Notas

Especial 30 años de democracia. Sandra Raggio, directora de Promoción y Transmisión de la Memoria de la CPM

"El miedo sigue operando en la democracia"

Militante fuertemente comprometida con la defensa de los Derechos Humanos, Sandra Raggio está convencida de que la democracia es la mejor forma de resolver conflictos. En el contexto del Programa 'Jóvenes y Memoria' analiza los desafíos actuales del sistema político que defiende y reflexiona acerca de por qué la violencia se ha convertido en un modo de regular las conductas

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Sandra Raggio es la directora del área de Promoción
y Transmisión de la Memoria de la CPM.
/ Foto: Gentileza Sandra Raggio. 

'A 30 años de democracia, los desafíos de vivir juntos', fue la consigna que reunió alrededor de 10.000 jóvenes de escuelas secundarias en la décimo segunda edición del Programa Jóvenes y Memoria, 'recordamos para el futuro', organizado por la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) y celebrado en noviembre en Chapadmalal. Allí concurrieron jóvenes y docentes de escuelas secundarias y de organizaciones sociales de 160 ciudades y localidades del interior de la Provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Santiago de Estero. En ese contexto, la directora del área de Promoción y Transmisión de la Memoria de la CPM, Sandra Raggio, reflexionó sobre la importancia del Programa Jóvenes y Memoria para el sostenimiento presente y futuro de la democracia.

¿Por qué eligieron 'los desafíos de vivir juntos' como slogan para la última edición de Jóvenes y Memoria?

La idea nació del trabajo que hicimos todo el año, donde principalmente trabajamos la cuestión de la violencia policial por varios motivos. Por un lado, porque es una problemática que afecta mucho a los jóvenes en todos lados no sólo en el conurbano. En las ciudades del interior hay un hostigamiento policial permanente. Esto da cuenta de cierta forma de vivir juntos. Cuando un vecino llama a la policía porque hay unos pibes que le molestan, cuando los pibes no pueden circular por algún lugar, cuando de repente se transforman en peligrosos, cuando la función de persecución del delito empieza a modalizar la impronta civilizatoria, moralizante, eso de alguna manera da cuenta de una forma de vivir juntos. Una forma que no queremos, porque impera el ejercicio de la violencia para regular las conductas, para ordenar el espacio público. Hay como unos 'ciertos indeseables' que son el resultado de la sociedad que dejaron los '90 y también la dictadura. Una sociedad fragmentada, segmentada con muchísimas desigualdades ¿Cómo vivís con ese otro que es tan desigual a vos? Siempre aparece el miedo como sentimiento que regula las conductas. Nos encerramos, no queremos salir, nos recluimos del espacio público. Así como operó en la dictadura, también de alguna manera, el miedo sigue operando en la democracia. Ahora los peligrosos son otros, los excluidos. Entonces en algún sentido convivimos con esa realidad que es violenta en si misma.

En este sentido ¿Cómo ves el rol de los medios de comunicación en la construcción de sus coberturas sobre la violencia, generalmente vinculada a una cuestión de seguridad?

Los medios de comunicación construyen realidades eso es cierto, pero tampoco la construyen en el vacío. Creo que los medios le dan al público lo que el público está demandando. Las formas simples de explicar problemas complejos, entonces son mucho más comunicables, digamos. Porque pensar en las cuestiones de seguridad es un tema bien complejo, no sólo un problema policial. Acá se policializa todo, la policía está en cualquier conflicto. Hay un borracho en la esquina, un hombre le está pegando a una mujer, en todo aparece la policía. Evidentemente el Estado ha abandonado muchas áreas de acción, tienen que intervenir otros actores, no los agentes del orden. Tiene que ser gente preparada con asistencia psicológica, trabajadores sociales, médicos, otros digamos. Acá se policializa el conflicto, entonces pensar la cuestión de los medios no es sólo lo que construyen, sino también lo que reflejan.

En la escritura del manifiesto de 'Jóvenes y Memoria 2013', circula permanentemente en los chicos la idea de que Chapadmalal 'tiene magia' ¿A qué atribuís este logro?

Para nosotros este espacio de encuentro, es una 'experiencia' y a mí me parece que la educación tiene que ir en este sentido. La experiencia pedagógica tiene que ser una 'experiencia'. Algo que uno sienta que atraviesa, que vive, que puede poner en palabras después, que puede darle sentido. Cuando los pibes hacen sus investigaciones hacen una experiencia, se enfrentan a otras historias o a un otro generacional. El programa no sería lo que es si no nos encontráramos todos acá, a compartir, a pensar, a marcar la diferencia. Es un espacio de los jóvenes porque se lo apropian. Ellos no vienen a 'Chapa', ellos están en Chapalmalad. Dicen lo que les parece que tienen que decir. Es un espacio de una fuerte apropiación y se produce esa magia. La verdad es que no sé mucho cómo explicarla. Creo que también tiene que ver con que nosotros nos proponemos que eso ocurra. Trabajamos con los docentes, nos preocupamos porque los procesos sean absolutamente genuinos, que no haya una bajada de línea fuerte diciendo 'bueno los pibes tienen que pensar esto'. Sino que siempre sean espacios de mucha circulación de la palabra, trabajando la cuestión de la alteridad, porque es central en la construcción de la subjetividad. Si miro al otro sin poder reconocerme en él, eso hace que después pueda ejercer violencia sobre él. Acá también hay como un espacio de circulación de la ternura, no desde el punto de vista idílico sino como algo que media las relaciones, cómo interactúo con el otro, cómo lo miro, cómo me reconozco.

El programa empezó en 2002 con alrededor de 10 escuelas. Hoy son 800 ¿Qué desafíos enfrentan ante semejante crecimiento?

Un desafío es hasta cuándo podemos crecer, algún límite vamos a tener que tener, por el presupuesto, por la organización... Otro tiene que ver con cómo el programa impacta en la escuela, cómo se queda. Para nosotros es central que esto no es un episodio sino que se va acumulando institucionalmente, en la experiencia docente, en la experiencia de los chicos. Otro desafío tiene que ver con la masividad, cómo no perder calidad en los trabajos. También seguir mirando los ejes temáticos, que realmente el programa siga teniendo un sentido único. Y nunca sabemos bien el impacto. No es que uno va y mide el programa. Pero sentimos esa magia, que algo pasa, por lo que te dicen los chicos. Porque después te los encontrás en la facultad militando, en el centro de estudiantes y te dicen 'yo estuve en Jóvenes y Memoria´ y tienen una mirada, algo que los marca, que los identifica.

¿En qué cosas de los chicos y chicas ves esa fuerte apropiación del Programa?

Ellos son 'Jóvenes y Memoria'. Ahora por ejemplo, una escuela propuso como ordenanza sacar una calle que se llama Ramón Falcón y ponerle 'Jóvenes y Memoria'. Es la calle de ellos, no es la calle del Programa. Una calle que tenga un nombre que los identifica, la verdad es que me parece que está bárbaro porque lo central es el tema de la memoria, que ellos crean que la memoria los instituye identitariamente me parece que está buenísimo en un tiempo de mucho presentismo. Está buenísimo que ellos sientan que necesitan de la memoria para nombrarse a sí mismos, que se den cuenta de que tienen raíces, que no son hojas del viento, que están en una comunidad que tiene historia, en una escuela que tiene historia, en un país que tiene historia. Me parece que eso te arma la subjetividad de otra manera, te da más seguridades para poder pensar y ahí también hay vínculo con el otro. Nosotros tenemos la misma historia más allá de las diferencias. Hay una memoria que de alguna manera nos liga, nos constituye. Y me parece que está bueno que los pibes sepan que no pueden definirse si no es a través de la memoria.

A 30 años de democracia entonces, ¿cómo seguir pensándola para fortalecerla?

A 30 años de democracia hay que seguir pensándola como un desafío que nos enfrenta con el conflicto. La democracia no es el lugar del acuerdo, del consenso sino una forma de resolver conflictos. Y no queremos que se resuelvan como lo hace la policía, con disciplinamiento, con violencia, como en algún momento fue en la dictadura, cuando en realidad el conflicto era político. Hoy no estamos atravesando eso, pero los desaparecidos son otros.

Hay muchísimos conflictos, un montón de asuntos pendientes que 30 años después no se han resuelto. Pero la democracia es eso, una forma de vivir juntos. Nosotros podríamos vivir en otros regímenes políticos que nos regulen la vida de otra manera. No hay que pensar que porque la democracia tenga problemas no es democracia, las sociedades humanas siempre se enfrentan a problemas. El régimen democrático no quiere decir que todos tenemos que pensar igual, que no tengamos que reconocer que hay desigualdades. Esto no significa que si uno dice ´hay todos estos problemas´ se esté bastardeando a la democracia. La democracia es un régimen donde podemos denunciar, podemos presionar, podemos demandar, podemos expresar nuestro desacuerdo y eso es lo central. Para nosotros la democracia es eso, la posibilidad de democratización. Hay ciertas ideas de democracia donde hay estándares a los que hay que llegar, por ahí las ideas democráticas que circulan en el primer mundo. Pero no nos referimos a eso, sino a una continua búsqueda, parecido a una utopía, pero a la que no hay que llegar, sino que es algo que uno va haciendo.


Sandra Raggio

Es Directora de promoción y transmisión de la memoria, de la Comisión Provincial por la Memoria. Forma parte de la Comisión desde su creación en 2000. Es Profesora en Historia y Doctoranda en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Desarrolla funciones docentes y de investigación en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación en la misma casa de estudios. Además dirige el proyecto de investigación PPID-UNLP "Los trabajos de la memoria de la dictadura en la formación de sujetos políticos en la escuela secundaria". Es miembro del Comité Asesor de la Maestría en Historia y memoria (FAHCE- UNLP). Junto a Samanta Salvatori compiló el libro La Última dictadura militar en Argentina. Entre el pasado y el presente (Homo Sapiens, 2009). Ha sido asesora de la Cámara de Diputados de la Nación, en la Comisión de Derechos humanos y en Cámara de Diputados de la Pcia. de Buenos Aires en la Secretaría Legislativa. / AC-FACSO