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Zum/ Educación y tecnologías digitales

Cyberbullying: un acoso permanente y sin fronteras

La agresión entre los jóvenes se ha incrementado con las tecnologías y el uso de las redes sociales. En un ámbito donde aumenta la vulnerabilidad del agredido, los adultos, las instituciones educativas y los docentes están ante el desafío de prevenir esta problemática

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Argentina se presenta como uno de los países
con mayor índice de cyberbullying en
Latinoamérica./AZ-FACSO

Los niños, niñas y adolescentes se vinculan con las Tecnologías Digitales de Comunicación Global (TDCG) de forma natural y generan prácticas que incorporan a su vida cotidiana. El uso que se suele hacer de ellas y las consecuencias no siempre son positivas. El cyberbullying es el hostigamiento, humillación, acoso psicológico o amenazas en el que están implicados niños, niñas y adolescentes por medio de tecnologías telemáticas de comunicación como redes sociales, telefonía móvil, correo electrónico, juegos online, etc. Desde la aparición de Facebook y Twitter esas prácticas negativas ampliaron su dimensión y efectos.

“Este hostigamiento es sostenido en el tiempo. El acoso mediante el uso de las tecnologías tiene un plan, un propósito y tiene efectos profundos por la sistematicidad que le permiten los dispositivos”, explica Diana Mornhinweg, orientadora educacional del Equipo Distrital de Infancia y Adolescencia (EDIA). Desde las discriminaciones más habituales hasta la alteración de imágenes, videos filmados con celulares, la creación de grupos en Facebook con el único fin de agredir a alguien o el borrado de archivos de trabajo en una plataforma virtual son algunas de las formas que presenta el cyberbullying.

La agresión personal tiene como particularidad la respuesta inmediata del agredido mientras que en el acoso u hostigamiento on line no existe la interacción cara a cara y se ignora el daño que produce a la víctima, hecho que contribuye a profundizar la humillación. “Este tipo de agresiones no tiene una frontera física por eso es constante; se sabe cuándo empieza pero no cuándo culmina”, ratifica Sergio Magallanes, docente e investigador en Mediaciones Tecnológicas y Comunicación Digital de la Facultad de Ciencias Sociales. Al no presentarse en un único lugar, estos casos de violencia se reproducen en diferentes escenarios, entre ellos la escuela. “Al ser un tema que impacta y se presenta en las aulas se debe tomar como un caso de violencia en situación escolar. Por eso los directivos no pueden ignorarlo, hay que desnaturalizar los preconceptos de que en la escuela no pasa nada”, asegura Laura Eyler orientadora social del EDIA.

Los alcances de la virtualidad

La tecnología y la comunicación digital logran la convergencia de distintas formas de expresión, hecho que se ve impulsado por la inmediatez y masividad que logran. Los niños, niñas y adolescentes muchas veces no tienen noción sobre el alcance que puede tener una publicación en una red social. Internet, además, provoca una expansión de contenidos que lleva a desconocidos o personas ajenas a un grupo a acceder a la publicación realizada. “La víctima de cyberbullying muchas veces es agredida por personas que ni siquiera conoce, por lo que a la agresión de quienes tiene al lado en el aula se suma la agresión de quienes no conoce. Eso genera un daño muy importante, sobre todo en los adolescentes quienes están construyendo su personalidad”, afirma Magallanes.

Internet, como medio usado para el acoso psicológico y hostigamiento,  muchas veces hace participar de la agresión a personas que no lo harían en forma personal. Por eso la falsa sensación de anonimato genera también una falsa sensación de minimización de la agresión, lo que provoca que más personas se sumen al acoso, agrandando el círculo de discriminadores. “Hay un desconocimiento de los chicos en cuanto al empoderamiento que tienen hoy las redes sociales y los medios de comunicación. Pero también lo hay por parte de los profesores, que al no ver una agresión directa en el aula no intervienen, entonces la agresión psicológica no es percibida”, reflexiona Magallanes. “En internet suceden cosas a veces tan agresivas como en la vida real. Los adultos deben involucrarse en eso y la familia tiene que estar preparada para detectarlo. Uno debe involucrarse en el uso de las tecnologías como docente, como padre, porque existen distintos problemas”.

“En los casos de cyberbullying no se sabe cuál puede ser la reacción de la persona agredida. Estas cuestiones no se hablan con los alumnos en las escuelas y es un error porque lo que mantiene a estos hostigamientos es el silencio”, advierte Nancy Sánchez, orientadora social del EDIA. El incremento de estos tipos de agresiones ha hecho que Argentina se encuentre entre los países con mayor índice de cyberbullying de Latinoamérica. “8 de cada 10 niños o niñas en etapa de escolaridad, de primaria a secundaria, fue o es víctima de cyberbullying. No hay diferencia entre varones y mujeres en cuanto a la agresividad sino que intervienen tanto hombres como mujeres en porcentajes parecidos de agresor y de victimario”, sostiene Magallanes.

El buen uso de las tecnologías y el cuidado de niños, niñas y adolescentes es una responsabilidad de todos que implica un trabajo en distintos ámbitos, ya sea el hogar o la escuela. “Lo primero que hay que hacer es proteger al chico que está siendo agredido y después buscar las causas de la agresión. Se puede trabajar con actividades que tengan que ver con la exposición de los sentimientos, con la igualdad y darse cuenta que las tecnologías no pueden convertirse en un peligro, se debe aprender a utilizarlas con conciencia”, concluye Magallanes, para quien el uso de las tecnologías también implica saber desconectarse. Con la sanción de la ley Nº26.892 para la Promoción de la Convivencia y el Abordaje de la Conflictividad Social en las Instituciones Educativas, el desafío de las escuelas es aún mayor. “La idea es no encubrir situaciones de hostigamiento o maltrato sino sacarlas a la luz, debatirlas para así tratar de encontrar soluciones y reducir los impactos negativos en las personas afectadas”, afirma Eyler. “Lo importante es la apertura al diálogo, la escucha, la presencia del adulto y la responsabilidad de todos los actores de las instituciones educativas”, destaca Diana Mornhinweg. Con una normativa sancionada, se deberán tomar estrategias de trabajo en conjunto donde sobresalga la concientización, la reflexión y la responsabilidad para lograr y sostener el respeto y la igualdad. /AC-FACSO.

 

Los desafíos que implica una nueva legislación

La ley Nº26.892 para la Promoción de la Convivencia y el Abordaje de la Conflictividad Social en las Instituciones Educativas fue sancionada en septiembre de 2013. Por primera vez se tiene en cuenta las tecnologías y los daños que pueden llegar a provocar. El artículo 2 del capítulo 1 sostiene “el respeto y la aceptación de las diferencias, el rechazo a toda forma de discriminación, hostigamiento, violencia y exclusión en las interacciones entre los integrantes de la comunidad educativa, incluyendo las que se produzcan mediante entornos virtuales y otras tecnologías de la información y comunicación”. Algunos de sus objetivos, ratificados en su artículo 3, son garantizar el derecho a una convivencia pacífica, integrada y libre de violencia física y psicológica; y orientar la educación hacia criterios que eviten la discriminación, fomenten la cultura de la paz y la ausencia de maltrato físico o psicológico. La nueva ley es sólo un marco y cada provincia puede sancionar otras normas locales más específicas. La importancia y desafío radica en que estos postulados son un respaldo a la intervención de los docentes y las instituciones educativas frente a una situación concreta.