Notas

Zum/ Memoria e identidad en las fiestas populares

Arte y magia también es murga

La artista Cristina Arraga y la murga local Comodines de Febrero, estuvieron en el 6º cumpleaños de la Mutual de Arte Popular Macondo Creativa. En medio de la fiesta expresaron sus visiones sobre las pasiones que desatan las fiestas populares, la identidad del murguero y la carga simbólica que llevan sus cuerpos

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La artista plástica Cristina Arraga en la inauguración de la muestra/Foto: AZ-FACSO.

En el salón principal de la Mutual de Arte Popular, Macondo Creativa, se dispone la muestra Memoria, Identidad y Carnaval deCristina Arraga, que puede visitarse en Necochea 1389 los martes de 18 a 20, miércoles de 18 a 19, jueves de 18 a 20 y viernes de 15.30 a 19. Consta de pequeñas cajas-objeto para descubrir, impresiones de registro carnavalero sobre vinilo, material que trae a la mente el brillo de las levitas y los colores de la alegría, y la serie Poniendo el lomo, donde en cuadritos se inmortalizan algunas identidades murgueras transformadas en íconos y adornos de sus vestimentas.

“Vengo a festejar un cumpleaños. Por eso los trabajos son elegidos. Toda la obra tiene que ver con la identidad, con la memoria y con la fiesta”, explica Cristina Arraga, licenciada en Artes Visuales, cuya obra ha estado, desde 1978, orientada a procesos identitarios. “Siempre me interesó el tema de la identidad, sobre todo el tema de la identidad en Buenos Aires porque quizás hay otras identidades que están menos cuestionadas pero la identidad en Buenos Aires es 'venimos de los barcos'. Siempre está flotando eso, de dónde venimos. Como artista creo que la pregunta es esa: ¿Desde dónde hablo yo? ¿Desde dónde me paro? Y ¿Para quién? Creo que ahí también hay un problema con qué nos identificamos. Después de eso apareció el tema del carnaval. Que llegó en los 90” explica Arraga a la vez que reflexiona en voz alta.

Las murgas combinan artes, algunas tradicionales y otras posmodernas. Apelan a la música popular, a los actos performáticos, utilizan recursos de la transmisión oral y de la literatura. Crean, al salir a escena, un microclima festivo y buscan obtener del espectador emociones que conecten de nuevo a la vida y la alegría propias del carnaval. Irrumpen marcando su ritmo, cargando su estandarte y desbordando felicidad. Así fue como llegó Comodines de Febreroa la fiesta y se puso a compartir su magia con la de Arraga. Los vinilos hacían de telón de fondo y los murgueros generaban nueva energía con cada salto. 

Cada uno con su arte… ¿Qué nos vienen a contar?

Existe una leyenda, que recorre los barrios porteños, que cuenta que los pasos característicos de su murga simbolizan el abandono de la esclavitud por parte de los sometidos: la rumba que se baila agazapado, recuerda a los negros con grilletes; el triple salto representa a las piernas soltándose de las cadenas y, la matanza, donde el cuerpo se muestra totalmente liberado.

Los colores que cada murga elige son un componente más de su identidad, que unifica a cada murguero. Pero a su vez éste, busca decir más de sí mismo y completa su vestimenta con íconos que lo hacen único. Aquí entran en juego los retratos de espaldas que realiza Cristina Arraga en la serie Poniendo el Lomo. “En este caso estoy mostrando el recorte de adornos de levitas religiosos o políticos. Me llama la atención esto de colgarse… de andar por la calle con todo lo que uno cree colgado encima y que todo el mundo lo vea. Hay un trabajo para mostrarlo. Un arte-artesanía muy nuestra, muy carnavalesca. Pero viste… un Sagrado Corazón enorme, hay que bancarse eso. Acá estoy yo. Creo en esto. Y estar en carnaval con eso… es algo sorprendente”.

Arraga registra con su cámara fotográfica fiestas populares desde los ‘90. Y es a través de este recorrido que la memoria impacta su obra como eje de producción. “En los ‘90 existió un fuerte ciclo neoliberal y conservador y haberme arrimado al tema del carnaval fue una especie de resistencia, que también estaban haciendo los carnavaleros. La murga pudo sostenerse. La han querido borrar y no han podido. Esa resistencia pequeña, chiquitita, silenciosa, creció y explotó. Explotó con la incorporación de las mujeres en las murgas. Además institucionalmente se volvió a conquistar el feriado, que es una conciencia diferente, es instalar la fiesta popular como un espacio de creación colectiva, con la recuperación de la alegría, de la celebración. La celebración es vínculo, es estar con el otro. El otro es construcción. Es fuertemente político también y por eso lo prohibieron”, opina la artista.

Identidad murguera y función social de la murga
“Te chocás con gente que te dice: ‘¿para qué más feriados? ¿Para vaguear?’. Que se queja por los ruidos molestos y porque prefieren que ‘los negros’ estén más lejos festejando. Pero también hay otra gente que vive el carnaval como una religión. Me he dado cuenta que en estos últimos años el carnaval es una identidad. Es una manera de mirar la vida”, analiza Cristina Arraga.

Ese vivir murguero se refleja en los miembros de Comodines de Febrero, una murga que nació el 27 de febrero de 2010 ensayando en el Parque Norte y que hoy funciona en el salón Amparo Castro (Aguilar y Av. del Valle).
A Juliana, de 7 años, le divierte la murga. “Me gusta porque me siento libre cuando bailo. Me gusta bailar la matanza. Y cuando sea grande quiero enseñarles a otros chicos, trabajar como inventora o bibliotecaria. A mí me gustaría que se sumen más personas porque somos como muy poquitos. Al principio éramos más poquitos. Yo quisiera que se sumen, así van a ser felices”.

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Morena, Jeniffer y Juliana, de Comodines 
de Febrero./Foto: AZ-FACSO.

Diego 29 años, otro integrante, recuerda que Comodines de Febrero nació como una propuesta familiar, donde están sus dos hijas, su esposa y hasta su concuñada. Comenzaron ensayando en el Parque Norte y hoy tienen su taller en inmediaciones del barrio del Fondo Nacional de la Vivienda (Fonavi). 

Todavía con el pulso acelerado y tratando de regular la respiración, Diego explica que “ser murguero tiene muchas palabras. Arte y magia también es murga y la murga se expresa así ahora. Antes, los tenían atados y les hacían dar vuelta los trajes”. Cuenta la historia que los esclavos de la colonia, rescataban la ropa que sus amos desechaban (levitas, guantes, galeras y sombrillas), las daban vuelta, les pegaban parches de colores brillosos y los parodiaban.

“Para el corso se labura y lo mínimo que yo le puedo pedir a la gente es un aplauso. Se labura para mostrarle a la gente que se puede trabajar con muchos chicos, que hay que darle para adelante y seguir para no haya tanta violencia y para alejar a los chicos de todas las cosas feas que se ven en la calle”, destaca Diego.

Carla de 28, con su hija Catalina de un año en brazos, define emocionada: “Para mi ser murguera es una pasión. Yo lo llevo en el alma. Por ahí cuando estás mal te liberás bailando, si querés hacer una canción podés decir lo que sentís, es muchas cosas lo que significa la murga. Te saca las penas, y si estás contento mucho mejor porque vas y sumás al que estaba mal porque siempre hay alguno que está mal. Tenemos unos nenes que son del barrio que estaban todo el día en la calle y de a poquito con la murga los fuimos ayudando. Siguen en la calle, pero por lo menos los días que ensayamos están ahí y están contenidos. Juegan con nuestros hijos, con otros nenes que se suman y por lo menos ese ratito vos le ves la carita de alegría y te llena el alma porque decís ‘bueno, no lo puedo hacer todos los días’ pero sabés que es un granito de arena para que el día de mañana ese nene después sea una buena persona y no ande robando o no se ande drogando, haciendo cosas que le hacen mal”.

En definitiva, la murga con su magia, le gana a la tristeza, al sometimiento y a la opresión. Es la fotografía de una sociedad, que aparece para rescatarla y que resignifica en sus pasos, canciones y trajes, historias que se resisten al olvido./AC-FACSO