Notas

Especial Monte Pelloni I Opinión

Ideologías y prácticas omnirepresivas

Por Dr. Marcelo Sarlingo

Dpto. de Antropología Social - FACSO UNICEN

La represión organizada desde el poder estatal y a escala latinoamericana fue justificada por las lógicas de pensamiento producidas en el marco de la Guerra Fría. La política exterior norteamericana identificó  como enemigo mortal a todo el conjunto del camposocialista y a lo largo de sucesivas décadas esta identificación estructuró su política exterior. Así, miles de militares latinoamericanos eran enviados a la Escuela de las Américas, una de cuyas sedes estaba en Panamá, y allí recibían una currícula centrada en la materia denominada “contrainsurgencia”. Interrogatorios mediante torturas, infiltración y espionaje, secuestros y desapariciones de opositores políticos, combate militar urbano clandestino, guerra psicológica e investigación de las estructuras del enemigo eran los contenidos que los militares de los ejércitos latinos debían aprobar.
Pero además, el Ejército Argentino recibió una formación proveniente de la experiencia francesa en Indochina y sobre todo en Argelia, donde las tropas del ejército galo perfeccionan el método del secuestro, la tortura y la desaparición de personas de manera totalmente clandestina, en horas de la noche y organizados en pequeños grupos de oficiales y soldados. En rigor, esta preocupación francesa por socializar el conocimiento y la experiencia de su ejército colonial se denominó “Doctrina de la Contrainsurgencia”, mientras que el afán educador norteamericano se rotuló como “Doctrina de la Seguridad Hemisférica”.
Aceitando las dos modalidades de construcción represiva, el esquema terrorista del Estado Argentino desarrolló 340 campos de concentración gestionados por oficiales de las tres ramas de las Fuerzas Armadas (FF.AA.), se articuló a esquemas de represión en el Cono Sur y en otros países del continente, y luego de algunos años de impunidad estructural hasta hubo oficiales del Ejército Argentino que trabajaron como “asesores” en los procesos represivos de dictaduras de derecha en Centroamérica. En Argentina el Ejército Nacional anterior a 1976 ya tenía una larga tradición de represión popular y control violento de las poblaciones civiles. Podemos remontarnos a las terribles masacres operadas durante el período denominado “Campaña del Desierto” (1878-1885), continuando por los asesinatos de anarquistas y de cualquier obrero que osara
sindicalizarse, y luego directamente contra todo lo que fuera popular, hasta llegar a una de las experiencias que antecedieron a la aplicación continental de la Doctrina de Seguridad Nacional: el Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado). Aplicado en 1958 durante el gobierno desarrollista de A. Frondizi, significaba poner las FF.AA. de la Nación a disposición total para la represión interna, buscando la detención de líderes opositores, el allanamiento y destrucción de las sedes de las organizaciones de trabajadores obreros, campesinos y estudiantes y la militarización de los grandes centros urbanos.
En este contexto (1976-1983), la represión llevada a cabo en Olavarría contra una treintena de personas que se definían como militantes en diversos tipos de organizaciones es muy fácil de entender, ya que cualquiera que simplemente panfleteara o propagara ideas a favor de alguna posición política de signo relativamente popular ya era definido como enemigo mortal. Ni hablar de aquellos que pensaran en accionar contra alguna de las estructuras empresarias o simplemente quisieran cambiar una porción de la realidad buscando mecanismos menos autoritarios para vivir y construir el futuro.