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La medicalización del embarazo 

En Olavarría se practican cinco veces más cesáreas de lo recomendado por la OMS

Evitar la inducción del parto con drogas artificiales es central para prevenir ulteriores intervenciones invasivas. Los bisturís, camillas y posiciones incómodas para parir hacen a la regla aunque deberían ser la excepción. Al final del proceso la sensación es que quien verdaderamente ha parido ha sido el equipo médico

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Noveno mes de embarazo. Una mujer está en término para parir. Su hija, como en un acto de rebeldía, se resiste a salir. Hinchada por la retención de líquido, con un dolor de espaldas descomunal y el cierre del pantalón abierto porque ya no hay ropa que le entre, visita a su ginecólogo. Está lista. “El ‘cuellito’ del útero está divino, pero falta un poquito de dilatación”, le dice el doctor luego de hacerle tacto, lo que significa introducir su mano en la vagina. “No te hagas problema le damos un empujoncito con medicación  y listo. Eso sí mamá, portáte bien y pujá para no terminar en una cesárea”. De allí en más, como en un callejón sin salida, lo que seguirá es una intervención médica tras otra. 
En la sala de preaparto recibirá un suero para no descomponerse, otro  para acelerar las contracciones y acto seguido la partera romperá la bolsa. Una vez en el quirófano, le ofrecerán anestesia peridural, le harán presión en la panza para ayudar a la criatura a nacer  y cuando ésta asome su cabeza, cortarán la vagina para evitar posibles desgarros. La madre, colabora y puja. Finalmente, la bebé sale al mundo en los brazos del médico quien muy amablemente pone por un instante  la criatura encima de la mujer que yace sobre la camilla. Está exhausta pero emocionada a la vez. Esta es la situación que casi todas las madres atraviesan o atravesarán en nuestro país. Revisar el paso a paso despierta un interrogante ridículo pero admisible :¿Quién es el protagonista del parto?, ¿La madre o el equipo médico? .
Sobran 960 cesáreas 

La cesárea es una de las prácticas médicas invasivas que a veces es realizada por los médicos de manera abusiva e injustificada. En Olavarría nacen cada año unos 3.000 niños y niñas, según los últimos datos oficiales disponibles referidos a 2010. La mitad de esos nacimientos son atendidos en el hospital municipal y la otra mitad en clínicas privadas. Del total de nacimientos locales, el 40% - 1200 bebés - lo hacen por cesárea y el resto - el 60% - por parto natural. En el sector público los partos quirúrgicos rondan el 30% - 450 casos - mientras que en el sector privado se reparte en mitades iguales, es decir unos 750 bebés tanto en un método como en el otro. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda, sin embargo, que las intervenciones quirúrgicas en el parto no deberían superar el 8 % de los casos. En Olavarría, entonces, las cesáreas superan cinco veces lo esperado. 
De las 1200 cesáreas, 960 no deberían haberse realizado, según la recomendación internacional.No es que las intervenciones quirúrgicas y los otros actos médicos invasivos tengan malas pretensiones. Esos métodos han logrado reducir la mortalidad materna e infantil tan frecuente en siglos anteriores y han evitados daños fisiológicos en madres y niños. “Ciertas prácticas que antes se hacían y hoy ya no están permitidas por los protocolos médicos, como el forceps - una especie de pinza que toma la cabeza del bebe para facilitar su salida por canal de parto - colaboraban para que la mujer pudiera llegar con éxito a un parto normal sin necesitar una cesárea”, explica el ginecólogo y vicepresidente del Colegio Médico, Oscar Briscioli.
La culpa es de la oxitocina
Una mujer que ya pasó por una cesárea, según Briscioli, está condicionada a repetir ese método en un futuro  embarazo porque no podrá recibir medicación para estimular las contracciones - una droga  artificial que reemplace la oxitocina, hormona que produce el trabajo de parto de manera natural - y esto hará que termine nuevamente en una cirugía. Todos estos factores sumados al temor de los médicos a los posibles juicios por mala praxis explican, para Briscioli, el porcentaje tan elevado de partos no naturales.
Que una mujer que atravesó una cesárea no pueda recibir oxitocina artificial no es un problema para la obstetra Soledad Mandagarán, colaboradora en el servicio de obstetricia del Hospital municipal Dr. Héctor Cura y promotora activa de los partos sin medicalización y domiciliarios. “Trato de no ponerla en ninguno de los casos, ni en las que ya tuvieron cesárea ni en las que tuvieron parto natural porque es una intervención que obtura el normal desencadenamiento de las cosas”, explica. 
Lucrecia Manso, mamá de una niña de dos años tuvo a su hija por cesárea en una clínica privada de Olavarría. Hoy piensa que en caso de tener más hijos sería más exigente con los médicos y pediría más explicaciones en lugar de aceptar las decisiones médicas sin consultar otras alternativas. “En las primeras visitas al ginecólogo le dije que quería un parto natural, que no tenía miedo y que hiciéramos lo posible. Creo que nunca contempló mi sugerencia porque si no, me hubiera dado mayores explicaciones acerca de por qué terminé en una cesárea. Solo me dijo que los monitoreos de la bebé no estaban bien y que a la tarde me internara para una cirugía”, explica.
En el mundo el incremento de cesáreas se dio, en la mayoría de los casos, cuando se comenzó a utilizar el monitoreo - una máquina que mide los latidos del niño -, según detalla la obstetra Mandagarán. Una baja en los latidos del corazón del bebé, por ejemplo, no significa necesariamente que algo esté mal. “También cuando duerme o tiene hambre los latidos se hacen más lentos, pero a veces los médicos desconocen estos momentos fisiológicos de la criatura”, advierte.
En las clínicas y hospitales, si no hay indicación de cesárea previa, la sala de trabajo de parto es el primer lugar donde permanece una mujer cuando llega el momento de parir. Cuando los médicos y parteras consideran que llegó el momento, se traslada a la futura madre a la sala de alumbramiento. “Está comprobado científicamente que cuando a una mujer la trasladás desde la cama donde hizo el trabajo para dilatar a la sala de expulsión la sacás de su eje, la desconcentrás y le generás miedo. Ese miedo favorece la segregación de adrenalina que inhibe la oxitocina, hormona fundamental para producir las contracciones y posibilitar un parto natural. Ahí es cuando los médicos se desesperan y empiezan a intervenir”, explica Mandagarán. 
La oxitocina, denominada también la hormona del amor porque interviene en procesos importantes de la vida como el coito, el orgasmo y la lactancia, es una hormona íntima. Por eso es importante generar un clima reservado, donde la mujer se sienta cómoda y segura. “En su propia casa la liberación de hormonas de una mujer es diferente y puede parir de una manera más íntima, sexual y amorosa. El sistema te dice que parirás con dolor pero hay mujeres que hasta han tenido orgasmos en su parto. De eso nadie habla ¿Por qué?”, cuestiona la obstetra.
Verónica Lucero mamá de un niño de cuatro años, tuvo a su hijo en el hospital municipal y recuerda que la partera que la atendió “fue excelente”. Su parto fue natural, no recibió ninguna droga para acelerarlo pero sí le realizaron una incisión vaginal, lo cual le trajo problemas en su recuperación. “Yo vivía en un dúplex que tenía la habitación arriba, subir hizo que se me saltara un punto. Me costó mucho recuperarme, no me podía sentar”, cuenta. Además asegura que la posición horizontal durante el parto le generó calambres. 
“Que las mujeres estén acostadas es más fácil para quien asiste el parto, pero no para la madre. Está comprobado que es anti fisiológico, las contracciones duelen más y es más fácil desgarrarse. Es una posición de sometimiento por la cual una mujer ni siquiera puede observar el nacimiento de su hijo o hija. Y la episiotomía - la incisión vaginal - es una verdadera mutilación de los genitales femeninos, es la consecuencia de todas las intervenciones previas”, advierte Mandagarán.
Descolonizar el parto no siempre es posible
Ante esta situación y junto a la toma de conciencia de sus derechos, algunas mujeres se animan a pensar un parto en sintonía con sus tiempos y deseos. Un nacimiento que respete no sólo la integridad física de una mujer  sino la fisiología y los tiempos naturales del trabajo de alumbramiento, dejando los procedimientos con medicamentos como último recurso. En Argentina estos principios se establecen por ley en los Derechos de Padres e Hijos en el Momento del Nacimiento (ley N° 25. 929) pero muchas veces son desconocidos por los padres. Parir de otra manera exige también una toma de conciencia por parte de la futura madre, según la antropóloga Laura Zapata, quien además de ser especialista en el tema experimentó el nacimiento de su hija en su casa. “Un parto respetado no es sólo un parto natural por definición sin ninguna intervención. Tiene que pasar por la crítica, la toma de conciencia de cómo el cuerpo de la mujer y del niño están expropiados, colonizados por la ciencia y la tecnología. Allí aparece lo que yo quiero y deseo, que puede estar en sintonía con la tecnología o no. Una cesárea pedida por una mujer que tiene miedo a un parto vaginal, también es un parto respetado”, analiza Zapata. 
Cada vez hay más mujeres que se animan a parir en la intimidad de su hogar, con la posición más cómoda que encuentren y rodeada por sus seres queridos. Alrededor de esta práctica, sin embargo, todavía existen miedos, mitos y controversias.
Florencia Popp, mamá de un niño de dos años, se decidió por esta opción a los cinco meses de su embarazo. “Elegí tener a mi hijo de esta manera cuando comprendí lo violento que era el sistema médico a la hora de tratar el embarazo y el nacimiento como si fuesen una cuestión patológica. También lo hice porque quise resignificar el dolor del parto, sintiéndolo de la forma más conciente que pudiera existir”, sentencia. 
Pero después de 20 horas de trabajo de parto, acompañada en su casa por su pareja, su madre y dos obstetras,  Florencia tuvo que ser intervenida por una cesárea en una clínica. “Debí resignarme a que ahí las reglas de juego eran otras. Comprobé en experiencia propia todo lo que había leído previamente y me di cuenta que el trabajo que yo había hecho era desnaturalizar situaciones como estas”, reflexiona. A pesar de lo sucedido asegura que en caso de tener otro hijo o hija elegiría nuevamente parir en la intimidad de su hogar, con su gente y sus tiempos. 
Para la obstetra Soledad Mandagarán los requisitos para un parto domiciliario son pocos: una mujer predispuesta, un embarazo de bajo riesgo - sin diabetes, hipertensión, y patologías cursadas durante el embarazo - y una partera preparada. 
Otros profesionales disienten y hablan de riesgos para la vida del bebé y la madre si no se cuenta con el instrumental médico necesario. “El parto domiciliario tiene que ser casi excepción, no regla. No se puede universalizar. No todas las pacientes están en condiciones de tener al hijo en su casa. No porque no lo merezcan, sino porque no cumplen algunos requisitos respecto a su salud física. Actualmente algunos jueces consideran imprudente que vos hagas un parto en un lugar donde no tenés anestesiólogo,  por si hay que hacer una cirugía. Puede haber desprendimiento de placenta o problemas con el cordón”, advierte el ginecólogo Briscioli.
La antropóloga Laura Zapata tuvo una larga lucha con su obra social para que cubriera la práctica en su casa, según lo establece la ley. Ella asegura que el nacimiento de su hija la hizo reencontrarse con su cuerpo de otra manera y que en el momento perdió el miedo y se entregó a las contracciones. “Lo más importante para un parto es pasar por un proceso de autoconocimiento de los propios límites, de las potencialidades de la propia sexualidad y poder hacerlos concientes. Ese es el parto, ese tiempo previo de mucho compromiso con un equipo que te atiende y te acompaña”./AC-FACSO
Sitios web de interés
*Proporcionados a la Facultad de Ciencias Sociales en el año 2010, por el Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Municipal y la 
Asociación de Obstetricia y Ginecología  de Olavarría. Existen datos municipales del 2011 a los que COMUNICA no tuvo acceso.