Notas
Educación y sociedad

El valor de la universidad pública en la vida cotidiana

Su rol en la conformación de sociedades más democráticas aparece como un desafío para sus egresados y profesionales. La puesta en valor de la relación entre las experiencias y la incidencia de las prácticas constituyen ejes para repensar los alcances de la formación.

Gabriel Blanco tiene en su escritorio una foto del viaje que hizo a París a fines de 2015 cuando representó a Argentina en jornadas vinculadas a problemáticas de medio ambiente. “Hace diez años que participo en las negociaciones sobre cambio climático a nivel internacional y eso es una contribución que uno le da al país, ayudando a distintos organismos públicos”, expresa. Egresado de Ingeniería en la Universidad de Buenos Aires, realizó un posgrado en la Universidad de Massachusetts (Estados Unidos). Gran parte de su trayectoria laboral la ejerció en la Facultad de Ingeniería de la UNICEN donde es docente e investigador. Durante los últimos años fue convocado para ofrecer asistencias a Ministerios y Secretarías de Estado, tanto a nivel local como internacional. Este triángulo de relaciones entre estado, sociedad y universidad lleva a repensar los múltiples significados que se configuran en torno a esos vínculos y complejizar la cuestión más allá de los posicionamientos preponderantes desde las diferentes esferas del actual gobierno nacional en relación a las universidades públicas.

Inmersa en una trama de relaciones sociales y significados amplios, la universidad pública, desde sus proyecciones y alcances, cumple un rol preponderante en la comunidad. “Mi trabajo se vincula con mi formación académica. Por un lado desde la docencia, en materias relacionadas con las Ciencias Sociales; y por otro lado, en el Observatorio de Niñez y Adolescencia que tiene un compromiso en la promoción de los derechos de la infancia”, cuenta Laura Hoffman, profesora en Comunicación Social de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNICEN. La producción cultural y la organización política, social y económica responden a un alto grado de especialización del conocimiento. Y la universidad se presenta como productora de agentes y actores sociales que participan en la producción y reproducción de esos mismos conocimientos. Docentes, médicos, veterinarios, odontólogos, trabajadores sociales, abogados, bioquímicos, contadores, etc., con los cuales la sociedad civil se vincula y establece diversos tipos de relaciones, son egresados de universidades públicas, como así también diversos mandatarios de los poderes ejecutivo y legislativo. Esta configuración habilita a pensar en la trama de vinculación de la educación pública con la participación social y cultural de la vida cotidiana. Más específicamente, la universidad es un bien colectivo que genera una fuerte reciprocidad en la sociedad en la que se encuentra, en la que hay una formación constante de actores sociales que luego ocuparán diversas posiciones en las estructuras sociales sobre las cuales se despliega nuestra cotidianeidad. “Es muy evidente el impacto de la universidad en la construcción de la comunidad, por ejemplo de la Facultad de Ciencias Sociales. En el Observatorio monitoreamos medios de comunicación para ver cómo se trabajan los derechos de la niñez y adolescencia en las noticias. Y es muy clara, por ejemplo, la diferencia entre Olavarría y otras ciudades. Se nota mucho la presencia de comunicadores trabajando en los medios, hay otra mirada de la realidad”, detalla Hoffman.

El trabajo cotidiano como una retribución social

Marcel Mauss, quien realizó aportes significativos en la antropología y la sociología, elaboró una conceptualización de los intercambios que denominó “dones”, considerados esenciales para la cohesión de toda sociedad. Para Mauss, esa entrega de dones genera un esquema circular en donde al dar algo, lo que se genera es la obligación de recibir y devolver. Y esa situación tiene como finalidad preservar la cohesión social. Su propuesta fue considerar el don como un hecho social total ya que en ella se verían afectadas todas las instituciones sociales. En este sentido, en el anclaje de la formación ocupacional de los egresados de universidades públicas, puede entreverse una suerte de volver a dar algo de lo que se recibió durante el pasaje formativo en la universidad. Hay una atmósfera que se desprende de un marco de compromiso social de reciprocidad. “Uno contribuye pero también recibe con todo lo realizado. Y eso es lo que se ve reflejado en lo que se hace dentro de la universidad. Todo ese trabajo lo considero como una retribución. En mi caso asistiendo y contribuyendo con organismos de Estado vinculados con la temática de Energía y Ambiente”, reflexiona Gabriel Blanco. Pero además se vislumbra todo un trabajo que aún queda por realizar para que la universidad se transforme en un actor central en la conformación de sociedades más justas y democráticas donde la producción de conocimientos generados pueda ser utilizada de forma regular y sistemática. “Uno de los grandes problemas que existen en Argentina es cómo el conocimiento que se desarrolla en las instituciones vinculadas al conocimiento les llega y se les puede comunicar a los tomadores de decisiones. En algunos organismos hay conciencia de eso pero en otros no, lo cual es grave porque si no hay conciencia que existe un problema lejos se está de solucionarlo”, afirma Blanco, quien sostiene la necesidad de alinear la agenda pública y la científico académica. “Lo que hay que hacer es pensar cómo hacemos para alinear agendas, para institucionalizar los canales de comunicación. Y que lo producido realmente tenga más impacto sobre las comunidades”, sintetiza. Por su parte, Hoffman también hace referencia a la reformulación de los mecanismos de integración entre la producción de conocimiento y su utilización para formar parte de las políticas públicas que organizan la vida social. “Aún falta para un cambio de la doctrina de situación irregular al de protección de los derechos de la niñez. Ahí la universidad tiene un rol importante para desempeñar. Por eso la idea del Observatorio es hacer divulgación sobre lo que los especialistas de la UNICEN están trabajando. Es algo que la universidad debe replantearse no sólo en este campo sino en todos: poder trabajar con la sociedad en un ida y vuelta”, concluye.

La posibilidad de pensar el rol y la participación de la universidad pública desde sus diferentes dimensiones, y específicamente, desde los actores egresados de las mismas instituciones, es un cuadro complejo en el que coexisten programas, proyectos de extensión, participación en la creación de políticas públicas y experiencias personales que no pierden el eje de situar el conocimiento producido en pos de una mejora en la calidad de vida de las sociedades. Aún así, la vinculación entre estado, sociedad, universidad es un entramado que reviste la necesidad de repensarse constantemente. Las experiencias detalladas dan cuenta que el trabajo de la universidad pública en la vida cotidiana reviste de un despliegue innumerable de posibilidades para la conformación de sociedades más democráticas y equitativas./AC-FACSO