Notas

Especial Monte Pelloni

Carmelo Vinci: “No tengo enemigos, sólo busco justicia”

Comenzó  la instancia judicial en juicio oral de los testimonios de las víctimas testigos. Un día clave para empezar a desentramar la complejidad directa y civil de lo acontecido durante el Terrorismo de Estado en Olavarría.

Ante un recinto colmado entre las que se encontraban autoridades de la Facultad de Ciencias Sociales y Cta-Suteba, se dio comienzo alrededor de las 9.30 de la mañana  a los testimonios de víctimas testigos y familiares, quienes poco a poco irán desvaneciendo el silencio impuesto durante tantos años por diversos actores de poder en la otrora “ciudad del trabajo” . Desde hace un tiempo, se está haciendo público que ese imaginario ocultaba otra realidad.

La primera jornada de testimonios alternó varios matices. No sólo son confirmados en la implicación de los hechos los imputados, sino también se pusieron en el discurso oral nombres que empiezan a tener una dimensión significativa que indican la articulación entre la sociedad civil y los responsables del terrorismo de Estado. El primer caso en tratarse en el día fue el de Carmelo Vinci. A su testimonio le siguió el de su hermana, Rosalía Vinci.Posteriormente, se trataron los casos de Jorge Oscar Fernández, asesinado en “La huerta”, y Osvaldo Roberto Fernández.Sus declaraciones fueron respaldadas por la de Marisa Haydee Bellingieri de Bosolasco, María del Carmén Fernández, Leticia Graciela Fernández  de Vivas, Gerardo Oscar Vivas y Mario Jacinto Fernández.

Escuchó un fuerte golpe en la puerta, zapateos en el techo de su vivienda, y gritos. Desde el postigo de la puerta ve un arma. Abre la puerta y un señor de estatura media, canoso, vestido de saco que no se identifica, le pregunta si es Carmelo. Al responder que sí, lo hacen dar vuelta y poner contra la pared. Le vendan los ojos, lo esposan. Y se lo llevan. Luego se entera que entran en la casa a revolver y requisar todo. En ese momento de su vida, Vinci era estudiante de Ingeniería Química, en la ciudad de Olavarría, junto a Zampini y Castelucci, quienes también fueron secuestrados esa misma noche.  Los llevan un lugar que luego reconocería como Monte Pelloni “por los ruidos de sirena de las fábricas que sonaban dos veces por día y el cantar de los pájaros”. Allí los vuelven a poner contra la pared y los vendan.  Lo desnudan y comienzan con los interrogatorios a base de picana eléctrica. Las preguntas estaban dirigidas a saber sobre su militancia social, concebida por el Estado Terrorista como subversiva, y por los nombres de sus compañeros.  Debido a las torturas recibidas comienza a entrar “en un estado de inconsciencia, de sopor”. También tiene alucinaciones y en ellas ve imágenes de amigos y familiares. Recuerda una imagen de un rostro dividido en dos, ello producto del estado al que lo sometían las torturas.Vinci también recordó las voces de Cassano, Gensón, Ticcera, Méndez, Pasucci, Oscar Fernández y de su compañera que estudiaba con Carmelo en la Facultad. Una noche habla con Eduardo González, un azuleño preso en Sierra Chica, al cual Ignacio Verdura ordenó trasladar a Monte Pelloni. También recuerda haber estado con Araceli Gutiérrez en el monte.  A los 15 días aproximadamente recuerda que simulan un traslado pero los llevan de vuelta a Monte Pelloni, ya que vuelve a reconocer los ruidos de las fábricas y el cantar de los pájaros. Al estar vendados, lo único que recuerda y reconoce es a partir de los sonidos. El ruido de los pisos de madera en los cuales las patotas zapateaban antes de torturarlos como así también el ruido del motor que frenaba ante una hondonada era el auto que traía el generador eléctrico para dar corriente a las picanas y así torturarlos.

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Carmelo Vinci acompañado de una psicóloga del Centro Ulloa en su ingreso al recinto. Foto Prensa FACSO.

Vinci clarifica la metodología utilizada por los militares en tres grupos de guardia. El primero parecía no estar aunque estaba, y lo supo cuando al tratar de ver por un agujero que tenía en la capucha, el guardia que lo vigilaba se dio cuenta. Luego de ese acto fue torturado y no intento más mirar. Otro grupo de guardia era el que torturaba y, a veces, les llevaban comida, “guiso hirviendo por la mañana que no se podía comer y que a la noche lo llevaban frío”. Y el último grupo, comandado por “El jefe”, tenía como función culpabilizarlos por el sufrimiento de sus familias, intentando persuadirlos psicológicamente.  

De los apodos recuerda el de “Cuaco, Jefe, Negro y Pájaro”. La primera vez que le sacan la venda es para tomarle una fotografía. El fotógrafo estaba vestido de civil, tenía una media en la cara y no lo puede reconocer, aunque afirma que el ejército tenía un fotógrafo propio de apellido Llanos. El 2 de noviembre es trasladado a la unidad 7 de Azul.Entra vendado y es fuertemente torturado. Luego, antes de entrarlo a una pieza, le quitan las vendas y recién ahí puede ver a sus compañeros. Estaban todos muy golpeados, escuálidos. Todos en las mismas condiciones, con marcas en las muñecas y los tobillos. Recuerda ver a Gensón, Fernández, Cassano, Araceli Gutiérrez, Zampini, Castelucci, Pasucci, y Ticcera.En Azul se entera que Jorge Fernández había sido asesinado al ver la noticia en un diario que decía: “Banda de delincuentes subversivos desbaratada”. En la nota se indicaba que “había un muerto por enfrentamiento” y que el mismo era Jorge Fernández, mientras  que Maccarinni figuraba como “prófugo”.  El 28 de diciembre son juzgados en Tandil por un Consejo de Guerra donde no conocía  a los que los defendían. Les hacían elegir un defensor a punta de pistola y con los ojos cerrados. El consejo funcionaba como una parodia que tenía como finalidad obligarlos a declararse culpables de asociación ilícita para luego blanquearlos y llevarlos a cárceles oficiales. Recuerda decir al defensor de Pasucci: “Soldado, si se le escapa un tiro pegale a este que es mi defendido”. Luego de la sentencia de ese ilegítimo tribunal comenzaron a darles de comer para recuperarlos. A fines de enero y principios de febrero del 78 es trasladado a La Plata, al pabellón 13, donde puede enviar una carta a sus familiares para poder recibir visitas. El 24 de diciembre de 1982 finalmente es liberado. Recuerda una ocasión en la que un señor se le acerca a un primo que era colectivero y le dice: “Si sigue así va a terminar con las patas para arriba”, en referencia a él. 

Consultado sobre su vida después de la liberación, Vinci cuenta que pudo terminar de estudiar y que dedicó su tiempo a formar parte activa de los organismos de Derechos Humanos. Cuenta una anécdota vivida en tiempo de democracia, cuando un amigo le ofrece ser incorporado a trabajar con él, ya que era contratista de la fábrica Loma Negra. No volvió a tener novedades al respecto, hasta no hace mucho, cuando su amigo le confesó que no volvió a contactarlo porque tenía órdenes de la directiva de la fábrica de no dejarlo entrar a ese lugar. Quizás ese sea un dato para seguir pensando en la posibilidad de las incidencias y el peso que tuvieron los sectores de poder, si sobretodo como sostuvo  Carmelo “los primeros detenidos desaparecidos eran empleados organizados de las fábricas, de Fabi, Loma Negra y Losa”. Esa negación confesada años después  quizás implique la vigencia de las complicidades civiles y empresariales que también se intentan develar.

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Carmelo Vinci brinda el testimonio ante una  la audiencia atenta a sus palabras. Foto Prensa FACSO.

Rosalía Vinci: “Lo único que quiero es que se haga justicia”

En el testimonio de Rosalía Vinci afloró el nombre de un profesional con conocimiento del estado de los detenidos en cautiverio.

Rosalía es hermana de Carmelo.En su declaración contó que en la madrugada del 22de septiembre del 77 escucha que alguien pide que abran la puerta. “Viejo abrí”, decía siempre Victorio, su cuñado. Al instante, entran un montón de personas gritando.La familia alcanza a tapar a un hermano de Carmelo. Revisan todo. Encierran al padre y a la madre en la habitación. El tío que estaba llegando del trabajo, ve que en la esquina de Aguilar hay un falcón, y en Saavedra dos más. No lo dejan pasar. Además ve gente en el techo y en el terreno vecino. El 2 de noviembre se entera  que Carmelo está detenido en Azul. El 3 ve lanota en el diario en donde aparece la noticia de que Jorge Fernández “había resultado muerto en un enfrentamiento”.

Al otro día hacen la denuncia yse llevan una foto familiar. La familia comienza a busca por todos lados. Preguntaron en la iglesia porque “eran gente buena” pero no supieron darles ninguna respuesta. Su marido, que trabajaba en Loma Negra,tuvo un diálogo con un policía que cuidaba la empresa. Allí le dicen que Carmelo “estaba en el monte”. Desde esa noche, su padre comienza a buscarlo de noche por los alrededores de la ciudad. Pero sin resultados. Su madre y su padre, decidieron  ir al regimiento para averiguar qué pasaba con Carmelo. Los recibe Ignacio Verdura que solamente les dijo que no sabía nada al respecto. Otro dato que declara Rosalía es cuando con su madre van a un médico por problemas de salud. De allí recuerda un diálogo que tuvo su madre con Jorge Scala, el médico que las estaba atendiendo en ese momento: “Por un tiempo no lo van a poder ver. Lo están curando en un regimiento, los chicos están muy mal”, dijo Scala. Cuando trataba de contener el llanto de Rosalía, el médico agregó: “cuando esté en la cárcel les van a avisar”.

Finalmente, el 4 de febrero de 1978 recién puede ver a Carmelo, quien estaba en la Unidad Nº 9 de La Plata. Lo nota totalmente distinto. “Era gordo y esa vez estaba muy flaco y muy lastimado”. El resto de los detenidos estaban en una situación similar. “Lo único que quiero es que se haga justicia con las personas que hicieron esto”, pensó cuando se reencontró con Carmelo aquella vez en La Plata. 36 años después, este sentimiento está más presente que nunca. AC/FACSO