Notas

Conseguir su primer trabajo es una dolorosa odisea

Faltan oportunidades laborales para las personas con discapacidad

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Ruben López, un abogado discapacitado que
logró tener su pripio estudio/ Foto: AC- FACSO

Una Ley y un programa municipal son las herramientas con las que cuentan las personas con discapacidad a la hora de buscar trabajo pero aún así la integración sigue siendo un desafío. La media de edad en la que logran ser empleados es de 33 años

Manuel Ennis tiene 34 años y hace apenas uno que lo emplearon por primera vez. El deseo de ganar su propio dinero para sustentarse e independizarse de sus padres lo llevó a recorrer distintos caminos en busca de una posibilidad. Durante diez años presentó su curriculum vitae en distintas empresas públicas y privadas, y siempre llevaba con él una carta explicando que existe una ley que beneficia a quien lo empleara (exención del 50% de las contribuciones patronales por el período de un año; deducción especial en la determinación del Impuesto a las ganancias o sobre los capitales equivalente al 70%) pero aún así sus intentos se vieron frustrados una y otra vez. Tuvo que esperar tres años para que alguien por fin le diera una oportunidad. Su primer empleo lo consiguió a los 33 años, en el Servicio Penitenciario Bonaerense, donde todavía trabaja.

Manuel es hipoacúsico y su caso es apenas uno de los innumerables que padecen las personas con alguna discapacidad que esperan, como todos, integrarse al ámbito laboral.

La Ley N° 22.431 establece que el Estado Nacional está obligado a emplear personas con discapacidad en una proporción no inferior al 4% de la totalidad de su personal y a reservar puestos de trabajo exclusivamente para ellos y ellas. A pesar de estar amparados bajo esta ley, en Olavarría no solo no se cumple con el porcentaje estipulado sino que, además, la media de edad en la que logran su primer trabajo es, como en el caso de Manuel, de 33 años.

Ruben López, de 44 años, padece distrofia muscular tipo kugelber wallander. Su discapacidad no fue un obstáculo para seguir sus estudios universitarios y hoy tiene su propio estudio jurídico, pero llegar a consolidar su espacio de trabajo no fue fácil y debió hacer frente a situaciones de discriminación. "Cuando estaba dando las últimas materias de la facultad pedí un analítico y lo repartí en varios estudios jurídicos de Olavarría, cuando miraban el analítico y el CV estaba todo bien, el tema era cuando iba a la entrevista personal. Ahí las cosas ya no estaban tan bien. Me entrevisté con varios estudios... obviamente no quedé en ninguno", recuerda todavía con angustia.

Ruben fue el primer abogado con una discapacidad del departamento judicial de Azul y el primero en la ciudad en presidir el Consejo Municipal de Discapacidad. Su primer trabajo como abogado lo obtuvo en 1998 en el estudio de Agustín Marinangeli quien se acercó a él por un anuncio del diario en el que lo saludaban como nuevo profesional. "Un día estaba en mi kiosco y entra un hombre que no había visto en mi vida y me dice '¿Así que vos sos mi nuevo colega? lo leí en el diario y te andaba buscando, tengo un estudio y estoy buscando un socio'". Desde ese día ese desconocido se convirtió en su socio durante cuatro años. Ruben recuerda con mucho cariño a la persona que le dio la primera posibilidad de demostrar de qué era capaz. "Mientras estudiaba siempre repetía que lo único que pedía era una oportunidad de poder mostrarme porque era consciente de que no la iba a desaprovechar. Yo siempre digo que Agustín fue el ángel que me abrió esas puertas". Hoy en día además de asesorar a personas con discapacidad en su propio estudio, Ruben es asesor legal de la Mutual Gestar Anhelos que realiza talleres de distinta índole para personas con alguna discapacidad.

Daniel Brisioli, de 52 años, padece ceguera. Es abogado, martillero público y procurador. Su camino hacia un empleo estable también fue difícil de allanar. "Fue una lucha muy dura, yo estuve prácticamente 10 años golpeando puertas", relata apenado. Su búsqueda inició en los '80 y fue en Coopelectric donde encontró un lugar. "Empecé a buscar laburo y en esa época el contexto cultural no era nada fácil, todavía algunos prejuicios eran muy duros y había una imposibilidad hasta arquitectónica de contener a los discapacitados, las empresas privadas no tenían conciencia de los beneficios que otorga la ley de tener a personas integradas", explica Daniel. Según él la cooperativa en la que trabaja hace ya 22 años le dio una oportunidad única. "Por suerte yo acá fui muy bien recibido y contenido, se me dio una posibilidad diría hoy todavía escasa. Somos una fracción muy chiquita los que estamos integrados como mano de obra competitiva, en un ambiente competitivo, con crecimiento laboral, con desarrollo".

Además de su trabajo formal en la cooperativa eléctrica, Daniel se desempeñó como docente en la escuela Nº 505 —para ciegos y disminuidos visuales— y en el plan de alfabetización nacional para ciegos. "Los discapacitados de esa época teníamos en claro que teníamos que abrir caminos, sacrificar de la vida personal para ayudar al resto que venían atrás, tenemos que hacer docencia con la sociedad", asevera Daniel.

Una posibilidad más

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Cecilia Bravo, empleada de la Oficina de
Empleo municipal/ Foto: AC- FACSO

A pesar de los 31 años transcurridos desde la promulgación de la Ley para las personas con discapacidad, encontrar un trabajo estable sigue siendo un desafío. Por eso, se han abierto otras vías para promover la integración. Hace menos de un año la Oficina de Empleo municipal puso en funcionamiento el Programa Promover. La directora, Ivana Pezet, explica que "el programa tiene por finalidad incluir a trabajadores con discapacidad, acompañarlos en el trayecto formativo y ocupacional para luego hacer una intermediación laboral, que es el eje de la oficina de empleo".

La implementación de este programa surgió de la necesidad de responder a una demanda concreta. "Era una cuenta pendiente de esta oficina porque nosotros teníamos usuarios con diferentes discapacidades que venían buscando trabajo y no teníamos una herramienta para abordar a esa persona, entonces este programa nos vino muy bien", valora Ivana. Para la ejecución del mismo, desde la Secretaría de Desarrollo Social se decidió emplear a Cecilia Bravo, de 33 años, que padece una discapacidad neuromotriz. Es su primer trabajo formal, "antes de esto hice cosas de manera independiente pero nada estable, esta es mi primera experiencia y es muy buena porque se trabaja en equipo, todo es consensuado, consultado", aprecia Cecilia.

Dentro de la Oficina de Empleo, ella se encarga de asesorar a las personas con discapacidad que quieren aprovechar el programa. "Tenemos muchos beneficiarios que tienen miedo a enfrentarse a la entrevista laboral, entonces primero les explico el programa y después le cuento, no como ejemplo sino como referente, mi búsqueda de empleo y trato de explicarles que esto es una posibilidad más en su búsqueda y les hago saber que pueden tener un trabajo estable", explica Cecilia.

La intención del programa es hallar las potencialidades sin detenerse en las limitaciones, trabajar sobre el perfil laboral de la persona para que después el trabajo de la oficina sea realizar intermediaciones laborales o algún entrenamiento para el trabajo. Los entrenamientos son pasantías, "es un empleo formal, la idea es que aprendan una actividad y que sea un antecedente, una referencia", explica Ivana, la directora. Para realizar este objetivo trabajan en conjunto con la Cámara Empresaria, el Centro de Formación Profesional Nº1 y la casa de Hellen Keller. "Sabemos que estamos trabajando con una población muy vulnerable y que no se le pueden crear falsas expectativas. Somos el nexo entre el empleado y el empleador", aclara Cecilia.

Un claro ejemplo de ello es Pablo Di Lorenzo, de 32 años. Pablo padece una discapacidad intelectual leve y después de varios meses de buscar trabajo, encontró una oportunidad en el Archivo Histórico local, con una pasantía. "Ya había llevado currículum a muchos lugares pero nunca me llamaron. Desde la Oficina de Empleo hicieron todo lo posible, me hicieron hacer un curso en la Casa del Bicentenario y llené unos papeles. Al mes siguiente me llamaron por una posibilidad de trabajo en el Archivo Histórico y les dije que sí", relata Pablo emocionado. Hace dos meses que trabaja en ese lugar y, si todo sale bien, en los sietes meses restantes de pasantía puede quedarse definitivamente. "Estoy re contento, muy agradecido por el trabajo, creo que este es mi lugar. Desde el primer día sentí mucha emoción, una alegría enorme porque acá estoy tranquilo y muy cómodo porque soy uno más", expresa sonriente.

Manuel, Ruben, Daniel, Cecilia y Pablo buscaron trabajo durante más de diez años hasta que por fin alguien les dio la oportunidad que hoy gozan. A pesar de la ley y de algunos esfuerzos particulares, las personas con discapacidad siguen padeciendo una fuerte discriminación laboral y se ven tristemente forzados a esperar más de una década para sentir la dignidad que da el trabajo.

Una alternativa para los mayores de 45 años con discapacidad severa

Talleres Protegidos es un espacio que promueve la inclusión social y el derecho al trabajo de las personas con discapacidad. En Olavarría, con sede en Lavalle 2943, el programa contiene a 65 personas de entre 45 y 50 años con discapacidades severas.

Rosa Muia, directora de este espacio, aclara que "el objetivo principal, además de la salida laboral, es la contención social y la socialización de ellos. La idea es que puedan sentirse plenos y útiles". Acceden a Talleres Protegidos las personas que por la edad y la gravedad de su discapacidad no están en condiciones de ser empleados como mano de obra competitiva, según los profesionales, por eso antes de arribar a este lugar transitan un recorrido institucional que los prepara para el trabajo. "La realidad nuestra es que los chicos que están acá van a Corim a estimulación temprana, después a una escuela 500 y luego a la escuela laboral que es como el secundario, en todo ese trayecto los preparan de acuerdo a su discapacidad, si es moderado o severo, para el trabajo que luego pueden llegar a realizar acá o en Crecer Juntos, si la discapacidad es leve", explica la directora.

Este taller está subvencionado por la Provincia a través de un sistema de becas de 250 pesos por cada persona empleada. Este dinero se utiliza para el mantenimiento de taller. Cada empleado cobra, además, bimestralmente 750 pesos por el "peculio", que es la remuneración que reciben por el trabajo realizado dentro del taller. En este momento de las 65 personas que concurren a Talleres Protegidos solo 57 cobran esa pequeña retribución.

Además del trabajo diario en la realización de envases de papel y polietileno, en el taller se realizan cursos de percusión, teatro, telar, danza y gimnasia. "Lo más importante para nosotros es que además de tener un trabajo, ellos vienen muy contentos porque acá se sienten útiles y contenidos", resume satisfecha la directora./ AC- FACSO