Notas

Zum/ Los más chicos opinan sobre lo que les gusta y desagrada de los grandes

Para los niños y niñas el mundo adulto se vincula con el consumo, el aburrimiento y el displacer por el trabajo  

Adultos monótonos, siempre apurados y preocupados por el dinero resumen, entre otros aspectos, la visión que disgusta a los más pequeños respecto de los grandes. Una mirada atenta y activa de lo que incomoda a los chicos invita a repensar algunos valores sociales y culturales que se hacen presentes en su educación.

infan03
Los niños y niñas observan y
construyen su imaginario sobre
el mundo adulto./Foto: AZ-FACSO

La formación de los niños, su bienestar y protección son motivo de inquietud y análisis en diferentes contextos y medios de la sociedad. Para los “grandes” es habitual debatir y decidir sobre los asuntos de los niños y niñas. Debates en los que no siempre se considera la opinión de los chicos sobre el mundo adulto y en los que sus palabras suelen ser silenciadas por considerarse imprudentes y desajustadas.

Padres aburridos, preocupados por el dinero, muy ocupados con el trabajo y corriendo de aquí para allá, son algunas de las apreciaciones de los chicos sobre el mundo adulto. Sus testimonios fueron recogidos por ZUM durante el Día del Niño y la Niña en el festejo que más pequeños reúne al año en Olavarría, organizado por MANO (Movimiento Alegría al Niño Olavarriense) y el gobierno municipal, y desarrollado en el Parque Helios Eseverri.  

Con una sonrisa pícara, Lucas (11 años) de Provincias Unidas, sostiene que lo más lindo de ser chicos es “no tener que preocuparse por comprar cosas ni trabajar”. Santiago (9 años) del barrio San Martín coincide y lanza de manera espontánea: “Lo que menos me gustaría de ser grande es trabajar”. Al preguntarle cómo se imagina de grande responde sin vacilar: “inteligente, con una familia y rico para comprarme muchas cosas”.
Trabajar y esforzarse para “tener” es lo que “respiran” los chicos en la sociedad adulta, según Viviana Torres, psicóloga especializada en niñez y adolescencia. “Comprar es una forma de participar activamente en la cultura; sea la casa, el auto, el último celular o la prenda de moda. Son muy pocos los adultos que muestran que en el trabajo les va la vida, que están jugados sus vínculos fraternos, sus habilidades y desafíos. Los niños ven que los padres trabajan y tienen dinero y con eso compran cosas. Y con objetos nuevos ocupan otro lugar entre sus pares y así va la cosa”, analiza.

Padres y adultos que no disfrutan de sus ocupaciones sino que se muestran quejosos, preocupados y cansados terminan por  transmitirles  a los niños una mirada negativa del trabajo. Para Agustina (10 años), del barrio Hipólito Yrigoyen, también sería feo trabajar y además le preocupa el andar apurado de los adultos. “Lo que no me gustaría de ser grande es que van de acá para allá. Siempre andan apurados por el trabajo y los hijos. Los chicos andan más tranquilos”, afirma.

 “Padres corriendo por la vida significa niños corriendo por la vida”, sostiene Torres y advierte que esto tiene sus riesgos. “Los chicos suelen asociarse a sus padres y estar ellos mismos acelerados o, en contraposición, se lentifican a un punto que dejan a sus padres como gallinas desplumadas. Lo cierto es que las rutinas y los ritmos de los padres tienen un efecto directo para los hijos. No es necesario que uno de los padres se quede en su casa, si es necesario que les garanticen tiempos ordenados, tranquilos, sin aceleres”, aconseja la psicóloga.

La clave para Ana Viscaíno (psicopedagoga e integrante del núcleo de investigación  IFIPRACD-ED de la Facultad de Ciencias Sociales) es que los adultos escuchen más y mejor a los más chicos y prediquen con el ejemplo. “La escuela y los adultos tienen el desafío de humanizar la tarea cotidiana y comprender que la transmisión cultural, el trabajo con el saber y las ideas podrían volverse potencia de transformación si ellos mismos se sintieran atravesados por la tarea que los convoca y disfrutaran de recibir del otro, de esos niños y jóvenes que tienen mucho para aportar y decir”, rescata.

Pero las observaciones de los niños para con los más grandes no terminan acá. Además de señalar que corren de un lado para el otro, los niños y niñas observan que los adultos “son aburridos” y no tienen tiempo de divertirse. Azul (10 años) del barrio San Vicente cree que ser grande “es aburrido porque no podes jugar con amigos, ni podes ir al parque”. A la misma conclusión llegan Nahuel (10 años) del Barrio Jardín y Malena (11 años) de Roca Merlo, quienes valoran de ser niños el hecho de poder jugar.

“Recuperar lo lúdico de la infancia y comenzar a reírse con sus hijos, bailar, cantar y jugar”, es el consejo de Viviana Torres. “Todos tenemos problemas y sabemos que duran muy poco y hasta algunos mirados a la distancia nos dan risa. Sin embargo, no cambiamos de posición y seguimos tomándonos todo tan seriamente, que los niños nos ven aburridos”, advierte.

Las opiniones de los niños y niñas se fundamentan en los imaginarios de la sociedad que los rodea. Por ello los mensajes que se den desde la familia, los medios de comunicación y las escuelas son de vital importancia, al  interceder en los significados que niños y niñas le otorguen a la vida.  Para Viscaíno,  “sin una mirada atenta y una escucha activa a la voz y expresión de niños y jóvenes no se avizora horizonte o porvenir a construir”. Reflexionar acerca de las lógicas que el contexto social y cultural le imprimen al mundo adulto conlleva  preguntarnos por el mundo que como sociedad queremos legarle a los más chicos.

Padres y docentes más relajados

Progresivamente se está produciendo una vuelta a la valoración del tiempo libre, del descanso, de otras técnicas como las respiratorias o la meditación, el baile y el deporte; que transforman el tiempo libre en un tiempo de crecimiento, según la psicóloga Viviana Torres. “Los adultos comienzan a tomarle el gustito a encontrarse consigo mismos, con lo mejor que tienen y la relación con sus hijos, con su trabajo, con el tiempo, cambia”, explica.
Para la psicóloga “Los chicos manifiestan lo que ven. Y ven padres y docentes a las corridas, agotados, desatentos”. Por ello con padres y educadores sin estrés los niños y niñas podrían crecer más tranquilos, libres y conectados con sus habilidades.

Lo lindo de ser grande

La adultez también encuentra significados placenteros para los niños y niñas. Alcanzar una determinada edad pareciera abrir las puertas de innumerables acciones que hoy no pueden realizar. Para Mateo (12  años) del barrio Hipólito Yrigoyen lo mejor de ser grande es “salir con amigos, ser libres y andar en auto”. Malena también valora la posibilidad de salir con sus amigas, “ir al shopping, maquillarse y usar tacos”. Pablo (10 años) de Villa Mailín sostiene que está bueno ser grande  “porque ganás tu propia plata y te la podés gastar en lo que querés” pero lamenta que sus padres sean, según él, “medios estrictos” por no darle libertad para gastar dinero. Acceder al mundo adulto también significa  conquistar ciertas libertades: decidir por si mismos, “mandar”, salir con amigos y contar con recursos económicos para adquirir bienes materiales./AC - FACSO