Notas

CULTURA| En el Día Internacional del libro

¿Por qué leer los clásicos?

Algo tienen para despertar el interés y permanecer intactos en el tiempo. Son historias que convocan a distintas generaciones y producen nuevas lecturas. Se han hecho adaptaciones en otros lenguajes artísticos y se han vuelto parte del patrimonio cultural.

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Magdalena Bisogno Eyler - Agencia Comunica.

23/04/2021

Mujercitas, Romeo y Julieta, Don Quijote, Martín Fierro, El ruido y la furia, Crimen y castigo, Madame Bovary. Alguna vez, por lo menos uno de estos títulos, hemos escuchado nombrar, los hemos leído o visto en adaptaciones a otros lenguajes: películas, series, ilustraciones o historietas. La lectura de estas obras se mantiene en el tiempo, y en esa permanencia radica el misterio. ¿A qué se denomina clásico? ¿Y por qué se vuelven a nombrar, a hacer transposiciones a otros formatos?

De acuerdo a la licenciada en Letras, Mónica Cohendoz, los clásicos son aquellos textos “que tienen una riqueza, un trabajo con el lenguaje, una fertilidad que no tienen otros libros más actuales”. Si un libro posee esa capacidad de trascender diferentes épocas, va a lograr mantenerse vivo en el tiempo, nunca va a morir. El ir enriqueciéndose con nuevas lecturas y miradas de lectores diversos, interpela a los públicos a adentrarse en esas obras y a construir su propia subjetividad.

En el ensayo del escritor italiano Italo Calvino, se habla de los clásicos como aquellas obras que ejercen una influencia particular ya sea porque resultan inolvidables o porque se “mimetizan con el inconsciente colectivo o individual”.

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Clásicos de la literatura universal. Foto: Magdalena Bisogno

Los clásicos de la literatura infantil, como las historias de los hermanos Grimm o de Charles Perrault, se mantienen vigentes aún hoy porque provocan en los chicos una identificación con los personajes que les permiten canalizar sus sentimientos, desde la angustia a otras emociones que tienen reprimidas.

Por esta razón, Cohendoz remarca la importancia que tiene la promoción de la lectura y el acceso de los niños a estas obras. “Hay un aporte emocional, cultural y social que nos dan los textos, un modo de construcción de la subjetividad”. Y cita a la antropóloga Michele Petit, que habla de cómo esos textos inciden en nuestro modo de ver el mundo. Para Petit, “la lectura puede ayudar a los jóvenes a ser un poco más dueños de su propia vida”.

En este punto, la escuela tiene un rol preponderante en la promoción de las obras clásicas. “Debe esforzarse por dar los mejores textos a los estudiantes, ya que es muy improbable que los conozcan en este contexto de masividad” señala Cohendoz. Y añade que “la alfabetización no implica sólo aprender a leer y escribir, hay que hacer el intento de acceder a los textos literarios. No porque sean mejores, sino porque el grado de elaboración del lenguaje y la complejidad simbólica es sumamente importante para desarrollar el pensamiento y la imaginación”

Además, la licenciada en Letras y docente añade que “La metáfora es un dispositivo de conocimiento, intuitivo, valorativo, y emocional de la realidad muy importante”. La literatura, por ejemplo el Edipo de Sófocles, ha sido utilizada por el Psicoanálisis para analizar la mente humana, puesto que las personas “elaboran sus emociones en imágenes en la medida que son construcciones simbólicas” explica Cohendoz.

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La lectura como pasatiempo. Foto Internet

Los clásicos tienen algo para trascender los tiempos y las épocas, en determinados momentos son los textos que garantizan cierto conocimiento de la literatura porque implican un trabajo más elaborado con el lenguaje. Con el tiempo las múltiples lecturas hacen que se enriquezcan y permanezcan intactos.

Una novela como Madame Bovary, que en su momento de publicación planteaba una denuncia hacia la mujer adúltera, hoy es leída desde el feminismo con una nueva perspectiva. Desde este movimiento se lee como la mujer que se rebela contra las imposiciones de una sociedad y “se subleva a su situación” analiza Cohendoz. Y añade que eso es lo que tienen los textos clásicos, que convocan a lectores que hacen distintas lecturas.

En el ámbito nacional, el Martín Fierro ha provocado la unión de espacios y tiempos muy diferentes. Jorge Luis Borges, cuya ideología era distinta al campo de la gauchesca, usó este género para crear otro tipo de narrativa, y en la actualidad, Gabriela Cabezón Cámara, lo hizo para producir otra clase. Para Cohendoz, es una obra cuya vigencia “permite a lectores vincularse con libros que no les interesan o nunca leyeron”. Ahí está la capacidad de los clásicos de “permear distintos momentos de la cultura y de mantenerse vivos”.

Sin embargo, existe una pérdida de vigencia de ciertos autores que se puede atribuir a múltiples factores: la moda, el mercado, las problemáticas mundiales. “Durante el año pasado, por - o durante - la pandemia, se volvió a leer La peste de Camus”, señala Cohendoz y refiere que esto varía de acuerdo a las épocas.

Leer los clásicos, entonces, es un modo de acceder no sólo al conocimiento literario en sí sino al descubrimiento de una sociedad y de un contexto determinado. También es una forma de dejar al descubierto nuestras emociones y anhelos más profundos, de conocernos y de formarnos. (Agencia Comunica- Facso)