Notas

"Me siento bendecida, es un milagro que estemos hoy acá con Isabella"

La olavarriense Mariana Proz ingresó embarazada a Terapia Intensiva por Covid. Se despertó cuando su beba tenía un mes y medio. El caso conmocionó a Olavarría y hoy cuenta cómo sigue su recuperación.

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Fernanda Alvarez - Agencia Comunica

Si tuviera que elegir una palabra para definir su presente, Mariana Proz no duda en decir “soy una bendecida”. Así se siente hoy, a 4 meses de haber dado positiva de Covid y tras haber sido mamá de su quinta hija en terapia intensiva, pero sin saberlo. "Es un milagro que con Isabella estemos hoy acá".
El caso de Mariana Proz conmocionó a Olavarría en abril y mayo: hubo cadenas de oración, pedidos de ayuda, reiki y todo lo que sirviera para sumar a la recuperación de la mujer embarazada de 28 semanas. En diálogo con el programa +Palabras que se emite por Canal Local, la olavarriense narró que los síntomas fueron leves: dolor de cabeza y tos seca. La internación se dio, en realidad, por precaución ya que ni siquiera contaba con alguna patología previa y su edad -41 años-, no representaba un riesgo.
Sin embargo, el panorama empeoró muy rápido:”me internaron un martes y el viernes no podía respirar. Me faltaba el aire, me colocaron oxígeno y esa noche lo pase muy mal. Me llevaron a terapia intensiva y ahí me asusté por lo grave que era. Luego me colocaron una máscara que aguanté 5 minutos y no me acuerdo nada más. Lo último que tengo presente es que entraron los médicos y escuché que decían `la tenemos que entubar’”.
A partir de ahí, para Mariana se detuvo el tiempo, aunque su familia, amigos, amigas, clientes de su centro de estética y vecinos contaran cada día y esperaran una noticia favorable sobre su salud. Algo que no llegaba.

Yo soy una bendecida, es un milagro que con Isabella estemos hoy acá"

Cuando estaba inconsciente, le practicaron una cesárea. Isabella hoy tiene 3 meses y medio, y es parte del “milagro” del que habla Mariana. Despertarse fue confuso: “Lo primero que hice fue tocarme la panza y al no sentirla colapsé”, recuerda. Fue un momento duro. Todos me decían que la beba estaba bien, pero yo pensaba que me lo decían para que me quede tranquila. Hasta que vino mi marido con fotos para que pudiera verla”. Había pasado pasado ya un mes y medio del nacimiento de Isabella.
Mariana es mamá de 5 hijos: Valentina de 20, Natanael de 18, Guadalupe de 17, Benjamín de 13 e Isabella de 3 meses y medio, a quien definió como “una guerrera. Nos tiene enamorados a todos, la disfrutamos mucho. Vino a demostrar que todo se puede. Cuando me sacaron el respirador yo tenía miedo. Y me dije que si alguien tan chiquito, con días de vida, pudo y se aferró tanto a la vida, cómo no iba a poder yo. Tanto por ella como por todos mis otros hijos”, aseguró, emocionada.

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Debió pasar un tiempo hasta que tomara dimensión de todo lo que había sucedido y de lo que se había generado en la comunidad. “Soy una afortunada”, relata con agradecimiento. “Creo que todo lo bueno que me enviaron, llegó”.
Aferrada a la fe, hoy sigue su recuperación en su casa. Cuando le dieron el alta caminaba con andador o estaba en sillas de ruedas. De hecho pasaron unos 10 días desde que se fue del hospital hasta que tuvo en brazos a su beba. “Sentía que no estaba preparada para verla y saber que no me la podía llevar y además quería prepararme para sostenerla porque no tenía fuerza en los brazos”, narra, mostrando la crudeza de la enfermedad. Pero además, “quería estar con mis hijos más grandes que necesitaba y me necesitaban”. El reencuentro fue conmovedor, como toda su historia. “Le dije a mi psiquiatra: ´necesito el olor de mis hijos´. El vernos fue abrazarnos, mirarnos…nos necesitábamos”.
Claro que hay un antes y un después en los días de Mariana y de su familia. “La vida misma, el día a día, que tantas veces lo decís pero hasta que no le pasa a uno es como que no tomamos conciencia”. Lo más simple se vuelve importante: “un día me sacaron para hacerme una tomografía y estaba lloviendo. Ibamos por el pasillo y yo sentí que disfrutaba de la lluvia, me gustó escuchar llover. Me puse a pensar en la rutina y en cuánto dejamos pasar por el trabajo”.
La enfermedad la obligó a frenar, por eso siente que la experiencia tan dura le enseñó a disfrutar de las cosas más pequeñas. Hoy, sin secuelas tanto ella como su beba, la realidad se ve de otra manera. Lo importante es “una charla, el estar y compartir tiempo con mis hijos, no es necesario trabajar tanto para darles todo, uno aprende a relajarse, siempre hay cosas peores”. Lo dice ella, que le ganó al Covid y generó más vida.