Notas

Especial: 25 años de la Facultad de Ciencias Sociales

Chesida: Una historia personal de todas y de todos

Las y los integrantes del grupo interdisciplinario Chesida, reflejan a través de sus experiencias cuán importante es luchar por el acceso igualitario a la salud pública. Desde hace diez años apuntan a profundizar cambios sociales y culturales desde una perspectiva de derechos. Representan, para la historia de la Facultad de Ciencias Sociales, un importante programa de intervención e investigación en salud sexual

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Carlos Rodríguez fue el primer y principal impulsor
del grupo. / Foto: AC-FACSO

La muerte y el deterioro. Mitos vinculados al VIH-Sida que hubo que romper. Así empezó la historia de Chesida, el grupo interdisciplinario que surgió fuera de la Facultad de Ciencias Sociales y que, una vez dentro de ella, se transformó en motivo de orgullo. El proceso de crecimiento del grupo está intrínsecamente ligado a la convivencia de Carlos Rodríguez con el virus, militante por los Derechos Humanos y estudiante de Antropología Social.

"Tuve temor de decirlo, de ser discriminado. Los miedos se presentaron en mi mente. Había que armar un proyecto de vida. La pulsión vital tenía que ganar", explica Rodríguez. Quién es coordinador de Chesida y el referente local de la Red Bonaerense de Personas Viviendo con VIH-Sida. Desde que le diagnosticaron el virus, hace 18 años, lucha contra la estigmatización social y en crear acciones que promuevan la salud pública.

"Carlos era un sujeto especial, desde entonces tenía recursos simbólicos para atravesar esta situación con el VIH, como el humor negro. Era posible estar mateando y que nos dijera por ejemplo, cómo quería que fuera su velatorio porque pensaba en la muerte y todos creíamos que era una posibilidad", recuerda la Licenciada en Antropología Social, Claudia Lajud, quien acompañó a Carlos en la conformación del equipo desde sus orígenes.

El principio de Chesida tuvo que ver con un grupo de amigos angustiados por la situación. Ese lazo afectivo resultó fundamental en el proceso de convivencia con el virus. "Hace bien el tratamiento, los amigos, que no te discriminen, el abrazo, hacer el amor, vincularse y ayudarse uno y a los demás, porque de esto no se sale solo. Por eso es muy importante instalar en cada comunidad un tejido social que contenga y ayude", subraya Carlos.

En 1999 asistió al primer encuentro regional de personas viviendo con VIH y encontró lo que ya intuía. "Había personas de distintas orientaciones sexuales, creencias religiosas y sectores sociales. Esto fue muy importante porque en ese tiempo se hablaba de grupos de riesgo, de 'castigo divino' a aquellos que llevaban una vida promiscua. Estos slogans nos hicieron mucho daño, porque aportaron a la estigmatización".

De aquél encuentro, volvió con mucha información, energía y proyectos. En Olavarría no había grupos de contención u organizaciones que hablaran de VIH-Sida, aunque sí personas que lo padecían, pero estaban invisibilizadas y autodiscriminadas. "Fue un motor escuchar a otros contar cómo fue comenzar a trabajar y hablar de VIH-Sida en sus comunidades". Si bien Chesida "todavía no era ni una idea", la experiencia sirvió para que comenzaran a pensar en fortalecer lo anímico, superar la cuestión individual y pensarlo colectivamente.

"Ir a los encuentros de la Fundación Huésped, en Buenos Aires, me sacó del shock y me ayudó a asumir lo que era vivir a partir del VIH", destaca Carlos. Frente a ese 'shock', la disyuntiva general era, según Claudia, victimizarse o afrontarlo de manera positiva. "Creo que la fuerza y ese capital de lucha que tiene Carlos, lo pone en una situación proactiva. Nos pusimos en esa situación de ver qué se podía hacer con esto y buscamos respuestas para salir de ese lugar que te arrasa".

Con este ímpetu se pusieron en contacto con el área de trabajo social hospitalario y junto con la Trabajadora Social Fabiola Torres y la Licenciada en Psicología Gabriela Iturralde, conformaron un grupo de contención para personas viviendo con VIH-Sida en Olavarría. Se organizaron en un local prestado por la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), ubicado en la calle Belgrano entre España y 25 de Mayo. "Con mi círculo íntimo buscábamos ser sujetos de información y contención".

El grupo de amigos trascendió al comprender "al virus como una problemática social compleja". La militancia de Carlos en la Comisión Permanente por los Derechos Humanos y la carga conceptual cultivada en la Facultad de Ciencias Sociales, fueron el punta pié para darle marcha al grupo interdisciplinario. Desde entonces, las líneas de acción están focalizadas en trabajar con quienes viven y conviven con el virus. Como también crear agenda sobre cuestiones de salud pública, como charlas, para iniciar un cambio social y cultural desde una perspectiva de derechos.

Experiencias que afirmaron la militancia

De la sede de la CTA se rescatan muchas historias de personas que se acercaron en busca de contención. Relatos como el de Dora le afirmaron al grupo interdisciplinario que iban en la dirección correcta. Dora, conoció su diagnóstico a los 60 años, el día que su marido muere por sida, porque su sistema inmunológico esta deteriorado. Ella sentía mucha vergüenza y desconcierto. "Dora contó que en la casa la familia le había separado los cubiertos y que preferían que no hablara sobre su enfermedad con nadie", recuerda con angustia Carlos. Pero ella necesitaba contar sus miedos y se acercó al grupo. "Le sirvió para posicionarse de manera distinta frente al VIH y a su familia. Con el tiempo se convirtió en una militante más. Falleció hace 4 años por cuestiones de la edad".

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Claudia Lajud conforma el grupo
desde los inicios. / Foto: AC-FACSO

Muchas historias son impactantes, no solo por la discriminación del afuera sino por la propia. Carlos aún recuerda a una joven de la zona serrana, que se presentó al grupo después de haber quedado viuda. "Su esposo decidió no hacer nada. Por el temor de ser discriminado y estigmatizado por sus compañeros. Teniendo obra social, trabajo y la posibilidad de un tratamiento, esperó la muerte. Podemos decir que podría haber sido una muerte evitable, como la de muchas otras personas".

Desde la línea de acción, que es la promoción de la salud pública, el grupo encuentra su primer campo de demanda en el sistema educativo. "Ahí empezamos a visualizar que no solo había que hablar de VIH, sino de derechos, de ciudadanía, de participación. Era un contexto de crisis social, en donde estábamos haciendo clases abiertas en las plazas, piquetes en Rivadavia y la Ruta n°226. Todo como forma de lucha por el derecho a la educación pública y gratuita", plantea Lajud sobre el momento en que detectaron la importancia de una educación sexual integral en el ámbito escolar.

En estos años debieron enfrentarse al abanico de problemáticas que acompañan al VIH-Sida. "No había proyecto individual, ni colectivo, todo se derrumbaba. La gente no solo tenía temor a morirse de Sida, sino también de hambre. Nosotros hacíamos todo lo posible, pero muchas veces nos dábamos contra la pared, nos levantábamos y así avanzábamos", describe Carlos.

El 2002 fue central para el grupo interdisciplinario, integrado por Carlos Rodríguez, Claudia Lajud, Marcelo Zelarrayán y Griselda Astudillo. Con tanto con lo qué luchar, visualizaron que necesitaban de la legitimación académica y recursos para continuar profundizando cambios sociales. Con la iniciativa y compromiso del actual Decano, que en ese momento era Secretario de Extensión, Dr. Rafael Curtoni, el grupo interdisciplinario define el nombre Chesida y se institucionaliza manteniendo los dos ejes de trabajo, con los interesados y la comunidad.

Un broche de oro con líneas de acción renovadas

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Griselda Astudillo es una de las activistas
más jóvenes de Chesida. / Foto: AC-FACSO

La sanción en el 2006 de la ley de educación sexual integral es la materialización de la lucha de Chesida. "El Licenciado en Antropología Social, Marcelo Zelarrayán que trabaja en el programa de educación sexual integral de la Nación, es uno de los decisores de esta política pública", remarca Claudia. El sueño del grupo por instalar la salud sexual reproductiva, la educación sexual integral, los derechos y las cuestiones de género en el ámbito escolar a partir de su emponderamiento se concretó. La exclamación de Claudia "Haber militado en Chesida me permite ver la revolución" se convierte en un sentir compartido por el grupo Chesida.

Chesida se conforma con una mirada superadora de lo estrictamente biológico donde las dimensiones sociales son fundamentales para ir derribando fantasmas. "No hablamos solo de VIH-Sida sino que hablamos desde una perspectiva de derechos y en el marco de la normativa vigente: las leyes de Salud Sexual y Reproductiva, Matrimonio Igualitario,  Identidad de género, Educación sexual integral y seguiremos abriendo espacios de diálogo", explica Griselda Astudillo tesista en la carrera de Comunicación Social y activista en el grupo interdisciplinario Chesida.

El equipo está integrado por la Gestión Institucional de la FACSO, la Secretaria de Extensión, Bienestar y Transferencia, Licenciada en Comunicación Social Andrea Rivero. Como asesores, la Licenciada en Antropología Social Claudia Lajud y el referente local de la Red Bonaerense de Personas Viviendo con VIH-Sida Carlos Rodríguez. Las becarias estudiantes avanzadas de Antropología Social Vanina Conde, Fany Sabattini, Sofía Dueñas Diaz y la estudiante en Comunicación Social Alejandra Rodríguez. Las voluntarias Licenciada en Comunicación Social Patricia Pérez (docente e investigadora FACSO) y la tesista en la carrera de Comunicación Social Griselda Astudillo.

Chesida es un programa de intervención e investigación que continuará trabajando en busca de la conciencia colectiva. Seguirán luchando con nuevos voluntarios como "quijotes", por una sociedad más justa, por el derecho a la salud, a la información, a favor de la vida, por la plena vigencia de la ley de educación sexual integral. En contra de "los molinos de vientos" de la estigmatización, indiferencia y discriminación. / AC-FACSO