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Niños y niñas ponen el carnaval de su barrio sobre rieles

Los chicos y chicas del barrio El Provincial preparan la fiesta estival que se verá el primer sábado de marzo a partir de las ocho y media de la noche en las calles Nechochea y Junín. En las inmediaciones de una estación abandonada, una noche por año se encienden voces, se cuentan historias y repican tambores. Macondo Creativa con talleres de verano incentiva las producciones colectivas

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Con goma espuma,pegamento y pintura
se preparan los sombreros de
carnaval./Foto:AZ-FACSO 

En Olavarría existe un carnaval de barrio donde la familia recrea historias y anhelos, festeja con máscaras, un poco de harina y papel picado. Un carnaval que hace seis años que resiste. Que quema su Momo en el terraplén de la estación abandonada. Que desfila por los adoquines de la Junín y el asfalto de la Necochea, justo en el límite de los barrios Pueblo Nuevo y El Provincial.

El carnaval es una fiesta de los pueblos, una fiesta en la que se sale a la calle, pero el tránsito no es como el de todos los días. Los cuerpos se transforman, y dicen lo que durante el resto del año callan, reprimen, ocultan. El calendario cristiano le asigna fecha a la liberación de los instintos. Esos días, se desata por todos lados la fiesta pagana, y en algunos casos rebelde, contestataria. Se manifiesta en una mixtura de tradiciones; hay diablos, Catrinas, comparsas, levitas de colores, antifaces, tablados y carrozas de todos los tamaños, bombo, platillo y candombe.

Antes del día del carnaval, hay un tiempo para prepararse. El cuerpo es una gran vidriera de las pasiones, de los gustos propios y de los miedos de los demás. Hay un tiempo en el que el carnaval se respira con el aire pesado del verano. “¡Chicos vamos que hay sombreros para terminar y faltan diez minutos!”, anuncia Yéssica, encargada de ayudar a los chicos con las cuestiones referidas al uso de pinturas y pinceles, tijeras, trozos de goma espuma y pegamento. “¿Diez minutos?”, gritan los chicos y las chicas mientras se apuran a terminar lo que estaban haciendo. “¡Dale, dale, daleeeiii!”, repite Joaquín con la autoridad que le dan sus cinco años, aunque él insiste en que tiene “cuato”.

Están concentradísimos. Faltan unas pocas horas de taller para la confección de sombreros antes del sábado y “al gorro panda le faltan unos detalles”, aclara Joaco con los dedos violetas. Cuando le preguntan por qué lo pinta de ese color, Tomás se apura y le ordena: “Porque tiene varicela, decíle” pero Joaco en seguida aclara: “No, porque es un oso panda de carnaval”. Es así, durante el carnaval los osos pueden ser amarillos con manchas verdes y tener trompa verde. No importa lo que dicta el mundo, ellos pueden ver más allá de lo que capta el ojo condicionado del adulto.

El sábado 2 de marzo es una fecha que los chicos están esperando con las ansías con las que esperan a los Reyes Magos, otro ritual que impacta sus vidas y para el cual también hay que prepararse. Y esa expectativa la revelan al momento de expresarse, cuando quedan con una sonrisa en los labios y la mirada se les dirige al infinito imaginando lo que vendrá. “Invitamos a nuestros papás, a nuestros abuelos y a los tíos, a todos”, cuenta Fermín de 9 años.

Mientras los adultos persiguen una forma, los niños se dejan sorprender

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La sorpresa está al orden del día.
Ser niño o niña es dejarse sorprender/
Foto:AZ-FACSO 

En el proceso de trabajo y preparación del carnaval, las niñas y los niños se dejan gobernar por la aventura del descubrir y dialogan abiertamente con su imaginación.

Aylén de 9 años sostiene entre sus manos unos trozos de goma espuma que intenta pegar. “Estamos haciendo un gorro que va a ser de un panda, de un oso panda. Es para un desfile que vamos a hacer. Pará, teneme un poco acá. Yo me hice un sombrero de medusa, la que si le mirás los ojos te convertís en piedra. Y a mí al principio me decían: ‘Ay, no vas a llegar al carnaval’. Mi familia me decía. Y como me tomó tanto tiempo, yo también pensé que no iba a llegar. Entonces empecé a hacerla medio rapidito y me salió y ahora se hace fácil”.

“Se me metió en la cabeza… porque íbamos a hacer un león, pero le pusimos todos los pelos y parecía una araña venenosa, y entonces dije ¡una araña venenosa!”, explica Tomás y Joaquín completa imaginando: “Y el que se la pone en la cabeza, le pica la araña, se envenena y se muere”. Se acerca al cachete de Tomás y lo pellizca. “Así te pica”. “¡Le dejaste la marca!”, advierte otro. “¿A ver? (risas) No se nota nada”, se excusa Joaquín con su primo, que tiene el cachete colorado.

Mientras los chicos cuentan la historia del león que devino en araña venenosa Aylén sigue construyendo el gorro de oso para su hermano. Cuando termina de pegar las orejas exclama feliz: “mirá, un conejo”. Y enseguida prepara unos trocitos de goma espuma. “¿Qué le vas a hacer, las paletas?”, le pregunta Fermín. “Ahahahah” hace Joaquín agarrándose los incisivos con los dedos. “Yo no puedo, sacáte las tuyas”, le propone a Aylén.

Carnaval profético

La temática que da forma este año al carnaval organizado por Macondo Creativa son las profecías, un concepto un poco abstracto para los chicos, lo mismo que el carnaval, ambos provenientes de una raíz católica, y también resignificados por el hombre profano.

“Las profecías sooon… No sé”, admite Aylén. “Una profecía es algo que dicen… Algo que dice la gente. Que se puede cumplir o no”, define Fermín. “Claro. Lo que se venía el fin del mundo y jamás llegó”, razona Aylén y continúa: “Y acá armamos un diablo como las cosas malas y una señora que creía se venía el fin del mundo y eso, y ahora estamos haciendo un momo como que mataba a un cuervo, a un cuervo malo que dice cosas malas, malas profecías y el otro cuervo bueno lo tenía en el hombro. Y lo está ahorcando pobre”.

“El Momo es un gran guerrero. Fuerte. Que nos viene a salvar de todas las cosas malas. De los malos agorios, ¿cómo se dice? Te defiende de las Catrinas y los Diablos. Atrapa al cuervo que dice esas cosas malas”, cuenta Manu de 10 años.

El Momo, espera que los chicos le pongan un nombre y que lleguen las 18 del viernes para poder salir a dar un paseo por el barrio. Pero este Rey sabe que también faltan muy pocas horas para que se termine su mandato y por eso los chicos lo están ayudando a escribir su testamento.

Cuando Momo arda en lo que queda del terraplén de la estación abandonada de El Provincial, terminará el tiempo del carnaval. Y cuando todos crean que Mono está muriendo en medio del fuego, comenzarán a cumplirse los deseos que los chicos ocultaron en su cuerpo confiando en la magia que ellos mismos ayudaron a construir./AC-FACSO