Notas

Organización estudiantil en la cárcel

Mil y una razones para tener A.L.MA

Analía, Liliana y María dan nombre al Centro Universitario de la Unidad Penal Nº 52 de la ciudad de Azul, más conocida como la cárcel de mujeres. Las historias que allí se escuchan son certeros testimonios de la lucha cotidiana por resistir al encierro y proyectar nuevos caminos

ALMA5

Una vez al mes, el Cine Debate reune 
a las estudiantes del centro universitario 
con las de la esucela secundaria.
Foto: gentileza Educación en Contexto de Encierro.-

Azul. Tres de la tarde. El sol dibuja sombras en el muro que las separa del afuera. Esta imagen se interrumpe con los barrotes que hay en las ventanas. A las dos de la tarde tienen permiso para “bajar”, salir del pabellón e ir a estudiar. Maru vive en las casitas que están del otro lado del muro, casi afuera del Penal, trabaja; su régimen es abierto, allí espera que se cumpla su condena. Lili y Any, comparten pabellón y son la otra parte de A.L.MA, el Centro de Estudiantes del aula universitaria de la Unidad Penal Nº 52.

Un salón de unos pocos metros cuadrados hacen de salón. Dos computadoras, algunas mesitas de escuela, libros de derecho, varios tomos del Código Civil, dos pizarrones, afiches, kilos de fotocopias. Son parte de una construcción cotidiana, de conocimiento y libertad. “Para mí Alma significa un montón, porque las veo luchar día tras día, no sólo por estudiar, sino para sacarnos a nosotras del contexto de encierro y ayudarnos también a ser mejor persona”, relata Antonela, estudiante de la secundaria Nº 4, hoy fuera del penal.
Lili, 45 años, revela parte de lo que se gesta en ese aula. “Lo que transmito a mis compañeras y a la gente que llega por ahí es asombro de cómo esto a mí me mantiene, cómo no estoy triste, cómo no estoy recaída, cómo no lloro al estar en un contexto como en el que estoy. Me hace estar bien, feliz, es mi vida, es mi motor, es lo que me hace levantar y decir tengo que estudiar y rendir, tengo el taller de cine debate. También tengo familia y la extraño. Tengo un montón de cosas para estar mal, pero tengo un mentor muy sabio que es mi papá, con quien siempre decimos que podemos tener mil razones para llorar y mil y una para reír y ser felices. Me tomo de eso”.

Para Maru, de 32 años, A.L.MA “es una salida a la libertad, poder estudiar y leer una materia igual que los chicos que están afuera, poder leer los mismos contenidos, que tengamos los mismos profesores. Un pedacito de mí está afuera, es esa la experiencia que me llevo con A.L.MA y además es como decir ‘pude, se puede, no me morí en todo esto, viví y sigo viviendo’”.

“La palabra A.L.MA son ellas”

Any, con el entusiasmo que la caracteriza, cuenta “estábamos muy desorganizadas, estudiábamos sí, pero a nosotros nadie nos daba bola, nadie nos avisaba, nunca llegábamos con los directivos, así que una manera de institucionalizar y hacer de esto una cosa seria, era crear un centro universitario. Analía Umpiérrez (Coordinadora de Programa Educación en contexto de encierro de la Facultad de Ciencias Sociales) un día vino, nos dio un ‘cachetazo’, nos dijo ‘organícense, sean un centro universitario’. Y ahí arrancó, nos empezaron a dar bola y ahí arrancó A.L.MA: Analía, Liliana y María, la letra inicial de cada uno de nuestros nombres”.

María Isabel Labattaglia, coordinadora por la Facultad de Derecho de la UNICEN que funciona en la ciudad de Azul, explica que el proyecto “surgió cuando ellas se sintieron excluidas de lo que es el CUMB, el centro de estudiantes de varones, entonces dijimos ‘por qué no hacemos un centro de estudiantes propio’, nosotros le tiramos la idea, pero ahora tienen vida propia, está la Facultad de Derecho, está la Facultad de Ciencias Sociales y bienvenido todo aquel que se quiera sumar. La palabra A.L.MA son ellas, son el alma de este centro y lo más importante es que todo este espacio, todo este reconocimiento, es por lo que ellas trabajan. Las podemos acompañar, pero si no hay ganas, no sirve de nada. Más que nada es un reconocimiento no solo a lo que estudian sino a la calidad de personas maravillosas que son”.

“Las chicas se rompieron bastante el cuerpo, el alma, como bien se llama el centro de estudiantes, para que todas podemos participar, ellas de alguna forma te alientan a que no dejes y sigas adelante, a todas nos alientan. Las actividades que organizan como el cine debate están buenas también porque ayudan a distraerse, a salir del otro lado, a conocer gente nueva, a conocer buenas personas y a abrirse cuando una está en una situación como ésta, como que se encierra más del encierro que uno tiene”, analiza Verónica, 30 años, estudiante de la secundaria.
Analía Umpierrez, coordinadora del programa Universidad en la Cárcel, dependiente de la Secretaría de Extensión de la UNICEN destaca que “la concreción de un centro universitario en una unidad penal es un logro sumamente importante ya que da cuenta de la posibilidad de organización y con ello del diálogo, la emergencia de prácticas de colaboración, de solidaridad, que implican respeto entre los que lo conforman”.

El rol de la Universidad en la cárcel

ALMA3
Lucía y Emanuel, talleristas de "Entrecruzarte",
un espacio para la expresión artística.
Foto: gentileza Educación en Contexto de Encierro.-

Emanuel Chiavarino, 23 años, estudiante de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNICEN, perteneciente a la sede Tandil, asegura: “Es a voluntad que nosotros venimos a la cárcel. Somos estudiantes y queremos aprender y discutir cuál es el rol de la cárcel, el rol de la Universidad pública. Estos espacios son necesarios para que las diferentes facultades tomen la decisión política de intervenir en instituciones como esta, porque la decisión es política, así como ‘Sociales’ está trabajando fuertemente en diferentes unidades, y te das cuenta de que es una decisión política porque otras facultades que por ahí tienen todas las herramientas y toda la teoría para hacer un trabajo interdisciplinario a futuro con un proyecto político concreto, no están hoy acá”.

“Uno no viene a hacer solidaridad a la cárcel”, aclara Lucía García, de 30 años, estudiante de Cine de la Facultad de Arte de la UNICEN, que tiene sede en la ciudad de Tandil. “Ser tallerista de cine es una excusa para llevar películas y hacer valer el derecho a la expresión de las chicas, construir el rol que tenemos como sociedad, como estudiantes universitarios, desde el lugar que uno venga y lo que nos llevamos de acá es eso, lo importantes que son estos espacios. Las cárceles tienen que conocerse y tienen que hacerse públicas y creo que esa es nuestra labor”.

“Desde la Facultad de Ciencias Sociales se ha dado un gran apoyo y respaldo a este programa no solo por el reconocimiento al interior sino y especialmente por la voluntad política de sostenerlo con continuidad”, destaca Umpierrez. “En este centro, se advierten aspectos propios, únicos, como los modos en que se conforman los grupos. Acá se proponen generar mejoras no solo para sí sino también para el conjunto de la población de su unidad. Esperan compartir este espacio que abre la Universidad con otras mujeres que quieran disfrutar, aprender, conocer”.
La educación, es un derecho humano en cualquier contexto. La llegada de la Universidad pública a la cárcel es una conquista de quienes creen y hacen valer derechos: aprender, enseñar, expresar. Docentes, estudiantes de adentro y de afuera del muro, construyen en el encierro espacios de libertad e igualdad. Espacios, que para Liliana que cuando estaba ‘afuera’ era docente en una escuela primaria confiese “lo que es realmente sincero, que realmente nos llena, lo encontrás en ese aula que es A.L.MA”. / AC-FACSO