Notas

Especial Monte Pelloni

Fernando Cassano: “Como familia fuimos señalados durante mucho tiempo”

Durante la sexta jornada de audiencias declararon familiares de Ricardo Cassano, quien estuvo detenido en Monte Pelloni y falleció tres años atrás. Su testimonio fue reconstruido por su hermano, su esposa y su hijo que al momento de su detención tenía apenas dos años

Luego del extenso y detallado testimonio de Carlos Genson, la audiencia continuó con el testimonio de Miguel Ángel Cassano, hermano de Ricardo Cassano quien estuvo detenido en el Centro Clandestino de Detención Monte Pelloni. Ricardo Cassano falleció hace tres años y sus familiares se encargaron de narrar lo vivido mientras él estuvo secuestrado.

Miguel Cassano fue solicitado como testigo por la fiscalía a cargo del Dr. Walter Romero, quien pidió que narrara sus vivencias. El testimonio fue breve y recordó que se enteró al otro día de la detención, el 16 de septiembre de 1977. Fue su cuñada, esposa de Ricardo, quien le contó y fueron a la comisaría a realizar la denuncia. “Allí nos encontramos con mi padre y con otros familiares de personas que habían sido detenidas esa noche: Fernández, Villeres, Genson por ejemplo”.

Fue consultado además sobre qué le preguntó a su hermano cuando recuperó la libertad y dijo que él no le preguntó nada a su hermano, “quería que salga de él y solo me narró una anécdota en la que debía bajar una escalera con la cara cubierta y los militares que lo llevaban le iban diciendo “escalón, escalón” hasta que no le dijeron más nada y se cayó ya que la escalera continuaba”.

Esto fue lo único que el testigo pudo recordar y las partes no realizaron más preguntas.

Miguel Cassano prestando declaración. Foto: Prensa FACSO.

Luego fue el turno de Analía Edith Melo de Cassano, quien era su esposa. También fue solicitada como testigo por la fiscalía, quien le pidió que narrara cómo fue la detención. Recordó que ella tenía 20 años y su marido 23 y un hijo de dos años y medio. Vivían en una casa ubicada en Príngles y Coronel Suárez y durante la madrugada del 16 de septiembre de 1977 sintieron muchos golpes en la puerta de la vivienda que daba al fondo del terreno. Ricardo abrió la puerta y un grupo de aproximadamente 20 personas ingresó al lugar portando “armas largas, ropa grande y encapuchados”. Fue llevada al dormitorio, la arrojaron en la cama boca abajo y le colocaron una almohada en la cabeza al grito de “quedate quieta o te pegamos un tiro en la cabeza”. Luego de media hora de revolver el lugar, le pidieron a su esposo que se vista y se lo llevaron.

Cuando empezó a amanecer fue a la casa de Mario Méndez, socio de su marido en una carpintería y encontró la misma situación: todo revuelto y violentado. La esposa de Mario se había ido en bicicleta llorando, según le comentó un vecino. Analía fue a lo de su cuñado (Miguel) y le contó lo sucedido.

Cuando hicieron la denuncia, los atendió un jefe de policía quien dijo que no sabía qué había pasado. Al mediodía del 17 de septiembre fueron al Regimiento y los atendió el Coronel Ignacio Aníbal Verdura, que no sabía nada de lo sucedido. “Estuvimos mucho tiempo yendo y viniendo a la comisaría, al Regimiento, al obispado en Azul”, recordó.

Tiempo después, Verdura la citó en el Regimiento para comentarle que su esposo estaba muy mal de salud y que estaba internado. Al respecto, él no le pudo decir nada más, pero le advirtió que tendría noticias. Cuando fue liberado, su esposo le contó que había estado internado en el Regimiento de Olavarría y cuando se repuso lo volvieron a llevar a Monte Pelloni.

“Pasó mucho tiempo y volvimos a tener noticias”. Les informaron que estaban presos en la unidad penal N° 7 de Azul y que podían llevarles elementos de higiene personal pero no los podían ver ya que estaban muy deteriorados. Tiempo después, fue trasladado a la unidad penal N° 9 de La Plata y fue allí cuando se pudieron reencontrar Analía y Ricardo. “Estaba muy estropeado, tenía la nariz rota, golpes, quemaduras y había perdido mucho peso” relató. Ahí él le contó el circuito que lo llevó y cómo los torturaban, tal vez “algunas cosas no me contó para preservarme un poco”. Ir a la cárcel era tremendo, tenía que ir a la comisaría a dejar sentado que viajaba, o en los micros nos paraban en la ruta para mostrar documentación.

Recién casados y con un hijo pequeño, habían solicitado al Banco Hipotecario una casa en el Barrio CECO que les había sido adjudicada y debían presentarse a firmar la adjudicación para la entrega de la llave. “Yo me presenté, firmé y les dije que mi marido estaba desaparecido y ahí comenzaron a las vueltas para entregarme la casa hasta que me dijeron que no me la podían entregar” lamentó.

Al finalizar narró las vivencias que soportó cuando iba con su hijo a visitarlo a la cárcel, o explicarle por qué su padre estaba preso sin haber robado o matado, que luego fueron ampliadas en el testimonio de Fernando Germán Cassano, su hijo. Por último sostuvo que la muerte de su esposo hace tres años fue por un cáncer en la vena cava, y que desde su liberación él salió con su salud deteriorada.

La querella no tuvo más preguntas para realizarle a la testigo y de la defensa el único que preguntó fue Claudio Castaño, defensor de Leites, sobre si acudió a la iglesia en busca de ayuda. Ella declaró que en una reunión con el obispo Marengo percibió miedo: “como que nos quería ayudar pero no podía”.

Fernando declaró sus vivencias y cómo el vínculo con su padre se vio afectado desde Esquel. Foto Prensa FACSO.

La última declaración de la jornada fue la de Fernando Germán Cassano y lo hizo a través de una videoconferencia ya que reside en Esquel. Previo a su testimonio, hubo un cuarto intermedio de apenas diez minutos en el que se realizaron los preparativos técnicos para disponer de la videollamada.

Establecida la conexión vía Skype con Esquel, apareció en pantalla el hijo de Ricardo Cassano y Analía Melo. Comenzó su declaración diciendo que no tiene recuerdos propios pero sí los que le transmitieron su abuela paterna y su mamá. El testimonio se basó en sus años de infancia y en cómo la detención de su padre influyó en su vida y en la de su familia.

Recuerda haber llegado a La Plata a ver a su padre en la unidad penal N° 9 y hacer las requisas en las colas de hombres, con tal solo cinco años para entrar solo.  “Me hacían desvestir en las requisas, algo muy violento si lo pienso hoy” sostuvo. “Recuerdo a mi vieja y mi abuela llorando mucho producto de esta situación” y al mismo momento sostuvo que muchos vecinos no saludaron más a su abuela ni a su madre, “por miedo tal vez, vaya a saber por qué”.  

Un recuerdo que quedó marcado en su vida fue cuando iba al jardín de infantes y lo invitaron a un cumpleaños de un compañero. “Le dije que no podía ir porque tenía que ir a ver a mi viejo, me preguntaron dónde estaba y les dije que estaba en la cárcel y la repregunta fue si había robado o matado a alguien y solo pude decir que no”. Luego de este episodio fue su madre la que le explicó a un niño de apenas cinco años el por qué de la detención de su padre y le recomendó que dijera que su papá trabajaba en Buenos Aires. Desde ese momento “pasé a ser para la mayoría de la gente el hijo del subversivo, no tuve tantos amigos como los demás y tiene que ver con esto” agregó. La violencia que generaba que su padre estuviera preso era muy importante, “como familia fuimos señalados durante mucho tiempo” indicó.

Además hizo hincapié en cómo la detención transformó la relación con su padre. Ricardo, cuando recuperó la libertad, se fue a trabajar por ocho meses a Ushuaia y luego a Villa La Angostura, mientras que él y su mamá permanecieron en Olavarría, comunicándose por carta de manera muy esporádica.

Fernando narró que tuvo pocas charlas con su papá. “Me quedó grabado que en un principio no le importaba demasiado nada, por eso se fue a vivir lejos. Tuvimos dos charlas sobre el tema, lo que él quiso y hasta donde quiso” declaró. Por los relatos de familiares y amigos sobre cómo era su padre, sostuvo que “el que salió no era el mismo, era un tipo muy cerrado”. Lamentó no haber hablado más cosas al respecto con él, algo que siempre esperó y no pudo ser.

El representante de la querella, Dr. Manuel Marañon, le preguntó sobre qué significaba para él este juicio y sostuvo que es un alivio: “una manera de poder contar un poco lo que me pasaba a mí y que la gente sepa cuál es la verdad”.

Sin más preguntas de ambas partes finalizó su declaración y se llamó al último testigo de la jornada, Miguel Ángel Gallardo con quien sucedió algo atípico en un proceso judicial. La fiscalía solicitó la presencia del testigo Miguel Ángel Gallardo, vecino del matrimonio Cassano quien atestiguó en un proceso anterior. El testigo que compareció en la audiencia resultó ser otro Miguel Ángel Gallardo. Casualidad, él supo de lo sucedido al matrimonio Gutiérrez-Ledesma en la ciudad de La Plata. De todas maneras, el tribunal prescindió de su testimonio y pasó a un cuarto intermedio hasta el próximo martes a las 11 hs, día en que se retomarán las declaraciones testimoniales. /AC-FACSO