Notas

Especial Monte Pelloni

Juan Manuel Ledesma: “El juicio es una forma de avanzar para mí”

 

Los testimonios que siguieron a continuación del de Araceli Gutiérrez tuvieron un eje en común que puso de relieve las marcas y las huellas que dejó el terrorismo de Estado en familiares y en las mismas víctimas- testigos.

Néstor Horacio Elizari comenzó la ronda de testimonios posterior al de Gutiérrez, quién en el momento de su detención y secuestro era su compañera. Néstor tenía 33 años, trabajaba en Cerro Negro y fue llevado a la Brigada de Investigaciones de Las Flores la misma noche junto a Araceli. Recordó que la tarde anterior habían ido a su casa: “Revolvieron todo y se robaron algunas cosas”.  De la llegada a Las Flores fue poco lo que recordó: “Creo que algo me dieron porque estoy todo el tiempo como en sopor, perdido, no recuerdo mucho de lo que pasó”.

En Monte Pelloni recordó estar “todo el tiempo encapuchado”, junto a Oscar Fernández, Osvaldo Fernández, Araceli, Castelucci, Carmelo Vinci y Mario Méndez. Estuvo aislado permanentemente en una carpa, en la soledad del sufrimiento, “sin poder siquiera desahogarme con alguien”.

Recordó además el paso de un tren, no muy lejos, como un dato que lo situaba, junto al canto de los pájaros al amanecer. Estuvo en ese lugar hasta el 1º de noviembre de 1977. En la cárcel de Azul reconoció a Saint Jean. De ahí fue trasladado a Sierra Chica “en donde me recupero un poco, comienzo a hablar con alguien y eso me ayudó”. 
De su paso por el tiempo y las vivencias del terror, Néstor sintetizó: “Me arruinó todo. Después sólo pude trabajar en changas y aprender a hacer otras cosas. Yo trabajaba en Cerro Negro pero eso me cambió la vida. Nunca más volví a tener un trabajo permanente”. También sostuvo que el cautiverio le cambió el humor: “Me puse muy violento, hablaba con alguien y terminaba peleándome, me desequilibré mentalmente. Y sólo pude dedicarme a sobrevivir de changas”.

Néstor Elizari en su declaración testimonial. Foto Prensa FACSO.

El testimonio de Rolando Agustín Bustos, vecino de Néstor Elizari, hizo eje en la trayectoria de precariedad laborar que sufrió Néstor como consecuencia de haber sido un detenido político, durante el Terrorismo de Estado. Rolando Bustos era vecino de Elizari, y fue quién se hizo cargo en principio de los hijos de Araceli y Néstor. Fue, además, quién le avisó a Bullani, un vecino, que los chicos estaban solos. Cuando van a buscarlos “los chicos estaban sentaditos, esperando”.

Culmino su testimonio recordando que en la fábrica no escuchó nada al respecto de la detención de Néstor y que tampoco volvió a verlo.

El testimonio de Rolando Agustín Bustos. Foto. Prensa FACSO

La ruptura producida por el Terrorismo de Estado en la cotidianeidad de las personas también fue puesta en evidencia por Juan Manuel Ledesma, hijo de Isabel Gutiérrez y Juan Carlos Ledesma, y quien tenía un año y medio cuando sus padres fueron secuestrados. “Estoy buscando las palabras”, comenzó el testimonio, “es un vacío eterno, una ausencia constante, que no puedo subsanar”.  Desde ese dolor de lo imposible, de lo que “alguna vez fue esperanza, esperanza como un motivo para cubrir el vacío”, dio su testimonio Juan Manuel.  Con su hermana esperaban que ellos vuelvan. “No teníamos tumba para llevar una flor, hacer un luto”, subrayó.

Pasó gran parte de su infancia en Córdoba junto a su abuelo Nicolás Gutiérrez. “Vivíamos en la última casa de un pueblito. Todas las tardes nos quedábamos mirando por el camino y pensando las preguntas que les haríamos si vinieran”. Ese anhelo de verlos regresar se resquebrajó finalmente cuando tuvo una charla con su abuelo, quién le confesó que ya no volverían. “Fue un dolor tremendo, a partir de ese momento todo fue ‘¿Qué hubiera sido si están ellos?, todo fue un ‘¿Qué hubiese sido si…?”.

Esa angustia se le reactualizó con fuerza cuando nació su hija. “Volvieron las preguntas, comencé a preguntarme todo, y a pensar en el hecho de no haber podido compartir la felicidad de mi primer trabajo, el primer auto, algún partido de fútbol, tomar un café, charlar”. Son momentos que no se realizan pero permanecen siempre como una ilusión, una angustia. Juan Manuel también se refirió a  su hermana: “Ella está con muchos problemas emocionales, compartimos mucho y hablamos de todo esto. Pero es algo que no deja de afectarla”.

De alguna manera, y a pesar del daño irreparable por la eterna ausencia de sus padres y todas las vivencias impedidas por los señores del terror, Juan Manuel concluyó: “Este espacio, el juicio, es una forma de avanzar para mí, de quemar una etapa de mi vida. Esto significa justicia por mis padres”./AC-FACSO