Notas

Sembrando una nueva vida

En la Alianza Francesa de Olavarría se dicta un curso en el que se enseña a realizar una huerta orgánica y a comenzar a cambiar algunos hábitos de vida en beneficio del planeta y de los que nos rodean.

Eliseo Díaz - Agencia Comunica

Encorvar la espalda, ensuciarse las manos con tierra, plantar semilla por semilla y regarla diariamente para en algún futuro ver qué brota, literalmente, de todo ese trabajo. Una tarea muy noble que puede traer nostalgia de abuelos y abuelas que lo realizaban como hobby o para poder llevar un plato de comida todos los días a su casa. Una huerta es una tarea que a muchos, quizá, se les ha cruzado realizar en algún momento pero no han sabido cómo empezar o pensaron que no tenían el espacio suficiente para hacerlo. Desde la Alianza Francesa de Olavarría se comenzó a dictar un taller que incentiva esta práctica y todo el cuidado de la naturaleza que trae consigo.

Manos a la obra

El proyecto de un taller de huerta orgánica en la Alianza Francesa se realizó en el marco de un convenio llamado Alianza Verde. Este compromete a todas las sedes que lo firmen a realizar ciertas prácticas relacionadas al cuidado del medio ambiente. Evitar imprimir de más, usar papel reciclado, colocar lámparas de bajo consumo y, en este caso, una huerta orgánica son algunas de las actitudes que se llevan adelante. “Trabajamos en una institución que no solamente trata de la educación de un idioma y de la difusión del mismo sino que también de un modo o distintos modos de ver la vida”, explicó Carolina Ferrer, tesorera de la institución olavarriense. Les pareció una idea factible de llevar adelante en el patio de la alianza, que era un espacio sin uso, y aprovecharon que en la ciudad existen varios especialistas en este tipo de huertas como Maximiliano Reitz. “Las herramientas que estamos viendo incluyen desde preparar el suelo hasta la cosecha de lo producido a partir de técnicas y métodos basados en la agricultura orgánica”, comentó el instructor.

Lo más importante a lograr con talleres como estos sería conseguir ser autosuficientes y comenzar a consumir verduras propias y no contaminadas con agrotóxicos como las que hoy en día se ofrecen en el mercado. Como manifiesta Érika Ippolito, profesora de francés y miembro de la alianza: “Cuando uno tiene la posibilidad de comer un alimento fresco de la huerta te das cuenta que no tiene nada que ver con lo que consumís habitualmente”.

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Varias personas, comentan desde la alianza, venían buscando y necesitaban herramientas para poder realizar estas actividades en sus entornos cotidianos. Si bien la sede de la institución sirve como un espacio de práctica, cada uno luego reproduce los aprendizajes en su casa. “Lo reproduzco todo, en principio en el patio porque estamos haciendo los primeros almácigos y deben tener más cuidado, pero tengo intenciones de realizarlo en un campo cercano que tenemos con mi familia”, contó Yanina Aragón Licenciada en Relaciones Laborales y participante del taller.

Dónde florecer

A la hora de realizar una huerta propia pueden aparecer lo que en principio parecen algunas dificultades. El espacio que se dispone, el tiempo que se tiene o el dinero para destinar a recursos se plantean como algunos impedimentos, pero como manifiestan los realizadores del curso, solo es cuestión de ganas.

“En mi caso voy a hacerlo en balcón, algunas plantas podrán adaptarse y otras no”, manifestó Carolina. Lo que una planta necesita son como mínimo 5 horas de sol pleno para poder germinar, sin importar dónde. Macetas, terreno, tubos de PVC, cualquier soporte puede ser utilizado “Lo principal es tener constancia, un poco de tiempo y ganas de hacerlo”, expresó Maximiliano.

En cuanto al tiempo, solo es importante planificar correctamente las tareas de la huerta. Realizando esto correctamente, se puede lograr ser autosuficiente en gran parte del consumo diario teniendo siempre disponibilidad de alimentos frescos o en conservas. ”Para una familia tipo, destinando 2 horas diarias alcanza… Y puede ser repartido entre los miembros de la familia”, mostró el profesor del taller.

Con relación al gasto y los insumos necesarios, una de las propuestas del curso es depender lo mínimo posible de insumos externos y así lograr que sea sustentable para cualquiera que desee realizarla. Aunque, como comenta Maximiliano, “la necesidad de invertir en algo va a depender del tamaño de la huerta”. En principio, para comenzar con una huerta propia, no es necesario un gasto muy grande de dinero, ni tener un gran espacio, ni tampoco tener mucho tiempo, y permite dar un primer paso (o uno más) hacia un cambio de vida.

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Un cambio de vida

La forma en que nos alimentamos es solo una de las cuestiones que como sujetos debemos replantearnos. El trabajo en la tierra es una labor cultural y tiene que ver también con cómo nos vinculamos con nuestro entorno. “Hay experiencias de personas que trabajan en oficinas durante 8 horas y que decidieron dejarla, irse a su quinta y diseñar su entorno en función de lo que produce la tierra”, contó la tesorera de la alianza. Entonces, la principal responsabilidad que tenemos es con el medioambiente, y producir lo que consumimos es una de las dimensiones. No hay que tomar solamente conciencia, sino partido en estas cuestiones que llevarían a que vivamos mejor. No solo menos enfermedades, menos contaminación, sino también menos locura y una mejor calidad de vida para quienes nos rodean.

“Nosotros siempre que vemos un libro de francés vemos que hay un montón de cosas que acá se siguen haciendo y en Francia ya no se hacen más hace años, desde el manejo de los cultivos hasta los productos que se utilizan para fumigar”, ejemplificó Érika Ippolito.

Desde que se presentaron, cuentan quienes organizan el taller, los concurrentes manifestaron que necesitaban bajar los decibeles y salir de las cuatro paredes de la oficina y conectarse más con la naturaleza. “Soy madre de un bebé de un año y ocho meses al que me gustaría poder inculcarle esta cultura del cuidado de la tierra y el medio ambiente”, contó Yanina. Y en cuanto a la responsabilidad que debemos asumir comentó que “el beneficio es hacia la sociedad, y uno lo puede divulgar pero va en la persona la voluntad para querer hacerlo”.

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No se trata solamente de cultivar alimentos de manera recreativa, sino a aprender a manejarse en favor de la naturaleza y no en contra de ella. Regenerar los suelos con abonos orgánicos, creando biodiversidad y reduciendo el consumo de agua mientras generamos un alimento de calidad, que nos otorga nutrientes y nos garantiza la salud.

Espacios como estos no solo contribuyen a aprender, sino también a reflexionar. Reflexionar acerca de cómo repercuten nuestras acciones en nosotros mismos, en toda la población y en el planeta. Vemos suelos agotados por el monocultivo, aparecen enfermedades que no existían, se queman bosques, y no parece que estemos tomando las decisiones necesarias para revertir esta situación. Como concluye Érika, a veces “debemos apretar el freno, mirar hacia adelante y ver qué le vamos a dejar a nuestros hijos”. Agencia Comunica - Facso.

Fotos: Dante Lartirigoyen