Notas
Acceso a la universidad pública

Primera generación de estudiantes universitarios

Las experiencias de quienes son primera generación de su familia en acceder a estudios superiores ayudan a pensar los múltiples significados que adquiere la educación pública superior en la formación sociocultural y las trayectorias formativas y ocupacionales.

 

El nuevo escenario que plantea el actual gobierno nacional vuelve a poner en discusión lo vinculado a la educación pública. Ante marchas, clases públicas, reclamos salariales y de presupuesto, se vuelve imprescindible generar instancias de reflexión para comprender a la educación pública como un derecho conquistado a lo largo de la historia. Si bien se ha avanzado en la ampliación de ese derecho, el acceso, la permanencia y egreso en los estudios superiores  no suele ser un camino fácil. En este sentido, se vuelve imperioso recuperar las voces y las reflexiones de aquellas personas que son primera generación en sus familias en poder ingresar al sistema universitario público. “Es un trayecto que está plagado de aprendizajes y conflictos y en el que además hay que comenzar a tramitar el ingreso al mundo laboral: sea al comienzo, durante o al finalizar los estudios. Un país que apuesta a la integración de las generaciones jóvenes por la vía de la formación superior implica un modelo de Estado-Sociedad que concibe el desarrollo y el crecimiento socioeconómico atado a la articulación educación-trabajo. Y en esto el carácter público y gratuito de la educación superior es fundamental en sociedades estructuralmente desiguales como la nuestra”, expresa Mayra Salazar, 32 años, becaria doctoral en CONICET por la carrera de Comunicación Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNICEN.

A casi 400 años de la creación de las primeras universidades en Argentina (Universidad Nacional de Córdoba, 1613) todavía el acceso a los estudios superiores suele estar condicionado por diferentes obstáculos: económicos, simbólicos y materiales. La desigualdad de posiciones en la estructura social ha sido un factor determinante en el acceso a los estudios superiores. “Mis padres pertenecían a la clase obrera. Ambos hicieron hasta el nivel primario. Considero que no accedieron porque no tuvieron posibilidades. En el contexto más inmediato del trabajador poco lugar queda para imaginar siquiera esa posibilidad”, reflexiona Susana Malfatti, 36 años, profesora de Ciencias de la Educación de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNICEN. “La otra barrera que hay que romper, además de la material, es la distancia social entre la universidad y los sectores populares (…) Eso se logra con relaciones de proximidad que generen una significación y una relevancia en los jóvenes de sectores populares y sus familias para que crean en que la universidad pública es también para ellos y puedan mejorar su calidad de vida”, señala Mayra Salazar.

pg2El sistema de becas ha sido relevante para la permanencia e impulso formativo en distintas trayectorias/ Foto: Agencia Comunica

La irrupción del movimiento estudiantil en Córdoba en 1918 exigió que la educación superior no fuera sólo un privilegio para los hijos de las clases que detentaban el poder. En ese entonces, la educación secundaria no era un derecho obligatorio, por ende, quienes accedían a realizar estudios superiores eran los hijos de las clases medias y altas. A partir de 1949 se comenzó a garantizar la supresión de aranceles universitarios y quedó establecida la gratuidad de los estudios superiores. No sólo el Estado se pronunciaba a favor de la posibilidad de una nueva redistribución material sino que ponía en juego el acceso de las clases populares a la educación superior y a las formas de representación simbólica, cultural y social que hegemonizaban las clases altas. Avanzado el siglo XX se crearon universidades en diferentes provincias. Sin embargo, desde aquellos años hasta la actualidad, se fueron sucediendo distintos modelos de Estado, cada cual con una perspectiva diferente en torno a la educación superior.

Redefiniciones y alcances del campo universitario

El gobierno actual, mediante las políticas implementadas, vuelve a delinear los sentidos, los  ingresos y las proyecciones en torno a la educación pública universitaria. Con congelamientos de presupuesto, recortes de programas y achicamiento del Estado, una de las variables fundamentales que favoreció la permanencia (el sistema de becas y ayudas económicas) se pone en riesgo. En los testimonios obtenidos, el soporte brindado a través de las políticas públicas de la secretaría de Bienestar estudiantil fue y sigue siendo muy importante. “Si yo no hubiera recibido la beca de la facultad se me hubiera complicado muchísimo y tendría que haber salido a buscar otro ingreso, otro trabajo de más horas, para cobrar más y poder seguir estudiando pero me hubiera atrasado muchísimo”, explica Milagros Jouandon, 24 años, estudiante de Antropología Social de la Facultad de Ciencias Sociales. La experiencia que brinda el acceso a estudios superiores cobra una dimensión significativa ya que es un proceso que atraviesa e impacta en múltiples aspectos la vida cotidiana de las personas. Significa acceder a otra estructura de posibilidades que va a incidir en sus trayectorias formativo-ocupacionales y en sus proyectos de vida. “Además de reconocer  que es un derecho, creo que la perspectiva que tengo ahora, el poder pensar política y socialmente, no sé si lo hubiera tenido de no haber ingresado en una facultad”, ejemplifica Milagros. “En mi vida tiene un lugar valorado y valioso. Fue una experiencia bisagra. Tuve la oportunidad de aprender muchísimas cosas y fue la base imprescindible para aprender otras. Tomé herramientas desde la escritura y la oralidad que me permitieron acceder a mi primer empleo. Y aun hoy me sirven”, expresa Susana. “Significó muchas cosas en mi trayectoria personal. Hoy es mi fuente de ingresos pero antes me dio una estructura de relaciones afectivas y profesionales que aún conservo, la posibilidad de acceder a un trabajo por la vía de una pasantía de la cual valoro el hecho de haber definido mi perfil formativo-ocupacional vinculado a la gestión y a la investigación académica en el campo de las políticas públicas de niñez y adolescencia”, destaca Salazar en relación a su experiencia universitaria.

La multiplicidad de sentidos y significados que vivencian quienes acceden a realizar una experiencia universitaria se vuelven fundamentales para el desarrollo integral de su formación sociocultural. Implica, además, pensar en una reciprocidad entre Estado y sociedad civil para delinear políticas públicas que influyan de manera positiva y significativa en el conjunto de la población. Sus trayectorias, acompañadas de una fuerte presencia estatal, son instancias de disputas que hay que acompañar y profundizar para que el acceso a la educación superior sea apropiado plenamente, en todas sus configuraciones posibles, por toda la comunidad. Por ello, la defensa de la educación pública no arancelada es un gran desafío y un compromiso ético y político./AC-FACSO