Notas

La mujer olavarriense que fue parte de la guerra de Malvinas

“Siempre nos tuvieron escondidas”

A 39 años de la gesta de Malvinas, Graciela Trinchín cuenta su experiencia como enfermera en el Hospital Naval de Puerto Belgrano. Los inicios de la guerra, el transcurso y la lucha por ser reconocidas como veteranas.

Graciela Trinchin3

Santiago Garralda-Agencia Comunica

06/04/2021

Graciela Trinchín tenía 17 años cuando dejó su Olavarria natal para ingresar a la Marina y  estudiar enfermería naval en el Puerto Belgrano, en Punta Alta. Allí, realizaba sus prácticas en el Hospital que lleva el mismo nombre. Apasionada por las artes visuales desde la secundaria, jamás imaginó enamorarse tanto de una profesión que no estaba en sus planes. Tampoco imaginaba lo que vendría un año después. “Nadie te explica lo que va a venir, no nos enteramos de antemano lo que iba a a pasar”, confiesa Graciela. Es que, en el 82’, cursando el segundo año de la carrera, se desató una guerra absurda e innecesaria a partir de las erráticas decisiones y la inoperancia de la Junta Militar. Y ellas como aspirantes, debieron atender a los heridos que llegaban desde las distintas ramas de las Fuerzas Armadas. Además, desempeñaban otras tareas, ya que estaban en el lugar de donde salían los armamentos, los insumos para los barcos, y tenían que preparar todo el material que se iba a llevar en el Buque Hospital.

La experiencia fue muy dura. Graciela atendió a pibes con heridas que jamás, en sus años de profesión, volvió a ver. Eran jóvenes, igual que ella. Sin preparación alguna para enfrentar tamaño evento. “Fue impactante”, porque no sólo curaban sus heridas físicas, sino también el alma. Les pusieron el hombro para que descarguen su furia, sus miedos, sus preocupaciones.  A su vez, señala que se percataron de la gravedad de la situación “cuando comenzaron a llegar ambulancias en fila al Hospital Naval”. Hoy, recuerda esos momentos a la distancia y le impacta mucho más. “No había conciencia en ese momento, tampoco había tiempo para pensar”, comenta Graciela. Asimismo, confiesa que tiene algunas lagunas en la memoria, pero que “hay olores que son imposibles de olvidar”. El olor a piel quemada, ya sea por quemaduras del frío o por los heridos que llegaban desde el Crucero General Belgrano  (barco argentino que fue hundido por fuerzas inglesas el 2 de Mayo de 1982),  le remiten a esos días oscuros en los que también sintieron miedo e incertidumbre por estar bajo amenaza de ataques constantes. 

El después

Graciela se recibió de enfermera y conoció a Roberto, su compañero de vida desde hace casi 37 años. Él era un enfermero civil que se desempeñó en el área de quemados de la base de Puerto Belgrano. Años después, Trinchin volvió a Olavarría (acompañada por Roberto) para trabajar en diferentes clínicas médicas, ejerciendo su profesión con una pasión indescriptible hasta la actualidad.  

Por otra parte, una vez finalizada la guerra sufrieron la peor desmalvinización. Un olvido que perdura hasta estos días. Les prohibieron hablar sobre lo sucedido. No tuvieron apoyo psicológico, se las abandonó por completo. “Siempre nos tuvieron escondidas,  olvidadas o no nombradas porque era como decir que la mujer no podía llegar a ocupar ese rol”, reflexiona Graciela.  Hace una pausa en su relato y reconoce que hoy la mujer está más empoderada y “tiene más lugar en la sociedad” que hace 40 años, ya que  “permanecía más que nada dentro de su casa, había lugares que no ocupaba”.

El olvido puede ser impuesto, pero en la memoria siempre aparecen imágenes que relampaguean escenas de todo lo vivido. En efecto, Graciela se negó a hablar durante muchos años, hasta que se reencontró con sus compañeras por las redes sociales. “Fue un encuentro emocionante”, describe. Se dieron un abrazo interminable y recordaron los hechos más fuertes que les tocó vivir.

Graciela Trinchin2

 A su vez, 2014 fue un punto de inflexión en la lucha por ser reconocidas. Alicia Panero escribió el libro “Mujeres invisibles” en el que recupera la voz de las mujeres veteranas de la guerra, por primera vez. Ese mismo año, el Congreso les envió medallas y las invitó a participar de un desfile. Varios reconocimientos más le siguieron. Sin embargo, queda mucho camino por recorrer. En este sentido, la memoria colectiva juega un papel clave. Sus testimonios estuvieron invisibilizados por décadas.  Recordarlos, debatirlos, y darle luz es una forma de entrar en diálogo, de conocer otras realidades en un conflicto que siempre estuvo narrado por una historia desde el lugar del hombre. Es, como sostiene Trinidad Petreigne (2018) en “La invisibilidad del cuerpo femenino”, un intento de darles visibilidad “para terminar con la desigualdad social y de intervenir políticamente en la construcción de una historia que no excluya a las mujeres como sujetos sociales”. Se trata de romper paradigmas y conocer la historia tal cual es, sin omitir datos ni hechos.

 Graciela Trinchin fue una de las 45 mujeres que sirvieron como enfermeras e instrumentadoras quirúrgicas durante el conflicto bélico. Ellas también sintieron y padecieron la guerra. A 39 años de este hecho, recordarlas y rendirles homenaje es el mejor remedio para no olvidar.