Notas

Perfil de un comerciante histórico

Hipólito Martín, después de medio siglo con la tienda San Miguel

El tradicional comercio con nombre de arcángel acaba de quedar definitivamente en el recuerdo. Después de cerrar sus puertas hace meses, un negocio de indumentaria deportiva se instaló este fin de semana en su local. El fundador del comercio recorrió por última vez el negocio, compartió su historia de vida y dejó sus bendiciones a los nuevos inquilinos

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Donde estaba la tradicional tienda, ahora hay
un local de ropa deportiva/Foto: AC-FACSO

"Nací el mismo día que Fidel Castro. Ambos somos Leoninos y luchadores, la diferencia es que el ganó con las armas y yo con el evangelio", dispara Hipólito Martín sintiéndose ya parte de una historia colectiva con sus 85 años de vida y 50 administrando la tienda San Miguel, en Necochea 2878, una de las más tradicionales de Olavarría.

Cuando habla, Hipólito traspasa su fachada de abuelo débil. Después de medio siglo de atención al público cerró su tienda para continuar la vida con sueños renovados junto a sus hijas y nietos. El comercio estuvo varias semanas en liquidación por cierre, como en una larga despedida hasta que finalmente otra firma ocupó su lugar. Es que los sueños personales no necesariamente se transmiten de una generación a otra.

Los últimos días, Hipólito caminó entre el público arropado e inclinado, expectante y celoso por registrar en su retina los detalles previos al cierre. Se lo veía, también con una gran sonrisa, con los ojos brillantes entre los parpados caídos y una personalidad vivaz con ganas de continuar soñando.

Su vida no fue fácil y para ser "el querido Hipólito" debió enfrentar muchos obstáculos, y templarse como un metal pero al resguardo de las enseñanzas de sus padres. Cuando nació, el 13 de agosto de 1926, eran años de disputa y confusión. Su padre vivió en Cuba, donde contrajo paludismo y las secuelas lo acompañaron toda su vida. De él recuerda su decisión y que se presentó a en la Escuela N° 24 para reclamar que a su hijo le estaban haciendo perder el tiempo con los "palotes" porque gracias a sus hermanos sabía leer, escribir y dominaba las matemáticas. Su madre era española y analfabeta. Ella supo trabajar la tierra en su país natal y cultivar en Hipólito un perfil audaz y emprendedor que él demostró, por ejemplo, cuando le pidió a su patrón un préstamo para abrir su propio negocio y convertirse en la competencia.

De pequeño su madre impulsó un negocio de productos variados al "menudeo" para lo que pidió dinero en préstamo a Nicolás Flechoso, dueño del histórico almacén "El Flechoso", que cerró el año pasado después muchos años de ocupar la esquina de Alsina y Nechochea. Hipólito tenía 12 años cuando se incorporó al almacén para trabajar. Con una sonrisa y con pausa recuerda esos años. "Se vendían 10 centavos de azúcar, 10 de fideos y medio litro de vino... y si, eso infaltable —se ríe a carcajadas— y después comencé a vender diarios. Gracias a que mi madre que le vendía huevos al dueño. Un día le pidió si no me podía dar unos diarios y con todo gusto me los dio y ganaba tres centavos por cada uno. El diario El popular en ese momento valía 10 centavos".

Gobernaba Domingo Perón cuando Hipólito cumplió 19 años y decidió autoconvocarse para hacer el servicio militar en el regimiento de Olavarría. "Dios se vale de muchos vericuetos para llegar a su fin, gracias a haber hecho el servicio militar pude darles estudio a mis hijas y comprarles un departamento".

Durante su estadía en el regimiento Hipólito se dedicó al reparto de la orden del día, a trabajar en la cocina y en la escuela. "Ahí conocí a su director el señor Boot y me dijo: 'usted Martín cuando se vaya de baja se va a mi casa y yo durante cuatro meses le voy a enseñar para que pueda rendir sexto grado'. Aprobé en la escuela N° 4 con tres nueves y el resto10. Desde ya que me habrán regalado nota... porque en cuatro meses me preparé".

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La tienda San Miguel rebasó de clientes en los
días de liquidación por cierre./Foto: AC-FACSO

El deseo de Hipólito por aplicar la enseñanza de sus padres le abrió vínculos de compañerismo que le llevaron a cumplir el sueño postergado de seguir estudiando y aprendiendo. Gracias a su esfuerzo y a la voluntad del director de la escuela Hipólito logró más tarde comenzar a trabajar en la Casa Adúriz en la esquina de Dorrego y Rivadavia. "Ahí conocí a quien sería mi socio Salvador Mazza un hombre excelente de una conducta intachable, con quien nunca discutimos en 43 años. Cuando había una diferencia conversábamos y un poco aflojaba cada uno", recuerda.

Hipólito obró en su vida con un buen corazón y perseverancia pero su audacia se reflejó en el momento en que se sentó a negociar su desvinculamiento laboral con su patrón, el español Adúriz. "Recuerdo que me dijo el refrán 'es mejor ser cabeza de ratón que cola de león. ¿Y usted donde va a poner el negocio?' Y yo le dije que lo iba a poner en la misma manzana nada más que en la otra esquina que da al oeste. Y me dijo '¿Usted tiene coraje de pedirme plata para después ser un competidor?' Yo me encogí y le dije '¡Si nosotros vamos a ser un poroto!' Me contestó: 'Si, si un poroto que después crece'. Y así fue, no se equivocó".

Ese día Hipólito comenzó a cosechar las decisiones del camino transitado y volvió a su casa como chico con zapatos nuevos, porque había conseguido el préstamo que necesitaba para comprar el local. El 12 de diciembre de 1960, finalmente se cumplió el sueño y ese día la Tienda San Miguel abrió sus puertas por primera vez. "El pueblo respondió enseguida. Eran años de vacas gordas donde abundaba el dinero y el negocio se llenaba de gente. Mi señora había hecho una campaña publicitaria en radio que se basaba en una incógnita. Olavarría sabía que un negocio nuevo abría pero nadie sabía de qué. Mi señora le puso tienda San Miguel en honor al arcángel San Miguel", recuerda Hipólito con los ojos brillantes y mirando a su alrededor desde un rincón del salón, a pocos días de abandonar definitivamente ese espacio.

Hace memoria sobre su vida y guarda imágenes de las últimas horas de la tienda que lo vio crecer. Después de una pausa se filtra un pensamiento. "Estoy contento porque el público de Olavarría, que sabe que tenemos buena mercadería, vino a la liquidación". La expectativa por lo que vendrá se mezcla con la tristeza de lo que deja en el pasado. "Días atrás sentí amargura, como que se desprende una parte de mi cuerpo y después me resigné. Ya cumplí un ciclo y así como llegó el momento en que me sacaron el carnet de conductor hoy hay que cerrar. Ahora voy a disfrutar con mis hijas y viajar compartiendo con la familia. En mi vida tuve muchos golpes bravos desde la pérdida de un hijo hasta la pérdida de mi señora y todos los pude superar con la ayuda de los amigos, de los empleados y vecinos, porque todos me quieren"./AC-FACSO