Notas

Especial Monte Pelloni

Osvaldo Fernández: “Si no ves con los ojos, ves con los oídos”

Osvaldo es hermano de Jorge Fernández, asesinado en Tandil en el Centro Clandestino “La huerta”. En su testimonio describió metodologías operativas del terrorismo de Estado y contó cómo en su cautiverio reconoció la voz de Grosse, a quién denominó  “El gran interrogador”.

Antes del testimonio de Fernández, Omar Antonio “Pájaro” Ferreyra  solicitó ingresar al recinto para presenciar la declaración, ya que se encontraba en la antesala por problemas de salud, según declaró su abogado. Una vez concluido ese momento, comenzó el relato de Osvaldo.

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Osvaldo Fernández prestando juramento frente al tribunal. Foto:Prensa FACSO.

La madrugada del 16 de septiembre de 1977, Osvaldo estaba en la casa de la abuela de quien por entonces era su compañera, Marisa Haydee Bellingeri de Bosolasco. Alguien golpea la puerta y se identifica como “Ejército Argentino”. Entraron varias personas. Estuvieron por mucho tiempo, gritando, preguntando todo el tiempo quiénes eran. Por lo que pudo reconstruir con el tiempo, esa noche es trasladado a la Brigada de Investigaciones de Las Flores, lugar donde había gente uniformada y ve siluetas con armas grandes. Se acuerda de los borcegos y la bombacha militar A la noche lo desnudan y lo atan a una cama de elástico, y comienzan las primeras torturas con picana eléctrica. Recuerda el cautiverio en Las Flores como una desatención total, ya que estaban “tirados”. Ahí permaneció aproximadamente una semana junto a Ruben Villeres, Graciela Follini, Juan Carlos Ledezma, Isabel Gutiérrez, Carlos Gensón, Mario Méndez, Cassano, Araceli Gutiérrez, y Néstor Elizari. A partir de ese momento, es trasladado en un unimog (un camión del ejército que reconoce por el ruido) a lo que luego reconocería como Monte Pelloni.

Villeres, Folliini, Ledesma e Isabel Gutiérrez quedan en Las Flores. Al llegar a Monte Pelloni, lo atan con alambre y lo llevan a una pieza. A Jorge Fernández, lo llevan con el respaldo porque no le podían desatar la esposa del mismo. En esa pieza, escucha una voz que con el tiempo va a poder reconocer y ponerle nombre. Es una voz, que describe como “fuerte, imperativa”, que les gritaba tanto a él como a su hermano. Mientras declara hace una pausa. Y sigue: “Estuvimos muy maltratados, nunca imaginé tanta crueldad. Hasta la violencia imaginaba más digna. Pero en Monte Pelloni era mucha perversidad. El maltrato fue siniestro”. En Monte Pelloni se acuerda de haber estado con Maccarinni. Luego envían a un grupo entre los que se encontraban su hermano Jorge Fernández,  Roberto Edgardo Pasucci, Rubén Francisco Zampini y Alfredo Serafín Maccarinni a Tandil, de los cuales vuelven Pasucci y Zampini.

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Luego de una extensa declaración, se retira del recinto. Foto: Prensa FACSO.

Al continuar su relato, cuenta el episodio que relató Carmelo Vinci en su testimonio: la presencia del fotógrafo Llanos. Y describe que junto a éste había un ayudante más. Desconoce para qué era esa foto. Ellos tenían la cara tapada, aunque pudo reconstruir que Llanos era fotógrafo del Ejército y, además, vivía al lado de la casa paterna. Agrega también que sufrieron un simulacro de fusilamiento: “creí que estaba muerto, porque del miedo sentí que no sabía dónde estaba”. Osvaldo reconoce que pudo diferenciar diversos momentos de la guardia. Las caracteriza como “neutra, blanda y otra durísima”.

En un momento, reconoce a Castagnini como superior. Lo había conocido en San Martín de los Andes. Un mes antes de su secuestro lo vuelve a ver. “Me lo crucé por el centro y me reconoció, andaba con una fusta”, hecho que lo hace pensar en que Castagnini solía hacer “visitas” por Monte Pelloni, porque parte de las torturas eran realizadas “con algo parecido a un látigo”.

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María del Carmen Fernández exponiendo su declaración testimonial. Foto Agencia Comunica

El 2 de noviembre los llevan a Azul, en donde el trato en lo alimenticio comienza a cambiar ya que empiezan a darles de comer con más frecuencia. El 28 de diciembre, el día de los inocentes paradójicamente, los llevan a lo que cree que es una escuela en Tandil. Les hacen firmar a punta de pistola y con los ojos vendados, un defensor para ser imputados por el ilegítimo tribunal de guerra.  “Ese día me entero de la muerte de mi hermano. Me dicen que la fecha era el 25 de septiembre pero en ese entonces estaba detenido conmigo”, recuerda Osvaldo en un momento de quiebre.

Es trasladado a la Unidad 9 de La Plata. Después a Caseros, una de las cárceles más verdugas “porque no vimos el sol por dos años casi”, recuerda. Finalmente, en 1982, recupera su libertad.

A partir de recuperar su libertad, se volcó de lleno a ser un agente activo por los Derechos Humanos. Araceli Gutiérrez le pregunta si ubicaba a Ferreyra como uno de los implicados cuando estuvieron en cautiverio. Osvaldo, que no identificaba su voz hasta ese momento, reconoce que a partir de que Ferreyra es designado en un cargo en Control Urbano del Municipio de Olavarría y cobra notoriedad, empieza a reconocer esa voz que era imperativa, que ordenaba y les gritaba durante el cautiverio. “Los sonidos cobran singularidad. Cuando uno no ve con los ojos, ve con los otros sentidos y a mí la voz me quedó grabada como una imagen”. La que interrogaba era una voz tiránica. Después volvió a escucharla en un acto en defensa del Terrorismo de Estado, cuando Grosse agredió a un periodista. “Lo escuché gritar y me acordé cuando nos gritaba a mi hermano y a mí”. No sólo pudo asociar voz con cara a partir de verlo a Grosse, sino también la de Ferreyra.  “Un periodista  de Azul le hace una entrevista a Ferreyra, para Punto Doc, y el timbre de voz me pareció muy singular”. Era el recuerdo de las voces del horror. La voz que aparecía en Pelloni “junto al ruido del auto que se escuchaba previo a las torturas, en la guardia más pesada”.

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Repentinamente Walter Grosse declaró ante el tribunal luego de escuchar el testimonio de María del Carmen Fernández. Foto Agencia Comunica.

Osvaldo Roberto Fernández, actualmente es periodista. Está casado y aunque se siente profundamente acompañado y cuidado siente que el dolor y el daño son irreparables. Perdió a Jorge, su hermano y a Maccarinni, su amigo. Y muchos años de su vida encerrado y torturado. Reconoce, que a pesar de que el dolor es individual e intransferible, la necesidad de declarar y contar la verdad de los hechos se debe porque es un hecho social, una cuestión moral que tiene que servir para que la justicia pueda condenar a los responsables de lo ocurrido durante los años del terror. AC/FACSO