. Por lo tanto, a la hora de realizar una obra se pregunta: “¿Qué vamos a hacer? ¿Quiénes van a participar? ¿Por qué lo vamos a hacer? ¿Cómo? ¿De qué manera? ¿Para qué?”. Estas variables forman parte del proceso de elaboración, y eso genera que las obras sean únicas e irrepetibles. Meza entiende al arte en relación con las diversas esferas sociales, políticas, culturales y económicas, se nutre de todo lo que pasa, por lo que es una decisión importante de ética y estética elegir cómo y qué reflejar.
Como azuleño, siente un gran orgullo llevar a cabo su actividad en la ciudad, que lo satisface enormemente: “Soy un agradecido, doy lo mejor de mí, reivindico esa oportunidad de desarrollar lo que me gusta y poder aportar al crecimiento de la ciudad, no solo para ponerla más linda sino entendiendo que los temas que uno toca son sociales, identitarios y propios de Azul”. Según expresa, la idea es hacer un ida y vuelta con la historia y el sentido de pertenencia para reflejar distintos valores. Asimismo, muestra su preocupación por la falta de compromiso, tanto de personas e instituciones intermedias, como también de la articulación del Estado, que debería preservar el patrimonio cultural.
Martín Meza también es responsable del primer tributo público que se le realizó a Diego Maradona en Azul: en la obra se observa al astro besando la Copa del Mundo y su paso por Cebollitas: “Era muy difícil seleccionar una imagen porque hay muchísimas. Sin embargo, junto a les compañeres del Espacio Cultural (“Pedro ‘Paisano’ Frías”), esas dos imágenes eran las ideales, debido al mensaje que se quiso dar: la alusión a lo deportivo y a lo social, como también de lo económico, político y cultural. El reunía todo eso”.

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El mural de Diego Maradona lo hizo por iniciativa del Espacio Cultural Pedro ‘Paisano’ Frías, de Azul.

De la realización del mural de Maradona “hay un documental realizado por les chiques del Espacio Cultural, que refleja el desarrollo de la obra y donde captan muchas de las reacciones de la gente”, que Martín no podía observar mientras pintaba. Para su sorpresa, algo impensado y reconfortante ocurrió después: “debido a las repercusiones que tuvo el mural, fue seleccionado entre todos los que se hicieron en el país, para su publicación en una revista de Noruega”.
- ¿Qué significó para vos realizar el mural de Diego Maradona con el impacto que generó su muerte?
- Me golpeó desde un doble lugar: soy hincha de Gimnasia y él era el técnico. El 25 de noviembre fue un baldazo de agua fría, no lo podía terminar de comprender, inclusive todo el mundo va a recordar qué estaba haciendo ese día a esa hora. Su paso a la inmortalidad generó muchos homenajes ya que fue un símbolo del pueblo. Plasmarlo en un mural, a través de la iniciativa del Espacio Cultural Pedro ‘Paisano’ Frías, que entiende a la cultura como una herramienta y un vínculo para generar puentes con la comunidad, me pareció una gran iniciativa y que confiaran en mí fue gratificante. Lo que más me llamó la atención fue la repercusión que tuvo en la gente.

De arquitecto a artista plástico

Martín Meza comenzó a estudiar Arquitectura en la Universidad Nacional de La Plata, debido a que era lo más parecido a su verdadera vocación antes de que ésta apareciera. Gracias a un profesor de su ex carrera, tuvo la oportunidad de darse cuenta que tenía algo más para dar. Ocurrió luego de que, en lugar de realizar una maqueta, hizo una historieta; y en vez de hacer un plano, realizó una caricatura de uno de sus compañeros. Ante esta situación, el docente le recomendó que vaya a estudiar a Bellas Artes.
Al principio, Martín pensó que se lo decía porque no era capaz de ser arquitecto y lo tomó como una ofensa, hasta que asistió a la Facultad de Bellas Artes como oyente para ver de qué se trataba. En el primer salón que entró, se encontró a Rocambole (artista plástico, diseñador gráfico, creador algunas tapas de los discos de Los Redonditos de Ricota, como Oktubre) dando clases de dibujo, y enseguida sintió que ese era su lugar: “Me jugué por eso que en ese momento se despertó en mí y a partir de ahí pude canalizar cierta energía que la arquitectura no me daba, que es justamente cuando uno descubre una pasión. Sacás de vos cosas que no sabias que tenías, y no lo hacés para cumplir sino por vocación, por amor, por una búsqueda que va más allá de los saberes de una materia, sino algo que es una elección de vida”.
Si bien al principio fue duro para sus padres, debido a los imaginarios y prejuicios hacia el arte, el apoyo de ellos fue fundamental y necesario. Así, eligieron formar parte de su desafío: “hoy por hoy están orgulloses de lo que hemos transitado, sobre todo siendo parte de mis distintas experiencias. No solo me posibilitaron estudiar en otra ciudad, sino que están al pie del cañón en cuanto proyecto haga o necesite. Siempre son parte de los desafíos que uno encara”.

(*) Trabajo realizado para la cátedra Redacción periodística I, de la carrera de Periodismo de la Facso